Plenilunio
Enviado por miriamfraga • 5 de Mayo de 2013 • 1.696 Palabras (7 Páginas) • 825 Visitas
1. CONSTRUCCIÓN DE LOS PERSONAJES EN PLENILUNIO.
En Plenilunio no hay héroes ni personajes románticos, nadie pretende ya reconquistar la democracia ni anhela la época en que ese anhelo dominaba la vida de los españoles. Los personajes son típicamente modernos, individuos sin importancia que viven los hechos históricos desde la perspectiva infinita e insignificante de una persona. Hay otros personajes secundarios que sobre todo contribuyen a indicar el paso del tiempo al fortalecer el vínculo entre el pasado y el presente: Ferreras, que conoce a Susana desde que eran estudiantes y que en su calidad de forense colabora en la identificación del criminal; la mujer del inspector, que ha sido internada en un sanatorio durante el periodo en que su marido investiga el crimen; el padre Orduña, viejo sacerdote jesuita, ex cura obrero y ex profesor del inspector; el criminal, y, por último , un asesino anónimo, enviado por ETA, que acecha al policía por haberse desempeñado años atrás en Bilbao. Globalmente podemos decir que todos son personajes grises- con la salvedad, quizás, del vitalismo que en algunos pasajes muestra Susana- , con un pasado gris y con un futuro más gris todavía: el Asesino en la cárcel, el Inspector debatiéndose con la muerte, Ferreras rechazado por Susana parece que no logrará fácilmente una estabilidad sentimental, el Padre Orduña ejerciendo de sacerdote para una decena de personas y añorando el pasado activo...Los personajes tienen escasas ilusiones, ya no esperan nada importante de la vida, no los desespera ni el bien ni el mal, aunque no les guste este último. Ni siquiera en el momento en que las cosas parecen tornar a bien, cuando se ha solucionado el crimen, no se producen cambios fundamentales en la vida de los personajes (siguen llevando su pequeña vida privada) un alivio mínimo. De hecho el éxito de la investigación trae consigo el fin del amor entre el policía y Susana
Pasaremos ahora a tratar a los personajes de un modo más particularizado.
Consideraremos en primer lugar, el personaje del inspector, así llamado durante toda la obra en caso de que se haga referencia a él. "De día y de noche iba por la ciudad buscando una mirada". Con esta frase arranca Plenilunio y se nos presenta el objetivo que mueve el trabajo del inspector desde el principio. El protagonista es un personaje activo que se obsesiona con la tarea de descubrir al asesino de la primera víctima hasta el punto de que parece que es el único caso en que está trabajando la comisaría. Por otra parte, el Inspector es sujeto paciente de la persecución y ataque final de los miembros de la banda terrorista ETA. Los recuerdos del inspector sobre su trabajo en el Norte alteran su conducta que no ha llegado a solucionarse del todo con su traslado, pero más aún la de su mujer, que debe ser recluida en una clínica para enfermos mentales. Su cambio de residencia lleva asociado un cambio en su conducta vital: ya no bebe, ya no sale de noche y ahora solo bebe café y coca-cola y apenas tiene relaciones sociales, ni siquiera con sus compañeros de trabajo que apenas aparecen en las páginas de la novela.
Respecto a sus relaciones, a lo largo de la obra contemplamos cómo se va forjando una relación adultera con Susana Grey, la maestra de la niña, relación cuyo final es abierto, pues el final de la novela puede sugerir tanto continuidad como la ruptura de la pareja.
La infancia y juventud del inspector las conocemos gracias a las conversaciones con el Padre Orduña. Así sabemos que era hijo de un rojo y que, paradójicamente, estudió en un colegio de curas.
Hemos comentado que el inspector no tiene nombre; tampoco tiene un físico poderoso o peculiar que lo caracterice: es un hombre de mediana edad, de cabello gris y que viste un anorak y calzado típicos del Norte y que llaman la atención por lo desusados en la zona en la que vive ahora.
Frente a la figura del inspector se levanta la de su antagonista, el asesino, también él sin nombre. En un primer momento no sabemos mucho de él, ni siquiera de su físico, como es normal en una novela policiaca. Pero poco a poco vamos sabiendo cosas: que es joven, moreno y que se dedica a un trabajo manual. Sin embargo, Muñoz Molina no espera hasta el final para darnos a conocer quién es el asesino. Lo descubrimos en el capítulo 12: sabemos de su impotencia, de su opresiva vida familiar, de su obsesión con la luna, de su afán de protagonismo... y del olor del que no puede librarse debido a su profesión de pescadero. Es un auténtico catálogo de defectos morales: desprecia a sus padres, es un reprimido, violento, que descarga su insatisfacción con prostitutas o con niñas, asiduo consumidor de películas pornográficas, fumador compulsivo. Su afán de notoriedad lo lleva, en ocasiones, a enfrentarse con situaciones peligrosas para él que podrían delatar su culpabilidad. Con todo, hay cierto determinismo en la obra que nos lleva, casi, a compadecerlo por momentos y a entender su reprochable conducta- si
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