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Leviatan Cap 36 Al 38


Enviado por   •  8 de Agosto de 2013  •  17.019 Palabras (69 Páginas)  •  512 Visitas

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CAPITULO 36

DE LA PALABRA DE DIOS Y DE LOS PROFETAS

Palabra: qué es. Cuando se hace mención de la palabra de Dios, o del hombre, no se significa con ello una parte de la oración del tipo que los gramáticos llaman un nombre, un verbo o cualquier voz simple, fuera de un contexto que la ponga en relación con otras palabras y le dé significado, sino una oración o discurso completo, en el que el hablante afirma, niega, ordena, promete, amenaza, desea o interroga. Y en este sentido, palabra no significa vocabulum, sino sermo (en griego óyoc,), es decir, una oración, discurso o enunciado.

Las palabras habladas por Dios, y las que se refieren a Dios, son igualmente llamadas palabra de Dios en la Escritura. Asimismo, si decimos palabra de Dios, o de hombre, significamos con ello, a veces, la persona que habla, como cuando nos referimos a las palabras que Dios ha hablado o que un hombre ha hablado. En este sentido, cuando decimos el Evangelio de San Mateo, entendemos que San Mateo fue su autor. Otras veces, lo que quiere significarse es el asunto; y en este sentido, cuando leemos en la Biblia: Las palabras de los días de los reyes de Israel o dejudá, lo que quiere significarse es que los sucesos que tuvieron lugar en aquellos días son el asunto al que se refieren esas palabras. Y en griego, que, en la Escritura retiene muchos hebraísmos, por palabra de Dios quiere a menudo significarse, no aquello que ha sido dicho por Dios, sino lo que se refiere a Dios y a su gobierno; hasta tal punto, que es una y la misma cosa decir kóyoq deov [1] y theologia, que es esa disciplina a la que solemos llamar divinidad [2], como queda de manifiesto en los siguientes pasajes (Hechos xiii. 46): Entonces Pablo y Bernabé respondieron valientemente diciendo: a vosotros os habíamos de hablar primero la palabra de Dios, mas puesto que la rechazáis y os juzgáis indignos de la vida eterna, nos volveremos a los gentiles. Lo que aquí es llamado palabra de Dios era la doctrina de la religión cristiana, como resulta evidente de lo anterior. Y (Hechos v. 20) cuando un ángel les dice a los Apóstoles: Id y hablad en el Templo todas las palabras de esta vida, por palabras de esta vida quiere decirse la doctrina del Evangelio, como queda de manifiesto por lo que dijeron en el Templo, lo cual es expresado en el último versículo del mismo capítulo: A diario en el Templo, y en cada casa, no cesaban de enseñar y predicar a Cristo Jesús, pasaje en el que resulta evidente que Jesucristo era el tema de esta palabra de vida, o, lo que es lo mismo, el tema de las palabras de esta vida eterna que nuestro Salvador les ofrecía. Asimismo (Hechos xv. 7), la palabra de Dios es llamada la palabra del Evangelio, porque contiene la doctrina del reino de Cristo; y la misma palabra (Romanos x. 8, 9) es llamada la palabra de la fe, es decir, tal y como allí queda expresado, la doctrina de que Cristo vino y resucitó entre los muertos. También (Mateo xiii. 19), Cuando alguno oye la palabra del reino; es decir, la doctrina del reino enseñada por Cristo. Y de nuevo se dice que esa misma palabra (Hechos xii. 24) crece y se multiplica, lo cual se entiende fácilmente de la doctrina evangélica, pero resulta difícil y extraño si lo atribuimos a la voz o lenguaje de Dios. En el mismo sentido (1 Tim. iv. 1), la doctrina de los demonios no significa las palabras de ningún demonio, sino la doctrina de los ateos referente a los demonios y a esos fantasmas que ellos adoraban como a dioses.

[1. Palabra de Dios].

[2. Divinity es término inglés que significa «estudiosteológicos»].

Considerando estos dos significados de la expresión PALABRA DE DIOS tal y como es utilizada en la Escritura, es manifiesto que en este segundo sentido, es decir, como doctrina de la religión cristiana, toda la Escritura es la palabra de Dios; pero en el primer sentido, no es así. Por ejemplo, aunque las palabras Yo soy el Señor tu Dios, etc., hacia el final de los Diez Mandamientos, fueron dichas por Dios a Moisés, el prefacio Dios habló estas palabras y dijo, debe entenderse como palabras que pertenecen al que escribió la historia sagrada. La palabra de Dios, cuando se utiliza para significar lo que Dios ha manifestado, se entiende a veces propiamente, y a veces metafóricamente.

La palabra de Dios, usada metafóricamente, se toma por los decretos y poder de Dios. Propiamente, en cuanto que son palabras que Él ha hablado a sus profetas; metafóricamente, para expresar su sabiduría, su poder y sus eternos designios al crear el mundo; en este sentido esos fíats [3], Hágase la luz. Hágase el firmamento. Hagamos al hombre, etc. (Gen. i), son la palabra de Dios. Y en este mismo sentido se dice (Juan i. 7): Todas las cosas fueron hechas por El [4], y sin Él nada de lo hecho se hubiera hecho; y (Hebreos i. 3): El sostiene todas las cosas por la palabra de su poder, es decir, por el poder de su palabra, esto es, por su poder; y (Hebreos xi. 3): Los mundos han sido dispuestos por la palabra de Dios; y muchos otros pasajes con el mismo sentido, como también, entre los latinos, el nombre de hado, que significa propiamente la palabra hablada, es tomado en el mismo sentido.

[3. Háganse].

[4. El Verbo].

En segundo lugar, por el efecto de su palabra. En segundo lugar, por el efecto de su palabra, es decir, por la cosa misma que por su palabra se afirma, se ordena, se amenaza, o se promete. Como cuando se dice (Salmo cv. 19) que José fue detenido en prisión hasta que llegara su palabra, es decir, hasta que se realizase lo que él había profetizado al mayordomo del Faraón (Gen. xl. 13) en lo concerniente a su restitución en el cargo; pues en ese pasaje, por hasta que llegase su palabra quiere decirse la cosa misma que iba a suceder. Así también (1 Reyes xviii. 36), Elias dice a Dios: He hecho de todo esto tu palabra, en lugar de decir: He hecho todo esto por tu palabra o mandato; y (Jeremías xvii, 15) el pasaje que dice: Dónde está la palabra del Señor, sustituye a Dónde está el daño conque El te había amenazado. Y (Ezequiel xii. 28): Ninguna de mis palabras se dilatará más; aquí, por palabras se entienden cosas que Dios prometió a su pueblo. Y en el Nuevo Testamento (Mateo xxiv. 35): el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán, es decir, no hay nada que yo os haya prometido o anunciado, que no se realice. Y en este sentido es en el que San Juan Evangelista, y, según creo, sólo San Juan, llama a nuestro mismo Salvador la palabra de Dios encarnada, cuando dice (Juan i. 14): la palabra se hizo carne, es decir, la palabra o promesa de que Cristo vendría al mundo; que en el principio estaba con Dios, es decir, que era el propósito de Dios Padre enviar a Dios Hijo al mundo, para iluminar a los hombres en el camino de la vida eterna, pero que ese propósito no se puso en ejecución ni se encarnó de hecho hasta entonces.

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