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Lo Ultimo En Safaries


Enviado por   •  27 de Octubre de 2014  •  619 Palabras (3 Páginas)  •  771 Visitas

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Lo último

en safaris

Nadine Gordimer

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Gordimer, Nadine (2007).

En

Contarcuentos. “

Lo último en safaris”.

México: Editorial Sexto Piso.

Encuentro con el texto

AQUELLA NOCHE MAMÁ

fue a la tienda y no regresó. Jamás.

¿Qué pasó? Lo ignoro. También papá se fue un día y nunca regresó;

pero él combatía en la guerra. También nosotros estábamos

en guerra, pero éramos niños; éramos como nuestra abuela

y el abuelo: no teníamos pistolas. La gente a quien mi padre

combatía —los bandidos, como los llama nuestro gobierno—

corría por todas partes y nosotros salíamos huyendo de ellos

como pollos perseguidos por perros, sin saber a dónde ir.

Nuestra madre fue a la tienda porque alguien había dicho que

era posible conseguir un poco de aceite de cocina. Estábamos

contentos, pues hacía tiempo que no probábamos el aceite; tal

vez lo consiguió y alguien la tumbó en la oscuridad y le arrebató

el aceite, o tal vez se topó con los bandidos. Si te encuentras

con ellos, te matan. Dos veces vinieron a la aldea y salimos

corriendo a escondernos en el monte, y cuando se marcharon

regresamos, para encontrar que se lo habían llevado todo; pero

la tercera vez que volvieron no hallaron qué llevarse: ni aceite,

ni comida; así que quemaron la paja, y los techos de nuestras

casas se hundieron. Mi madre encontró algunos trozos de latón

que pusimos encima de una parte de la casa. Allí la estábamos

esperando la noche en que no regresó.

Lee silenciosamente y luego en forma oral el cuento “Lo último

en safaris” de la escritora surafricana Nadine Gordimer. Identi ca

las palabras cuyo signi cado desconozcas.

La aventura africana continúa... ¡Usted

puede! El safari, lo último en expediciones,

conducido por quienes sí conocen el África

Publicidad de viajes, The

Observer

Londres, 27-11-88

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Nos daba miedo salir, aun a nuestros ocios, pues los bandidos sí vinieron. No a la casa de no-

sotros —sin techo debió parecer como si nadie estuviera en ella, vacía por completo— sino al resto

de la aldea. Oíamos a la gente gritar y correr, pero nos daba miedo hasta emprender carrera,

sin nuestra madre que nos indicara en qué dirección hacerlo. Yo soy la del medio, la niña, y mi

hermanito se aferraba a mi estómago con sus brazos alrededor del cuello y las piernas alrededor

de mi cintura, como un bebé mico a su madre. Durante toda la noche, mi hermano mayor tuvo en

la mano un pedazo de madera roto, tomado de uno de los palos quemados de la casa. Era para

salvarse si los bandidos

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