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Papelucho Perdido


Enviado por   •  17 de Junio de 2013  •  1.293 Palabras (6 Páginas)  •  948 Visitas

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PAPELUCHO PERDIDO

MARCELA PAZ

Soy un perdido y la Jime igual y lo peor es que nadie nos busca.

Porque mi familia es de esa gente que busca las cosas perdidas, pero jamás la fruta ni la plata ni los parientes. Tampoco buscaron a la tía Ema, sino que dijeron siempre: La Ema es una perdida, y se acabó el cuento.

Ellos creen que uno se pierde adrede y quieren obligarlo a encontrarse.

Una mañana se luna llena y bello atardecer, amaneció mi mamá con esos nervios de confusión tremenda que tienen las mamás para los días en que hacen maletas. Yo pregunte porque nos íbamos y mi mamá me dijo que era porque al papá lo habían echado de la refinería.

Fue un día atroz. Mi papá partió temprano a ordenar su oficina y quedó mamá contando cucharas, pañales y revolviéndolo todo para encontrar su chaqueta de piel. Pero confundida y todo dekó la casa enterh metida en bolsas, maletas, atamos y canastos para partir a la mañana siguiente.

Nos estábamos por subir a la taxi mientras tratábamos de meter los bultos, maletas y paquetes y no había más espacio. Y mi papá se puso a pelear con el chofer y hasta hubo puñetes. A sí que nos bajamos y hasta hubo puñetes y el chofer ni se fijó que mi papá le dio un portazo a su puerta y partió con furor.

Mi mamá se puso a llorar de desesperación, pero en ese momento pasó Alejandrino Freire en su regio camión y nos trepó a todos, con cacerolas, cuna, radio, maletas etc.

Javier, la Domi y yo íbamos atrás entre los bultos y mientras Javier aprovechaba de escribirle a su polola.

Después de un rato llegamos a la estación. Había bastante gente y en la boletería una cola larga que se alargó otro poco con mi papá detrás. Mamá seguía al mando de nosotros y los bultos.

El tren para viña sólo en un minuto. Hay que subir rápidamente y tomar asiento.

Domitila, tú te encargas de los bultos. Tú, papelucho, de la guagua. Yo voy en busca de Javier y papá y despareció en el espacio.

Llegó el tren y antes que parara yo metí a la Jimena y el pelotón de gente me metió a mí.

Me senté con violencia n el primer asiento, miré por la ventana. Ahí estaba la domi pescando los paquetes y canastos.

Pitó el tren y partimos suavemente mientras la Domi se iba alejando poco a poco.

Yo esperaba todo el tiempo ver aparecer a mi papá y mi mamá con la domi y sus paquetes, trotando por el pasillo, pero nada...

Conté hasta veinte, hasta trescientos, hasta mil novecientos setenta y uno... ¡ Y nada! Mi papá no llegó. La Jimena se había puesto odiosita y no quería estar sentada. Yo la ponía de perfil en el pasillo y partía para el lado equivocado y se caía y lloraba.

Una señora la compadeció y me dijo: Al fondo del vagón hay un lavatorio.

Yo lavé a la Jimena por pedazos, hasta que me aburrí y la lave enterita con ropa y todo. No había con que secarla y sus vestidos se le pegaban. Tampoco podíamos salir de ahí porque la puerta se había cerrado.

Pero de repente se estremeció el tren y ¡zas! Se abrió la puerta y caímos los afuera.

En eso paró el tren y todo el mundo empezó a bajarse muy apurado.

Yo también me bajé muy apurado. Había miles de gente apurada que empujaban para subirse más apurados a otro tren.

Miraba apasionadamente a cada persona, pero ninguna era de la familia, cuando suavemente partió el tren. Casi pensé ponerme triste, pero después volví a pensar que era mejor creer que luego llegaríamos a Arica y encontraríamos a todos en la estación esperándonos. Y con

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