No Oyes Ladrar A Los Perros
Enviado por juako123 • 3 de Diciembre de 2012 • 851 Palabras (4 Páginas) • 1.570 Visitas
En "No oyes ladrar los perros" las imágenes son fuertes y los diálogos esenciales, pero la verdadera obra no está escrita en líneas, sino entre ellas.
Nos encontramos con los dos únicos personajes del cuento durante su viaje nocturno a Tonaya y poco a poco vamos descubriendo su situación, su historia y, sobre todo, la relación entre ellos. Ya en el principio aprendemos que el padre le está llevando a su hijo Ignacio en sus hombros porque éste está herido y necesita al médico. El peso del cuerpo de su hijo no solo cansa al padre, sino también le impide ver y oír su entorno. Por eso depende en Ignacio y le pregunta si "no oye ladrar a los perros" de Tonaya, el sitio de su salvación. Ignacio, por estar mal herido, cansado y al punto de desmayarse no oye ni ve nada. Juntos caminan así por unas cuantas horas tras un paisaje desconocido e iluminado por la única compañera de los dos viajeros: la luna.
La situación adquiere una nueva dimensión cuando el padre comienza con su monólogo dirigido a Ignacio en el cuál expresa sus sentimientos tan humanos y tan crueles al mismo tiempo. Ahora nos enteramos de que Ignacio está herido porque pertenecía a una bandilla criminal lo que su padre no le puede perdonar. Éste, a pesar de ser un villano sencillo, con su lenguaje llano manifiesta una profunda crisis personal. Por un lado se preocupa por su hijo y siente la obligación de salvarle, pero en el mismo tiempo le rechaza a Ignacio y se opone fuertemente a su manera de vivir.
El padre internamente pasa de un extremo al otro y este cambio es acompañado por su propio tono. Cuando prevalece el amor fraternal, el padre le tutea tiernamente a su hijo y mantiene un tono muy personal y cariñoso, pero de repente se convierte en un juez, se dirige a Ignacio como " usted" y mantiene esa distancia y formalidad. En esos momentos expresa su amargura, tristeza, dolor, desilusión y desesperanza causadas por Ignacio. Le habla de su difunta madre, de su infancia, de su pasado y presente y le critica de una manera muy directa, cruel y honesta. La oscuridad del entorno, la vejez y el cansancio del padre subrayan esta situación trágica. Ignacio no se defiende, está callado y nosotros no sabemos si su silencio implica una pesadumbre o un mal estado físico.
En el principio le contesta a su padre, aunque negativamente, a sus preguntas sobre los perros y las luces de Tonaya, pide agua, quiere que su padre le baje, pero con el paso del tiempo se calla completamente y la única evidencia de su presencia aparte del peso de su cuerpo son gotas que el padre tiene por lágrimas. Nosotros no sabemos si tiene razón y las gotas realmente son el signo del arrepentimiento de Ignacio, o son la sangre, el signo de su muerte. Por fin los dos entran en Tonaya, el padre le baja a su hijo y con las orejas libradas oye claramente el ladrar de los perros.
Ahora tampoco sabemos si Ignacio está vivo o
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