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Las Mujeres Que Aman Demasiado


Enviado por   •  1 de Junio de 2013  •  1.984 Palabras (8 Páginas)  •  429 Visitas

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"Las mujeres que aman Demasiado”

Cuando estar enamorada significa sufrir, estamos amando demasiado. Cuando la mayoría de nuestras conversaciones giran en torno a él, estamos amando demasiado. Cuando nuestra relación perjudica nuestro bienestar emocional e incluso, quizá, nuestra salud e integridad físicas, sin duda estamos amando demasiado. Nuestro deseo de amar, nuestra ansia de amor, se convierte en una adicción. Somos adictas a relaciones intoxicadas de dolor, miedo y anhelo. Amar demasiado no significa amar a demasiados hombres, ni enamorarse con demasiada frecuencia, sino obsesionarse con un hombre y llamar a esa obsesión "amorº permitiendo que ésta controle nuestras emociones y gran parte de nuestra conducta y nos sentimos incapaces de librarnos de ella. Significa medir nuestro amor por la profundidad de nuestro tormento.

Una mujer que ama demasiado necesita con desesperación controlar a sus hombres y sus relaciones debido a la poca seguridad que experimentó en la niñez. Pueden haber tenido un padre incapaz de expresar amor, calidez o aprobación, emocionalmente o físicamente distante, quizás adicto al trabajo o a alguna sustancia. Al haber recibido poco afecto trata de compensar indirectamente esa necesidad insatisfecha proporcionando afecto, especialmente a hombres que parecen, de alguna manera, necesitados. Una mujer que ama demasiado se ve atraída por personas que tienen problemas por resolver, o involucradas en situaciones que son caóticas, inciertas y emocionalmente dolorosas, y así evitan concentrarse en su responsabilidad para consigo misma. Incluso es posible que tenga tendencia a episodios depresivos que intenta prevenir por medio de la excitación que le proporciona una relación inestable. Al desarrollar relaciones caóticas pero estimulantes, que las distraen, están demasiado excitadas para hundirse en la depresión que está latente por debajo del nivel de la conciencia. Necesitan de las crisis para poder funcionar. Están a la espera de que una y otra vez, alguien que supuestamente está de su lado y la quiere, la lastime, la disguste o la ofenda.

Por otro lado, las mujeres que aman demasiado suelen ser muy serias y responsables, grandes emprendedoras, con éxito en muchas áreas de su vida, pero no obstante tienen muy poco amor propio. La realización de sus objetivos académicos y laborales no basta para equilibrar el fracaso personal que soportan en sus relaciones de pareja.

Sus herramientas de autoprotección son un mecanismo de defensa, la negación, y una poderosa motivación subconsciente, el control. La negación resulta útil para ignorar la información con la que no desean tratar. El hecho de que una mujer pueda vivir durante años con un hombre que desaparezca horas enteras con creciente frecuencia, e incluso por las noches, sin preguntarle sobre sus actividades o su paradero durante esas ausencias, es una medida de su gran capacidad para la negación y del miedo intenso y subyacente que siente. Las mujeres que aman demasiado dedican sus energías a cambiar la conducta o los sentimientos de la otra persona hacia ellas mediante manipulaciones desesperadas, crecen con la idea de tratar de arreglar las cosas, de controlarlas, para evitar conmociones, sorpresas, sentimientos. Y disimula sus esfuerzos por controlar a la gente y las situaciones bajo la apariencia de "ser útil. Necesitan estar con gente a quien poder ayudar, a fin de sentirse seguras. Mientras a menudo son austeras consigo mismas, llegan a cualquier extremo para ayudarlo a él: le compran ropa, le proporcionan un lugar donde vivir para que se sienta seguro A las mujeres que aman demasiado les aterra profundamente la idea de que la abandonen. Desean ansiosamente que él pase su tiempo con ellas (el tiempo, la dedicación y los halagos que de niñas no tuvieron de su padre). Pervive en ellas un terror infantil a estar solas. Pueden llegar a extremos por ganar la atención de los hombres. No creen merecer la felicidad, creen que deben ganarse el derecho de disfrutar de la vida.

Las mujeres que aman demasiado a menudo se dicen que el hombre con el que están involucradas nunca ha sido realmente amado antes. Lo ven como un ser dañado y asumen la tarea de compensar todo lo que ha faltado en su vida desde mucho tiempo antes de que lo conocieran. Cada encuentro sexual lleva toda nuestra lucha por cambiarlo. Con cada beso y con cada caricia, tratamos de comunicarle lo especial que es y pensamos que una vez que esté convencido de nuestro amor, se transformará en su verdadero yo, y despertará a todo lo que queremos y necesitamos que sea. Esperar que él cambie en realidad es más cómodo que cambiar nosotras y nuestra propia vida. Cuando hacemos por otro lo que él mismo puede hacer, cuando planeamos el futuro o las actividades diarias de otros, cuando sugerimos, aconsejamos, recordamos, advertimos o tratamos de persuadir con halagos a un adulto, cuando no podemos soportar que esa persona enfrente las consecuencias de sus actos o por eso tratamos de cambiar sus actos o prevenir las consecuencias de los mismos: eso es controlar. Nuestra esperanza es que si podemos controlar a esa persona, entonces podemos controlar nuestros sentimientos en los aspectos en que nuestra vida se une a la suya. Y, por supuesto, cuanto más nos esforzamos por controlarlo, menos podemos hacerlo. No sabemos aceptar a los demás tal como son, tal vez porque nunca nos hemos aceptado a nosotras mismas. Si desarrollamos relaciones en las que nuestro rol es comprender, alentar y mejorar a nuestra pareja, se produce lo contrario al resultado esperado. En lugar de un hombre agradecido unido a nosotras por su devoción y dependencia, una mujer así encuentra un hombre que es cada vez más rebelde, resentido y crítico con ella. Por su propia necesidad de mantener su autonomía y su respeto hacia sí mismo, él debe dejar de verla como la solución de sus problemas. Puede surgir una competencia continua: ¿quién controla a quién?

La clave radica en aprender a vivir una vida sana, satisfactoria

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