Resumen Popol Vuh
Enviado por mariasol • 9 de Febrero de 2012 • 8.971 Palabras (36 Páginas) • 1.994 Visitas
V
Ahora bien, muchos pueblos fueron fundándose uno por uno, y las diferentes ramas de las tribus se iban reuniendo y agrupando junto a los caminos, sus caminos que habían abierto.
En cuanto a Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam, no se sabía dónde estaban. Pero cuando veían a las tribus que pasaban por los caminos, al instante se ponían a gritar en la cumbre de los montes, lanzando el aullido del coyote y el grito del gato de monte, e imitando el rugido del león y del tigre.
Y viendo las tribus estas cosas cuando caminaban:
- Sus gritos son de coyote, de gato de monte, de león y de tigre, decían. Quieren aparentar que no son hombres ante todas las tribus, y sólo hacen esto para engañarnos a nosotros los pueblos. Algo desean sus corazones. Ciertamente no se espantan de lo que hacen. Algo se proponen con el rugido del león, con el rugido del tigre que lanzan cuando ven a uno o dos hombres caminando; lo que quieren es acabar con nosotros.
Cada día llegaban (los sacerdotes) a sus casas y al lado de sus mujeres, llevando solamente las crías de los abejorros y de las avispas y las crías de las abejas para darles a sus mujeres.
Cada día también llegaban ante Tohil, A vilix y Hacavitz y decían en sus corazones:
- He aquí a Tohil, Avilix y Hacavitz. Sólo la sangre de los venados y de las aves podemos ofrecerles; solamente nos sacaremos sangre de las orejas y de los brazos. Pidámosles fuerzas y vigor a Tohil, A vilix y Hacavitz. ¿Qué dirán de las muertes del pueblo, que uno por uno los vamos matando? decían entre sí cuando se dirigían a la presencia de Tohil, Avilix y Hacavitz.
Luego se punzaban las orejas y los brazos ante la divinidad, recogían su sangre y la ponían en el vaso, junto a la piedra. Pero en realidad, no eran de piedra, sino que se presentaba cada uno bajo la figura de un muchacho.
Se alegraban con la sangre de los sacerdotes y sacrificadores cuando llegaban con esta muestra de su trabajo:
- ¡Sigan sus huellas (las de los animales que sacrificaban), allá está su salvación!
- De allá vino, de Tulán, cuando nos la trajeron -les dijeron-, cuando les dieron la piel llamada Pazilizib, untada de sangre: que se derrame su sangre y que ésta sea la ofrenda de Tohil, Avilix y Hacavitz.
II
He aquí cómo comenzó el robo de los hombres de las tribus (de Vuc Amag) por Balam-Ouitzé, Balam-Acab, Mahucutah e lqui-Balam.
Luego vino la matanza de las tribus, Cogían a uno solo cuando iba caminando, o a dos cuando iban caminando, y no se sabía cuándo los cogían, y enseguida los iban a sacrificar ante Tohil y Avilix. Después regaban la sangre en el camino y ponían la cabeza por separado en el camino. Y decían las tribus: El tigre se los comió. Y lo decían así porque eran como pisadas de tigre las huellas que dejaban, aunque ellos no se mostraban.
Ya eran muchos los hombres que habían robado, pero no se dieron cuenta las tribus hasta más tarde.
- ¿Si serán Tohil y Avilix los que se introducen entre nosotros? Ellos deben ser aquellos a quienes alimentan los sacerdotes y sacrificadores. ¿En dónde estarán sus casas? ¡Sigamos sus pisadas! -dijeron todos los pueblos.
Entonces celebraron consejo entre ellos. A continuación comenzaron a seguir las huellas de los sacerdotes y sacrificadores, pero éstas no eran claras. Sólo eran pisadas de fieras, pisadas de tigre lo que veían, pero las huellas no eran claras. No estaban claras las primeras huellas, pues estaban invertidas, como hechas para que se perdieran, y no estaba claro su camino. Se formó una neblina, se formó una lluvia negra y se hizo mucho lodo; y empezó a caer una llovizna. Esto era lo que los pueblos veían ante ellos. Y sus corazones se cansaban de buscar y perseguirlos por los caminos, porque como era tan grande el ser de Tohil, Avilix y Hacavitz, se alejaban hasta allá en la cima de las montañas, en la vecindad de los pueblos que mataban.
Así comenzó el rapto de la gente cuando los brujos cogían a las tribus en los caminos y las sacrificaban ante Tohil, Avilix y Hacavitz; pero a sus (propios) hijos los salvaron allá en la montaña.
Tohil, Avilix y Hacavitz tenían la apariencia de tres muchachos y caminaban por virtud mágica de la piedra. Había un río donde se bañaban a la orilla del agua y allí únicamente se aparecían. Se llamaba por esto En el Baño de Tohil, y éste era el nombre del río. Muchas veces los veían las tribus, pero desaparecían inmediatamente cuando eran vistos por los pueblos.
Se tuvo entonces noticia de donde estaban Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam, y al instante celebraron consejo las tribus sobre la manera de darles muerte.
En primer lugar quisieron tratar las tribus sobre la manera de vencer a Tohil, Avilix y Hacavitz. Y todos los sacerdotes y sacrificadores (de las tribus) dijeron ante las tribus:
- Que todos se levanten, que se llame a todos, que no haya un grupo, ni dos grupos de entre nosotros que se quede atrás de los demás.
Se reunieron todos, se reunieron en gran número y deliberaron entre sí. Y dijeron, preguntándose los unos a los otros:
- ¿Cómo haremos para vencer a los quichés de Cavec por cuya culpa se están acabando nuestros hijos y vasallos? No se sabe cómo es la destrucción de la gente. Si debemos perecer por medio de estos raptos, que así sea; y si es tan grande el poder de Tohil, Avilix y Hacavitz, entonces que sea nuestro dios este Tohil. ¡Y ojalá que lo hagan su cautivo! No es posible que ellos nos venzan. ¿No hay acaso bastantes hombres entre nosotros? Y los Cavec no son muchos -dijeron, cuando estuvieron todos reunidos.
Y algunos dijeron, dirigiéndose a las tribus cuando hablaron:
- ¿Quién ha visto a esos que se bañan en el río todos los días? Si ellos son Tohil, Avilix y Hacavitz, los venceremos primero a ellos y después comenzaremos la derrota de los sacerdotes y sacrificadores -esto dijeron varios de ellos cuando hablaron.
- ¿Pero cómo los venceremos? -preguntaron de nuevo.
- Ésta será nuestra manera de vencerlos. Como ellos tienen aspecto de muchachos cuando se dejan ver entre el agua, que vayan dos doncellas que sean verdaderamente hermosas y amabilísimas doncellas, y que les entren deseos de poseerlas -replicaron.
- Muy bien. Vamos, pues; busquemos dos preciosas doncellas -exclamaron, y enseguida fueron a buscar a sus hijas. Y verdaderamente eran bellísimas doncellas.
Luego les dieron instrucciones a las doncellas:
- Vayan, hijas nuestras, vayan a lavar la ropa al río, y si ven a los tres muchachos, desnúdense ante ellos, y si sus corazones las desean, ¡llámenlos! Si les dicen: ¿Podemos llegar a su lado? Sí, les responderán. Y cuando les pregunten: ¿De dónde vienen; hijas de quién
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