La sociedad patriarcal en las obras de Machado de Assis
Enviado por CarolinaGalizia • 28 de Junio de 2017 • Monografía • 3.624 Palabras (15 Páginas) • 222 Visitas
LITERATURA BRASILEÑA Y PORTUGUESA | MONOGRAFÍA, 2016
Nombre y apellido del alumno/a: Carolina Galizia (DNI 39558880)
Comisión: Prof. Laura Cabezas, Martes 15 a 17 hs
Formas de dominación y desigualdad de género: la representación de la cosificación de la mujer en Quincas Borba y Don Casmurro de Machado de Assis.
A fines del siglo XIX se denota en Brasil el surgimiento de un sistema burgués que se ve profundamente atravesado por una contundente cultura patriarcal. El egregio escritor brasileño Machado de Assis plasma estos radicales aspectos históricos en dos peculiares novelas: Quincas Borba (1891) y Don Casmurro (1899). En mencionadas obras se vislumbra la predominante vigencia de este orden patriarcal en el que rigen diferentes formas de dominación que el hombre ejerce sobre la mujer y que permite entrever la desigualdad que subyace entre ambos sexos.
Es menester abordar una definición específica que clarifique a que nos referimos con el término “patriarcado”: “El patriarcado significa una toma de poder histórica por parte de los hombres sobre las mujeres cuyo agente ocasional fue el orden biológico, si bien elevado éste a la categoría política y económica”. Se trata de un sistema que justifica la dominación sobre la base de una supuesta inferioridad biológica de las mujeres. Las diferentes ideologías patriarcales dan cuenta que la inferioridad de las mujeres es biológicamente inherente y natural. En contraposición al sistema patriarcal, surgió el feminismo, uno de los movimientos más relevantes del siglo XX que, con ideologías diversas, permanece en la lucha por alcanzar un único objetivo: transformar la situación de la subordinación de las mujeres que se dio a lo largo de la historia de la humanidad en todo el mundo.
En la caracterización de los personajes femeninos en Quincas Borba, Machado alude a representar una subjetividad femenina que se dilucida como un mero objeto. En efecto, se trata de una suerte de cosificación de la mujer que en la novela se distingue con claridad mediante el rol que a la misma le es asignado: se la confina a la domesticidad, en varias ocasiones se deja ver como resulta ser un objeto provisto de belleza que el hombre apela a exhibir, y la manera en que la mujer debe complacer los deseos del marido en la relación conyugal. A su vez, se reafirma la desigualdad que persiste entre ambos géneros al evidenciarse como la mujer recibe una escueta educación mientras el hombre puede adquirir prestigiosos conocimientos y formarse en una determinada profesión. En definitiva, la mujer es expuesta a una vigorosa dominación masculina.
Ahora bien, en Don Casmurro Machado logra representar a través del personaje femenino principal de la historia – la polémica Capitú – un modelo de mujer diferente: autoritaria e imponente, inteligente y curiosa, una mujer independiente que cuestiona los límites impuestos a las mujeres y que logra desestabilizar los cimientos del orden paternalista.
Es posible establecer un paralelismo entre ambas novelas que denote, por un lado, las diversas manifestaciones de dominación patriarcal en Quincas Borba y cómo se representa la cosificación y el sometimiento de la mujer en la novela. A su vez, se verá como dicha representación se contrasta con la figuración femenina que Capitú encarna en Don Casmurro.
Los vestigios de la indecorosa educación patriarcal
En Quincas Borba se visualiza un particular contexto social y económico: el reciente surgimiento de la burguesía. En el marco de tal sociedad, se logra diferenciar los diferentes roles que ocupan el hombre y la mujer. Como bien se observa en la novela, los personajes masculinos se caracterizan por ser capitalistas encargados de importantes negocios o bien resultan ser relevantes partícipes de la política de la época. Nótese esto mismo en Rubião, o en Palha, capitalista por excelencia. Con respecto a la política se los ve involucrados tanto a Camacho, dirigente de un diario y poseedor de definidas ideologías políticas y a Teófilo, diputado que lucha por alcanzar un cargo político de mayor jerarquía. En rigor, estos mencionados personajes juegan un rol activo en esta sociedad: hombres de negocios y de política que se desenvuelven en sus profesiones con precisión.
Ahora bien, es pertinente destacar cuál es la posición a la que la mujer se ve arraigada en esta misma sociedad. Mientras los hombres se lucen en el ámbito público, la mujer es limitada a permanecer en el espacio privado y no se le concede la posibilidad de participar activamente en la política o economía de la época. El contraste se torna contundente: a la mujer no se le brinda la oportunidad de especializarse en profesión alguna. La mujer recibe una escasa educación y escuetos conocimientos, los cuales sólo convienen aprender para distinguirse de alguna forma en la clase de alcurnia. Se trata de una enseñanza patriarcal: a la mujer sólo se le otorga una misérrima educación con el objetivo de que al adquirir determinados conocimientos pueda poseer herramientas básicas para ocupar una posición privilegiada dentro de la sociedad burguesa: “(…) tan estrictamente se limitaba su vocabulario a cuestiones de vestido, salón y galanteo” (cap. LXVIII).
La cuestión de la educación patriarcal se vislumbra con vigor en el personaje de María Benedita: se trata de la prima de Sofía, una simple muchacha de campo que depara en la ciudad y que por lo tanto, debe acomodarse a los requerimientos del sistema burgués. Entretanto, Sofía le indica el deber de instruirse en ciertas disciplinas que una digna mujer de la clase alta debe tener: piano y francés. La muchacha se niega pero luego accede a recibir lecciones de dichas disciplinas. Y lo hace, no por placer, sino simplemente porque advierte que con su adquisición podrá casarse y obtener una primorosa “educación de salón”. Estos conocimientos eran impuestos a las mujeres por un simple fin: obtener unos meros “adornos” útiles para destacarse en las prestigiosas reuniones y fiestas que se realizaban en la clase alta: “por más superfluas que le parecieran esas cosas, le dijo, eran los adornos imprescindibles de una educación de salón” (cap. LXVIII).
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