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PLAN NACIONAL DE LECTURA Y ESCRITURA (PLANLEE)


Enviado por   •  25 de Febrero de 2016  •  Documentos de Investigación  •  13.597 Palabras (55 Páginas)  •  312 Visitas

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INSTITUTO AUTÓNOMO BIBLIOTECA NACIONAL Y DE SERVICIOS DE BIBLIOTECAS

DIRECCION DE PROGRAMA DE SERVICIOS DE BIBLIOTECAS PÚBLICAS

PLAN NACIONAL DE LECTURA Y ESCRITURA

PLANLEE – BN

                                     

           

Julio 2015


PLAN NACIONAL DE LECTURA Y ESCRITURA (PLANLEE)


A MANERA DE REFLEXIÓN

 

     Qué triste sería pasar por los días y noches del mundo, sin dejar siquiera una palabra, que diga lo que somos, lo que una vez fuimos. Una palabra al menos, para ser leída por los hijos de nuestros sueños, dudas y aciertos que configuran nuestro paso fugaz por los laberínticos pasillos de la vida. Sería muy triste pasar, sin ni siquiera intentar abrir la puerta de esa casa mágica hecha de palabras, que nos invitan a dialogar con nuestros silencios y misterios. Esa casa que nos espera siempre desde las más apartadas estanterías. Porque eso son los libros, casas de voces para ser leídas y escuchadas. Lugar que propicia el encuentro con otras vidas, otros espacios, otras historias y con personajes rebelándose en el misterio de la palabra que los nombra y los eterniza. Cada libro contiene, sin lugar a dudas, una lucha constante por vencer la brevedad del tiempo que nos signa. Cada libro hace del instante vivido, instante que no vuelve, pero que se hace imperecedero en la palabra impresa, que hace posible el milagro de la trascendencia.

     Somos personajes de un libro que tal vez no llegue a escribirse nunca. O personajes del libro que no leeremos, ese libro que se extravía entre ocultos anaqueles y entre las miles de páginas que conservan en sus tintas la voz de una buena parte de la historia de la humanidad. Entonces, dónde buscarnos, si somos personajes en constante configuración y transformación. Personajes inmersos en aquello que trascurre con asombrosa rapidez, que apenas alcanzamos a leer en las páginas de nuestras vidas, sólo fragmentos y palabras rotas, que se van quedando calladas en alguna calle de nuestra pequeña historia, pequeña, pero particular, única e irrepetible en la sagrada vida de todo ser humano, que habita este extraordinario y muchas veces maltratado planeta.

     A veces, leer un libro nos hace cruzar puentes hacia paisajes sólo posibles en el reino de la fantasía y el sueño. Paisajes que habitamos y recorremos en las naves de la imaginación. Paisajes que nos hacen sentir emociones, que en nuestra realidad circundante nos resultarían  imposibles de alcanzar. Y si nos adentramos en otras lecturas podemos ir a lugares, pueblos y ciudades en  alas mágicas de cuentos y novelas que nos invitan a realizar viajes inesperados. Leer un libro nos convierte inevitablemente en el otro, nos hace caminar por los predios de otra vida, por lo general, distante de la rutina que nos agobia. Pero, si leemos otras páginas, nos encontramos también con historias crudas y lamentablemente reales sobre  guerras, invasiones, hambrunas y otras desgracias padecidas por la humanidad.  

      El ser humano desde que emite los primeros sonidos y escribe y pronuncia las primeras palabras, lo hace para comunicarse y expresarse, desde ese momento ya intenta de alguna manera comprender el mundo. Hacer un trazo con los dedos en la tierra; dejar una imagen sobre una piedra; rayar la corteza de un árbol; dejar señales sobre tablillas de barro y arcilla; derramar tintas y pigmentos sobre papiros, pergaminos y papeles, allí, comienza la escritura de una historia no siempre develada. Esos son los trazos venidos de una necesidad natural inherente al ser humano de comunicarse y dejar una huella, una señal de sus tiempos iniciales. Porque lo que queda escrito en el corazón de la tierra nos trasciende en el tiempo y en la memoria de cada época vivida.  

   La lectura, sería lamentable, concentrarla sólo en un proceso de decodificación de signos o íconos, a veces indescifrables. No olvidemos, que mirar es también leer el mundo con sus maravillas y carencias, esperanzas y desesperanzas, pero, siempre esa mirada, va más allá del acto de leer, para convertirse en aquello que indaga en busca del amor y la paz, desde nuestras propias armonías y adversidades.  Por eso, la lectura de un libro, debe responder más a una necesidad de encuentro permanente con la vida en sus cambios dinámicos y sustanciales, que a una imposición dirigida hacia un objetivo deliberadamente calculado. Creemos en aquella lectura que nos conecta con nuestras exigencias liberadoras, con la imaginación y el reino de los sueños, con las fuentes informativas y formativas, y con todas aquellas páginas que nos hacen llorar y reír, por esos pasajes interminables del cuento, la novela y la poesía.  Por eso, la lectura no se centra en cantidades de páginas leídas o por leer, sino con las páginas certeras que responden a nuestras necesidades lectoras.

      Muchos hablan del placer de leer, eso es discutible. Es difícil sentir placer al leer un texto referido a los desastres de la guerra o encontrarse con el dolor en algún verso de César Vallejo. Entonces, valdría la pena preguntarnos: puede la lectura de un libro hacernos dolorosamente más sensibles, ante el padecimiento de los demás?

     En el acto de leer se da un diálogo silencioso entre libro y lector. Por lo general ese texto leído está lleno de vidas, tiempos y espacios, a veces, inimaginables. Esto hace del acto individual de lectura, un hecho colectivo, porque jamás el lector se sentirá sólo al entrar en contacto con memorias, historias, conocimientos, ficciones, imágenes, personajes reales e imaginarios etc.

     Como lectores y promotores del libro y la lectura abrazamos con fervor profundo la palabra hablada que viaja en la memoria del viento. Palabras que hoy leemos gracias a los chamanes de los sueños, mitos y leyendas. Gracias a los poetas, juglares y trovadores por sus versos, historias contadas y cantadas. Gracias a los cronistas por escribir en los pergaminos del tiempo el diario acontecer de los habitantes de comunidades, pueblos y ciudades por esos países del tiempo en sus memorias. Gracias a la pluma de ganso en manos de los escribanos. Gracias a los tipos móviles fundidos en plomo para hacer letras por la paz y no balas para para la guerra y la muerte. Y a usted, señor tipógrafo, gracias por hacer el milagro de convertir cada letra suelta dispersa en nuestras vidas, en palabras, frases y párrafos que afortunadamente hoy leemos y leeremos. Sin ustedes chamanes, poetas, juglares, trovadores y escribanos, no tendríamos impresa ahora, buena parte de la maravillosa tradición oral de la humanidad.  Sin esa palabra contada desde remotos tiempos hasta nuestra contemporaneidad, no navegaríamos hoy junto a Ulises por los mares de La Odisea, ni escucharíamos la voz de Aquiles desde las épicas historias de La Ilíada. Y no tendríamos en nuestras vidas la hermosa y amorosa locura de Don Quijote de la Mancha. Y gracias también a ustedes científicos, geógrafos, biólogos, naturalistas, investigadores, inventores, físicos y a todos aquellos que dejan en las páginas de los tiempos, palabras, fórmulas, números, etc, que a cada momento estudiamos en libros y cuadernos de esenciales aprendizajes.  Gracias palabras que escuchamos y leemos. Gracias. Y sobre todo, gracias a migo libro por no dejarnos tan solos por los interminables pasillos de nuestro querido planeta. Gracias.

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