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Resumen del libro: ‘’y colorin colorado este cuento aun no se ha acabado ‘’


Enviado por   •  21 de Mayo de 2016  •  Apuntes  •  14.235 Palabras (57 Páginas)  •  1.652 Visitas

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Resumen del libro:
‘’y colorin colorado este cuento aun no se ha acabado ‘’
-Odin Dupeyron

alumna : Barajas Espejel Berenice Ivonne
profesora : Noemi Salgado Miranda
turno : vespertino
grupo :207


Índice :
el libro comienza con una carta editorial. En el 2001 decidió escribir su primer libro, tenía la necesidad de escribir y contar una historia, una historia de vida.
Cuando termino el libro quedo satisfecha de la aventura que había escrito, después de 10 años volvió a descubrir que este libro es una historia fabulosa.
Escritor agradece sobre las editoriales y al lector por leer ese libro
El cuento comienza: Era una noche muy fría, tal vez la más fría de todas las noches. Odái se encontraba sentada en la ventana de la torre más alta del castillo, observando las estrellas con su vestido azul de gasa casi transparente. Como todas las noches, esperaba ansiosa la señal milagrosa que deseaba desde hace tiempo. Soñaba con lo que su propia vida podría ser si tan sólo llegara esa señal. El ruido de la puerta para entrar a la torre y los pasos en la gran escalera que conducía hasta su habitación, la hicieron regresar a la realidad. Odai  Ahí viene de nuevo . La puerta se abrió, y el gran dragón negro del miedo asomó la cabeza. ¿Qué estás haciendo princesa? le dijo el dragón con esa voz hosca, desconfiada y dudosa pero siempre imponente que caracteriza a los dragones negros del miedo. - Espero la señal para salir de aquí -respondió Odái temerosa ante la presencia del dragón. El dragón se expresó con mucha fuerza. -No debes salir de aquí, no puedes nacerlo hasta estar segura de haber escuchado la señal. - Pero debe de haber una manera -dijo Odái desesperada. El dragón sólo la observó detenidamente, sus ojos rojos contrastaban de manera impresionante con su cuerpo negro, y resaltaban notablemente en el centro de su negra cara. Odái se sentía intimidada siempre ante su presencia. - Alguien muy importante -le dijo el dragón- Tuvo mucho cuidado al encargarte conmigo, yo soy el mejor guardián. -Pero no puedes tenerme encerrada para siempre. - ¡No podrás salir de aquí hasta haber entendido la señal! –El dragón del miedo rugió de manera aterradora. El pavor tomó presa a Odái, quien se quedó petrificada. - ¡Hay demasiados peligros afuera! -concluyó el dragón dando la vuelta para salir. - Pero yo... - Hay demasiados peligros afuera y aquí te quedarás. -El dragón del miedo salió azotando la puerta. No se oyó cerradura ni candados, nada que asegurara la puerta. El dragón del miedo sabía que Odái estaba muy asustada como para escapar. Y así, Odái regresó a la ventana a mirar las estrellas, suspiró profundamente y esperó de nuevo ansiosa por esa señal. Era una noche muy fría, tal vez la más fría de todas las noches. ¡Un momento!  ¿Perdón? - ¡Dije un momento! ¿Eso es todo? ¿Me voy a pasar toda la vida sentada en la ventana de la torre esperando la señal? Este, yo... - Tú siempre cuentas la misma historia, exactamente la misma historia y yo aquí espero ansiosa a que un día cambie, que un día aparezca la maldita señal, que se caiga una estrella fugaz, que se obscurezca la luna o que por lo menos salga el sol, pero no, ¡nooooo!... ¿Sabes que esta noche es una noche muy fría, tal vez la más fría de todas las noches? ¡Pero claro que lo sabes! Tú eres el escritor y lo repites DOS veces en la historia. - Eso cierra el círculo de la historia. - ¡Qué me importa a mí el círculo de la historia! Estoy cansada, harta, aburrida y muerta de frío... ¿Porque sabes qué? Esta noche no sólo es muy fría, no sólo es tal vez la más fría de todas las noches... ¡está helando! Y yo aquí sentada, con un vestido azul de gasa casi transparente. ¡Por el amor de Dios! ¿No me pudiste haber escrito aunque sea una frazada? - El lector entiende así tu sufrimiento. - Yo tengo una mejor manera de hacerle entender al lector mi sufrimiento. ¡Estoy en agonía, lector! No sólo estoy esperando la señal que jamás ha llegado, y que al parecer jamás llegará, no sólo estoy encerrada en una torre a... ¿? ... ¿Qué tan alta es la torre? - No lo sé, no lo había pensado. - ¿Eres el escritor y no sabes qué tan alta es la torre en la que me encerraste? - Sólo me la imagino muy alta. - Pues dame la altura que te imaginas. - No sé, 100 metros. - ¿Sabes algo de arquitectura? - No. - Se nota. Déjame asomarme a la ventana... Tú ve narrando, que es lo único que sabes hacer. - Bien... este... y Odái se asomó a la ventana. - Gracias... mmmm -dudó. No, no dudé, me estoy agarrando del barandal. – PerdónPonle 15 metros. - Está bien, que sean 15 metros entonces. - Bien, pues como decía: no sólo estoy esperando la señal que jamás ha llegado, y que al parecer jamás llegará. No sólo estoy encerrada en una torre a 15 metros de altura, no sólo tengo al negro dragón del miedo vigilando cada uno de mis movimientos. ¡Además estoy muerta de frío! Crees que si fuera una noche... ya no digamos cálida... ¡templadita! ¿Tú crees que si fuera una noche templadita, el lector entendería menos mi sufrimiento? ¿Tú crees que el lector es idiota? Mmmm... veamos, esta pobre princesa está encerrada en una torre, su madre desapareció, se pasa todas las noches esperando una señal que nunca llega, su vida está vigilada constantemente por el dragón del miedo que, citando al autor, sus ojos rojos contrastan de manera impresionante con su cuerpo negro y resaltan notablemente en el centro de su negra cara. Que además, citando al autor; habla con esa voz hosca, desconfiada y dudosa pero siempre imponente que caracteriza a los dragones del miedo. ¡Pero la noche está templada! Seguramente no se la está pasando tan mal. - Perdón, no pensé que la historia te afectara tanto. - No pensó que la historia me afectara tanto. ¡¡No pensó que la historia me afectara tanto!! ¿Leíste eso lector? Ponte un momento en mi lugar, querido lector. Imagina que te encuen- tras encerrado en un pequeño espacio, presa del miedo, deseando hacer algo para cambiar tu vida, pero no te atreves, porque no sabes qué va a pasar. Y esperas ansioso esa señal que te dará la seguridad para atreverte a vivir. ¿Alguna vez te has sentido así? Pues eso es lo que yo siento todas las noches... eternamente, pero hoy ya me cansé y voy a hacer algo al res- pecto. Y colorín colorado este cuento, aún, no se ha acabado. ¡Y tú, ponte a narrar! - Bien; pues... La princesa, que evidentemente estaba muy molesta con su situación actual... - ¡Estoy HARTA! - Esto es... La princesa, que evidentemente estaba HARTA de su situación actual, se armó de valor y... ¿? ... ¿Se acercó a la puerta? No puedes hacer eso. - Yo hago las cosas y tú las narras ¿está bien? -Su mano se dirigió a la manija e intento abrir, pero la puerta estaba cerrada. - No me salgas con tonterías. En la hoja pasada dijiste claramente: No se oyó cerradura ni candados, nada que asegurara la puerta. El dragón del miedo sabía que Odái estaba muy asustada como para escapar. No te puedes contradecir, a menos que seas uno de esos escritores que se sacan cosas absurdas de la manga. - Y la puerta se abrió fácilmente. - Gracias.- Y Odái salió. Bajó las escaleras rápidamente saltando los escalones, tan rápido que rodó escalera abajo. - ¡Maldición! Cuando levantó la cara, se dio cuenta de que había caído a los pies del dragón. ¡Te lo dije! El dragón la miró furioso... más bien estaba desconcertado. - ¿Qué está pasando aquí? -dijo el dragón furioso. - ¿Qué está pasando aquí? -Está bien... dijo el dragón sacadísimo de onda. - Nada, que he decidido salirme de aquí. - Pero tú no puedes hacer eso. - Es lo mismo que le digo yo. - ¿Quién dijo eso? - Yo, el escritor-narrador del cuento. - ¿Qué está pasando aquí? -dijo el dragón angustiadísimo. Ycabe añadir que pegó la espalda a la pared, volteando para todas partes. El dragón estaba asustado. Muy asustado. ¿Cómo que te vas? ¿Cómo que el narrador? No entiendo nada. - Dragón, ¿no estás harto de subir siempre a la torre a repetirme las mismas frases que me paralizan? ¿No estás cansado de tenerme encerrada sin que ni tú ni yo podamos hacer algo con nuestras vidas? - No lo había pensado. - Pues claro que no lo habías pensado, en lo único que piensas es en que me tienes que mantener encerrada. - Pero eso es lo que debo hacer, alguien muy importante me encargó que te cuidara. - Que me cuidaras, está bien, pero no que me tuvieras encerrada eternamente. - Pero es que hay muchos peligros afuera, no puedes salirte así como así. - Todo el chiste del cuento radica en que no puedes salir porque estás presa del miedo. - ¿Podrías decirle que se calle? Me está asustando. - ¿Cómo se puede asustar con tanta facilidad un enorme dragón negro de ojos rojos y de voz hosca, desconfiada, dudosa e imponente? Tú lo hiciste el dragón del miedo ¿Te acuerdas? - Espero que no todas mis historias me hagan lo mismo. - ¡Dile que se calle! -gritó el dragón asustado, cerrando los ojos y tapándose la cara como un niño. - ¡Hey! Aquí el narrador soy yo, ¿está bien?. Está bien, está bien. - ¡Que se calle! -gritó el dragón asustado, cerrando los ojos y tapándose la cara como un niño. - Está claro -concluyó la princesa. Por lo que puedo ver, el miedo no es tan fuerte y temible como lo pintan, o en este caso, como lo escriben. Mira, dragón, ¿qué te parece si los dos salimos y buscamos... lo que sea que haya afuera de este castillo? - Pero hay cosas aterradoras allá afuera -dijo el dragón espantado. - ¿Cómo lo sabes? El dragón dudó... y volvió a cerrar los ojos asustado. - ¡Dios mío! - Dragón, no le tengas miedo, es sólo el escritor que tiene que narrar, no te va a hacer nada. El dragón abrió los ojos. ¿No me vas a hacer nada? – No -. ¿Lo juras? - Lo juro -. Está bien, te creo, pero no creas que me voy a descuidar, ¿entendiste? - Entendí. - ¡Retomando!... Dragón, ¿cómo sabes que hay cosas aterradoras allá afuera? No lo sé... Me han dicho. ¿Quién te ha dicho? Yo me lo he dicho. ¿Y por qué te lo has dicho? ¿Por costumbre? ¿Quieres decir que nunca has salido de este castillo?. Este... no. ¿Por qué? ¡Porque hay cosas aterradoras!... ¿Qué no me estás entendiendo? Pero no puedes saberlo si nunca has salido -trató de hacerle entender la princesa. Y no sólo te puedes sentar a suponer y no hacer nada, tenemos que salir -dijo la princesa decidida. ¿A dónde? A donde sea. Vamos a salir, nada más, vamos a atrevernos. ¿Pero y la señal? No hay señal. ¡Pero necesitamos la señal para poder salir! -gritó el dragón del miedo, asustado. Está bien, está bien, no te pongas así. La señal... la señal es... -Odái pensó. La señal es... ¡la vida misma! Tan fácil como eso, si estamos aquí, si vivimos, estoy segura que no es para estar encerrados. La vida misma es la señal de que podemos salir. ¡De que debemos salir! ¿Lo entiendes dragón? Esteeeee... no. No importa, yo lo entiendo y con eso es suficiente. Ésa es la señal, ¿está bien? Vamos afuera. Bueno... si tú lo dices... vamos afuera. Y los dos se dirigieron a la puerta. ¿Él va a venir con nosotros? Tiene que hacerlo, es el narrador. Soy el escritor. Es el escritor. Está bien, pero me voy a estar cuidando. No tienes nada de que cuidarte. De todos modos me voy a cuidar. Pues te cuidas en vano. Yo me cuido en donde lo creo conveniente. ¡¿Salimos?! -interrumpió la princesa la discusión bizarra. Y salieron de la torre.

DESARROLLO

La noche era fría, tal vez la más fría de todas las noches. La princesa le dirigió al narrador una mirada hostil. ¿Podrías variarle? La noche era muy fría, pero el entusiasmo en el corazón de la princesa emanaba un calor tan especial que la princesa no sentía frío. ¡Pero si está helando! En cambio, el dragón temeroso temblaba ante el viento incesante que le calaba los huesos. No te preocupes, dragón, todo va a estar bien. Los dos se acercaron a la puerta principal del castillo, un enorme enrejado de hierro forjado se levantaba ante ellos, y atrás de éste, la negrura infinita de la noche y la libertad. Princesa... -susurró el dragón temeroso, como si alguien los estuviera observando-. Ya estamos afuera de la torre, ya estamos en el enorme enrejado de hierro forjado que es la salida del castillo, ya dijimos que vamos a salir al mundo, pero, digo yo, ¿no podríamos quedarnos adentro del castillo esta noche? Para que no esté tan obscuro allá afuera. La princesa no lo escuchaba, sus manos se agarraban fuertemente de los barrotes negros, su mirada se perdía en la profundidad de la noche, mientras el viento helado se colaba entre sus largos y negros cabellos. Princesa... princesa... Ya te oí, dragón, no te preocupes, pasaremos aquí la noche. El dragón suspiró aliviado y buscó rápidamente un rincón cálido lejos del viento, donde se acostó. La princesa lo siguió y se acostó también junto a él, apoyando su cabeza en una de sus enormes patas. En cuanto el dragón puso la cabeza en el suelo, se quedó dormido. Pero Odái no podía conciliar el sueño. ¿Qué me espera detrás de esta puerta? -pensaba. ¿Qué tiene la vida preparado para mí? -sintió miedo. Estoy emocionada -me contradijo la princesa. La emoción también produce un poco de miedo. No, lo que produce es ansiedad -insistió terca. La ansiedad es una forma de miedo. No tengo miedo. ¡¡Princesa... -tomé aire. Mira, el miedo no siempre es malo, a veces nos sirve para mantenernos alertas. Estás a punto de salir a lo desconocido, de cruzar la puerta que nunca te habías atrevido a cruzar, vas a dar un paso importante en tu vida, en la vida del dragón y en la trama de mi historia. Puedo entender que estés emocionada, puedo entender que estés ansiosa de saber qué es lo que va a pasar, ¿pero me vas a decir que no sientes un poco de miedo? ¿No estás ni un poco temerosa de lo que te espera allá afuera? No. ¡Por favor! ¿Podrían dejar de discutir de una vez por todas? -interrumpió molesto el dragón. Es imposible dormir. Tú eres un necio, escritor, y tú eres una terca. Ya no discutan. Si te sirve de algo, escritor, yo si tengo miedo, hay cosas terribles allá afuera; y no me pregunten que como lo sé, simplemente lo sé, ¿está bien? Ahora, déjenme dormir la última noche de tranquilidad que voy a tener, porque después de esta noche ya nada será igual, porque yo sí le tengo miedo a lo desconocido, yo sí no sé que va a pasar, y yo sí tengo sueño. El dragón volteó la cabeza molesto, tratando de volver a dormir, sus ojos rojos brillaron por última vez mientras cerraba los grandes párpados que le... ¡Cállate! Perdón. Está bien -susurró la princesa... y susurró el escritor. Creo que sí tengo un poco de miedo. ¡Lo sabía!... -susurré... y la princesa se quedó dormía toda la mañana, se cubrieron de él a la sombra de la enorme pared del castillo. Mmmm... -se estiró, al fin, la princesita Odái. Trató de abrir los ojos, pero el fuerte brillo del día despejado y caluroso le impedía hacerlo. He tenido el más extraño, el más dulce y el más maravilloso de los sueños -se dijo mientras cubría sus ojos. Al parecer, la princesa creía que la pesadilla por la que nos había hecho pasar a mí y al pobre dragón hace apenas doce horas era sólo un dulce y maravilloso sueño. Poco a poco sus ojos se acostumbraron a la luz y pudo abrirlos... sus ojos se abrieron enormemente... se le cayó la quijada abriendo su boca de manera impresionante, nadie jamás pensaría que las princesas tuvieran la boca de ese tamaño. ¡No ha sido un sueño! -dijo sorprendida, y volteó a ver al dragón para asegurarse. ¡Aquí está el dragón! ¡Estoy fuera de la torre! -gritó la princesa. La alegría se desbordaba por sus ojos verdes claros, y la emoción transpiraba por su hermoso cuerpo. Buenos días, escritor -dijo la princesa en un tono dulce y coqueto, como agradeciendo al escritor los comentarios acerca de sus ojos y su cuerpo. Buenos días, princesa -se apenó el escritor. Veo que es una mañana calurosa. Especialmente diseñada para ti. El sol brilla en lo alto, el cielo está casi despejado y yo me siento fresca como jamás me había sentido antes. Sí, bueno... supongo que después de doce horas de sueño es natural. La princesa se levantó rápidamente y corrió al enrejado del castillo, no podía creer lo que veía. No puedo creer lo que veo -dijo la princesa redundante. Hay montañas, árboles y un hermoso lago, puedo ver montones de flores de todos colores. Corrió a despertar al dragón. Yo no me he movido. Es una sugerencia. Entiendo. Corrió a despertar al dragón. ¡Mira dragón! ¡Despierta! ¡Tienes que ver esto! La princesa estaba muy emocionada. Hay montañas, árboles y un hermoso lago, hay montones de flores de todos colores. El dragón despertó, miró a la princesa detenidamente, echó un vistazo a su alrededor, y miró también al escritor. Finalmente cerró los ojos y súbitamente dejó caer su enorme cabeza en el piso. ¡Por todos los dioses! -se quejó mientras se tapaba la cabeza con las enormes patas. Deseaba que todo fuera sólo una terrible pesadilla. No es una pesadilla, dragón, ¿no te das cuenta? ¿De qué? -se levantó. ¿De los árboles, las montañas, el lago y las flores? Siempre han estado ahí. ¿No mirabas todo desde lo alto de la torre? Así es -contestó la princesa dirigiéndose de nuevo al enrejado y tomándose fuertemente de los barrotes. La nostalgia la invadió. Desde lo alto de la torre, como un sueño inalcanzable, pero ahora sólo de pensar que tengo todo esto al alcance de mi mano... -la emoción la dejaba sin palabras, y un nudo le crecía en la garganta. ¡Vamos, escritor, abre la puerta! ¿Ya tan rápido? ¿No deberíamos de hacer algo primero? ¿Algo como qué, dragón? Mmmm... ¿Desayunar? ¿Quién puede pensar en comer en un momento como éste? ¿Yo? El dragón sólo quería hacer tiempo pues sentía miedo. ¡Vamos, escritor, abre ya! ¿Qué pasa? No puedo abrir la puerta. ¿Qué? La princesa parecía desconcertada. ¿Cómo que no puedes? Así como lo escribo, no puedo. ¿Pero por qué? Tú eres el escritor del cuento. Déjame te participo, querida princesa, por si no te has dado cuenta todavía, que este cuento se me está saliendo de las manos, estoy escribiendo literalmente sobre la marcha y hago lo que puedo. La puerta no se abre. ¿Por qué? Porque éste ya no es enteramente mi cuento, soy el escritor, es verdad, pero nada de esto lo tenía yo planeado, si la puerta no se abre, es porque no la puedo abrir. Fuera de ustedes dos: la princesa Odái y el dragón, y fuera de las cuatro paredes de la torre... La torre era redonda. Es un decir, dragón. Ah, si es un decir entonces está bien, continúa. Fuera de lo que era mi cuento original, no tengo poder sobre todas las cosas. ¿Quieres decir que sólo tienes poder sobre mí y el dragón? Creo que sí. Pues no parece, es decir: Los hechos, que todavía no aprenden a mentir, arrojan evidencia contradictoria, -dijo el dragón suspicaz. Lo sé, dragón... Para que me entiendan, yo puedo escribir una mañana cálida para la princesa, puedo hacer ropa para ustedes, puedo... no sé, encargarme de ciertos detalles, e incluso cambiar algunas cosas, pero habrá muchas otras que no podré cambiar y tendremos que arreglárnoslas todos juntos como mejor podamos para salir adelante. Princesa, ¿no te entran de pronto unas ganas monumentales de regresar a la torre? Por lo menos ahí estamos seguros de lo que va a pasar. Si, un poco. ¡No lo puedo creer! ¿Qué? Has hecho tanto alboroto, te saliste de la trama de mi cuento, pasaste por encima de mi autoridad poniéndome en ridículo enfrente del lector y has demostrado que el temible dragón del miedo casi se teme a sí mismo. ¡Oye!... Es verdad, dragón, no eres tan temible como me parecías al principio. ¿Lo ves? Has vencido al dragón del miedo, estás en la puerta de salida a lo que tanto deseaste, ¿y estás a punto de darte por vencida para regresar a encerrarte en la torre? Pues sí -dijo la princesa muy triste, pensé que era más fuerte. Después suspiró, dio la vuelta y se encaminó de nuevo a la torre, su cuerpo encorvado de pronto, hacía ver al escritor que el mundo entero pesaba sobre sus espaldas. La princesa se detuvo un momento. ¿Cómo puedo sobrevivir en un mundo sobre el que no tengo ningún control? -dijo con una profunda tristeza. Un zumbido peculiar llamó la atención del dragón. ¿Qué es eso? El dragón, haciendo bizcos, vio cómo un pequeño punto se posaba sobre su nariz. ¡Un abejorro! ¡Nadie se mueva... y yo no saldré lastimado! Dragón, por favor, ¿qué te puede hacer un abejorro? Mucho -dijo el pequeño insecto, soy el abejorro del deseo y la curiosidad. El escritor estaba sorprendido, más bien, estaba anonadado. ¿Y tú de dónde saliste? De donde salen todas las cosas -dijo el abejorro; de la vida. La princesa volteó a ver al escritor; éste sólo levantó los hombros. -Este cuento, ahora sí, ya se me salió de las manos -dijo dándose por vencido. ¿Tú no conoces a este abejorro? Es la primera vez que lo veo en mi vida. Yo nunca escribí un abejorro en mi cuento original. No pierdan de vista lo realmente importante de este asunto: ¡Lo tengo parado en mi nariz! ¡Me va a comer! Los abejorros no comen, dragón. A lo mejor éste sí. Este abejorro tampoco come, dragón. ¿Tú qué sabes? Tú no escribiste este abejorro. El dragón tiene un muy buen punto. El abejorro miró fijamente al dragón, que sólo pelaba los ojos enormes. Grandes gotas de sudor perlaban su frente. Buu! -susurró el abejorro. ¡¡Auxilio!! Salió corriendo el dragón, dando vueltas por el patio del castillo para terminar encerrándose en la torre. El abejorro soltó una agradable carcajada. El dragón asomó la enorme cabeza por la puerta. No fue chistoso. ¿Así que tú eres el abejorro del deseo y la curiosidad? Así es -respondió el pequeño insecto, regordete y simpático. He estado viéndolo todo desde lo alto de la torre y me pareció que era un buen momento para intervenir. La princesa lo miró dudosa. No me tengas miedo, princesa, soy casi inofensivo -le dijo el pequeño animalito sonriente. ¿Casi? ¿Qué quieres decir con casi? No me das miedo, abejorro, es otro sentimiento el que me provocas. ¿Me dejas pararme en tu nariz? -preguntó el abejorro tierno. ¡Cuidado, princesa! ¡La curiosidad mató al gato! El abejorro voló y se posó en la pequeña nariz de la princesOdái. Sé que estás a punto de tomar una decisión muy importante -le dijo. ¿Puedo ayudarte? ¿Cómo me podrías ayudar tú? Tienes miedo a vivir en un mundo sobre el que no tienes control, ¿verdad?. Así es, me da miedo no saber qué es lo que va a pasar. Princesa . le dijo el abejorro con gran dulzura. No puedes tener el control sobre todas las cosas, no por ahora que estás enfrentándote por primera vez a la realidad. Nada es del todo seguro, la vida se debe vivir desafiando constantemente lo desconocido, porque la vida, princesa Odái, no es estática, va cambiando constantemente. Pero no tengo el valor para afrontar eso. Imagina lo que podría ser tu vida si te atrevieras a cambiar -le dijo el abejorro entusiasmado. Imagina todo lo que podrías lograr si tan sólo te atrevieras a moverte. Imagina todo lo que hay detrás de estas rejas, fuera de este castillo. Trata de pensar que esta torre, que a veces te protege de lo desconocido, también te encierra y te priva de tu libertad. La princesa estaba perdida en sus pensamientos, se imaginaba corriendo por los prados, experimentando y haciendo cosas nuevas, soñaba con esa independencia. Deseaba, como nunca había deseado nada en su vida, ser una princesa libre. El abejorro susurró. No sólo lo sueñes, princesa, atrévete a serlo -sacudió la cola, movió las alas y un pequeño aguijón apareció. La curiosidad y el deseo a veces vencen más fácilmente al miedo que el valor -y diciendo esto pinchó la nariz de la princesa con su pequeño aguijón. ¡¡AUCHÜ! . gritó el dragón. Sentí ese piquete en mi nariz. La princesa se irguió nuevamente. No dejes de imaginar nunca todo lo que puedes llegar a ser, princesa -el abejorro voló hasta que desapareció en lo azul del cielo. Vamos dragón, ayúdame a buscar la forma de abrir esta puerta. No, me da mucho miedo. Está bien, lo haré yo sola. La princesa volteó a todas partes y de pronto se dio cuenta de algo de lo que no se había percatado antes. ¿Ya vieron el castillo? Por extraño que parezca, el castillo era muy simple; había sólo cuatro paredes enormes que formaban una barda, y en medio de ellas una sola torre. La torre donde había estado encerrada la princesa. ¿Cómo he podido vivir en un lugar tan pequeño? No hay tiempo que perder. Se acercó al enrejado y se dio cuenta que había un enorme candado oxidado que aseguraba una gran cadena a la reja. La princesa comenzó a buscar algo para abrir el candado. Dio vueltas y vueltas por todo el patio del castillo, entró y salió de la torre en incontables ocasiones, pero no pudo encontrar nada. El dragón sólo la observaba en medio del patio. ¿No me piensas ayudar dragón? ¿A qué? Yo no tengo la llave. ¿Disfrutas estar encerrado aquí? Me da más miedo salir que quedarme. ¡Por lo menos ayúdame a salir a mí! -suplicó la princesa. El dragón sólo se llevó las manos a la cara mortificado. ¿Pero cómo? ¡Valiente dragón bueno para nada! -la princesa se sentó junto al dragón mirando la puerta. No puedo creer que esté sólo a un paso de salir de aquí, y no pueda dar ese paso. Pronto se va a hacer de noche, será mejor que prenda la antorcha. El dragón se levantó y caminó hacia la pared, de donde en lo alto, colgaba una enorme antorcha. Parándose sobre sus dos patas traseras el dragón alcanzó la antorcha, inhaló profundamente y con un soplido generó una bola de fuego... ¡Capaz de derretir un viejo candado oxidado! ¿Perdón? La respuesta ha estado ahí siempre, en tus narices. ¿Me estás llamando estúpido? ¡No dragón! Literalmente en tus narices. Puedes derretir el candado con el fuego de tus narices. ¡Oh no! Anda, ven antes de que se haga de noche. Princesa... ¡no puedo! De verdad no puedo. No te puedo dejar salir, me da mucho miedo. Dragón, por favor -suplicó la princesa, No puedo, de verdad no puedo -dijo el dragón del miedo. ¡Eso es! ¿Qué es? Eres el dragón del miedo, y el miedo a estas alturas ya no me asusta. Estoy decidida a salir, porque ya no puedo vivir encerrada, porque merezco buscar cosas nuevas, porque lo peor que me puede pasar en esta vida, no es lo peor que me puede pasar en esta vida, lo peor que me puede pasar en esta vida ¡es nada! Y no me voy a sentar aquí para que no me pase nada. ¡Absolutamente nada! Ya es más mi deseo y mi curiosidad. Así es que mira, dragón -le dijo la princesa agarrándole la cabeza y mirándolo fijamente a los ojos. No te estoy preguntando. Vas a ir directamente a esa puerta y vas a soplar tan fuerte como puedas, vas a derretir el candado y voy a salir de aquí, cuésteme lo que me cueste. El dragón sólo pelaba los ojos enormes. ¡Híjoles! -dijo en voz baja y casi impactado. Nunca nadie me había hablado así. ¡Muévete! El dragón no dijo nada. Si le contesto ahorita me mata. Se dirigió a la puerta y se paró delante del candado. Pensó por un momento y refunfuñó. Está bien, está bien, lo haré. Inhaló profundamente, aguantó el aire por un momento, cruzó los dedos de las cuatro patas y se dispuso a soplar. Pero no salió fuego de sus narices. ¿Ah, no? Sólo aire. Chihuahuas. Pero de pronto el candado comenzó a temblar. ¡Mamá! El dragón corrió y trató de esconder su enorme cuerpo detrás de la princesa. ¿Qué está pasando? El candado temblaba cada vez con más fuerza, y de pronto comenzó a convertirse en polvo. Primero el candado, se desmoronaba poco a poco, después la cadena, el polvo volaba por el aire, hasta que finalmente la reja entera se pulverizó. ¿Eso quiere decir que tengo muy mal aliento? El arco que formaba la puerta del castillo estaba ahora abierto, el enrejado había desaparecido y delante de ellos se podía ver el bosque enorme en todo su esplendor. Tenemos que salir, tenemos que salir, tenemos que salir -dijo la princesa afirmándose a ella misma una y otra vez. ¿Tenemos? Me suena a mucha gente, yo me quedo aquí adentro. La princesa caminó lentamente, el dragón aterrado, se tapó los ojos, Odái se paró un momento debajo del gran arco, suspiró profundamente y dio el paso definitivo para salir del castillo. El dragón estaba sentado adentro del castillo tapándose los ojos y mirando por las pequeñas ranuras de sus dedos entreabiertos. Cuando la princesa dio el paso para salir, las paredes del castillo y la torre comenzaron a hacerse transparentes. El dragón, asustado, se tapó los ojos, ya ni siquiera quería ver por las ranuras de sus dedos. Y de pronto todo el castillo desapareció; la torre, las antorchas, el piso, las paredes... ¡todo! ¿Todo?. ¡Todo! Chihuahuas. Sólo quedó el dragón sentado en medio de una pradera verde y la princesa sonriente delante de él. La princesa era libre al fin, para vivir y ser lo que siempre había soñado. Estás loco?! ¿Por qué? ¿Cómo crees que aquí se va a acabar el cuento? A mí me parece un buen final. A mí también. Ya conseguiste lo que querías, Odái, eres libre. ¿Y? ¿Y qué? ¿Y qué más? No lo sé, princesa, mi cuento originalmente terminó... ¡hace como 24 páginas!. ¡Pero falta! ¿Qué falta?. Todo lo demás, no puede acabar aquí así como así. Este cuento tiene que terminar algún día, ¿sabes? Sí, pero no ahorita. Pero este es un buen final, estás contenta, saliste del castillo, venciste al dragón del miedo. Es un muy buen final. ¿Estás de acuerdo? Estoy de acuerdo. Que este sea... ¡un final de capítulo! -me dijo la princesa sonriente como si esa fuera una gran idea. No puedo hacerlo final de capítulo, acabo de empezar el capítulo tres. Pues tampoco puedes terminar un cuento comenzando el capítulo tres, eso es absurdo. Tal vez éste todavía es el capítulo dos. ¡No! Ya escribí el numero tres al principio de la hoja pasada. ¿No te diste cuenta dragón? No, me estaba tapando los ojos... ¿No te diste cuenta, escritor? -me contestó el dragón mal educado. Chihuahuas. Bueno, termina el capítulo y sigamos con la historia, que me muero por saber qué va a pasar. ¿En qué momento se me ocurrió escribir este cuento? ¡Acaba ya, que no aguanto más! Está bien... decía, sólo quedó el dragón sentado en medio de una pradera verde y la princesa sonriente delante de él. La princesa era libre al fin, para vivir y ser lo que siempre había soñado. (por absurdo que parezca) El castillo había desaparecido por completo, Odái y el dragón estaban entre asustados y contentos... mejor dicho, el dragón estaba aterrado y Odái estaba feliz. ¿Qué va a pasar ahora? ¿Dónde voy a vivir? -dijo el dragón atormentado. No hagas berrinche, dragón. Está bien, no hago berrinche. ¡Felicidades princesa! ¡Lo lograste! Ya estamos afuera, y ahora sí: BIEN AFUERA y sin posibilidades de volvernos a meter. ¿Por qué?... ¡Porque ya no hay donde meternos! ¿Podrías dejar de quejarte y disfrutar un poco de lo que nos está pasando? Está bien... ¡Ay, qué inusitado! -dijo el dragón irónico. ¡Wow! ¡Una pradera verde! Estoy verdaderamente realizado... era todo lo que necesitaba en la vida. El dragón corrió un poco por la pradera como saltando de flor en flor, la princesa lo miraba enojada. Y el narrador estaba muy divertido porque el dragón se veía verdaderamente ridículo. ...Y colorín colorado este cuento ui'iii no se ha acabado ¡Mmmmmm! -dijo el dragón oliendo unas flores. ¡Qué hermoso aroma! ¡Tan refrescante! -Se acercó a otro ramillete de flores y volvió a inhalar con fuerza... ¡¡Mmmmmm!! -Pero esta vez sintió que se ahogaba. ¿Qué pasa? -dijo el dragón mormado con la nariz tapada. El dragón levantó la cabeza y miró a la princesa. Del orificio derecho de su nariz salían dos pequeñas piernitas que se movían desesperadas. ¡Sáquenme de aquí! -gritó una vocecita. El dragón peló los ojos al oír que la vocecita le retumbaba en la cabeza. ¡Dragón! ¡Tienes a alguien metido en la nariz! ¿Qué hago? -preguntó el dragón mormado. ¡Tienes que soplar! Animal enorme -gritó la voz exasperada. El dragón se dispuso a soplar... inhaló con fuerza y peló aún más grandes los ojos. ¡Inhala por la boca por el amor de Dios! -gritó atemorizada la vocéenla, mientras sus piernas se hundían más en la nariz del dragón. El dragón inhaló por la boca, aguantó un momento el aire, cerró los ojos y sopló fuertemente... De su nariz salió una enorme llamarada y una pequeña bola de fuego rodó por el suelo hasta chocar contra un árbol... Al extinguirse el fuego sólo quedó acostado sobre sus espaldas... con las piernas al aire, un chamuscado, y humeante... duendecillo. Perdón, niño, no te vi. ¡No soy ningún niño! -dijo el duendecillo como enojado. ¡Tampoco soy un duendecillo! -dijo... el... pequeño... ¿hombre chamuscado? Soy el celador del castillo del dragón del miedo. ¿Eres el qué? Soy el celador -repitió el pequeño... celador molesto. Soy la persona destinada por la autoridad para ejercer vigilancia sobre el castillo del dragón del miedo. Yo soy el dragón del miedo. ¿Por qué no había oído hablar de ti antes? -preguntó el dragón sospechoso e inteligentemente. Dragón, tú no puedes narrarte a ti mismo. ¡Qué lástima chihuahuas, me había salido tan bien! En fin. ¿Por qué no había oído hablar de ti antes? -preguntó el dragón sospechoso e inteligentemente. Porque los dragones del miedo no saben casi nada -le dijo el pequeño celador. ¿Podrías dejar de llamarme pequeño celador? Me llamo Bonsái. El escritor no pudo evitar soltar una carcajada. ¿Bonsái? Está bien... entonces: le dijo Bonsái. ¿Qué quieres decir exactamente con eso de que los dragones del miedo no sabemos casi nada? Pues eso -contestó Bonsái el celadorcito. Es bien sabido que los dragones negros del miedo son ignorantes, por eso tienen tanto miedo. Ahora sí me está diciendo estúpido, ¿verdad? Y a las pruebas me remito -dijo Bonsái divertido mientras se sacudía la pequeña ropita humeante. ¿Y cuál es tu trabajo, Bonsái? Eso es exactamente lo que voy a hacer ahora -y diciendo esto, se metió detrás de un arbusto. La princesa Odái no entendía muy bien lo que estaba pasando, y el escritor tampoco. El dragón estaba sentado con el ceño fruncido, inmerso en sus pensamientos, el escritor no podría decir qué le estaba pasando por la cabeza en ese momento al dragón. ¿Será que sí me habrá querido decir estúpido? El arbusto se movía y una serie de ruidos extraños se escucharon. Después de un momento volvió a salir Bonsái. Esta vez vestía un muy bonito traje color dorado, llevaba un pliego de papel enrollado en una mano, y en la otra, un pequeño banquito de madera, con la parte superior forrada en terciopelo rojo. Caminó al centro de la pradera, donde antes había estado el castillo, subió a su pequeño banquito, se acomodó la ropa, carraspeó la garganta, desenrolló el pliego de papel y comenzó a leer muy formal y muy serio. Todos presentes en la vida -leyó, a tantos del tantos del tantos. Carraspeó de nuevo la garganta y continuó leyendo. Si el celador Bonsái se encuentra parado en medio de la pradera con su ropa ceremonial de color dorado, si está subido en su banquito de madera con aterciopelado rojo y, además, está leyendo este pergamino, será muy importante comprobar la existencia de un castillo en los alrededores. Bonsái bajó el pergamino y volteó para todas partes echando un vistazo sospechoso... después de un momento continuó leyendo. Si Bonsái sigue leyendo este pergamino es porque no hay castillos en los alrededores, por lo cual, se puede concluir de manera inequívoca que el castillo del miedo ha desaparecido y esto nos indica solamente que el dragón del miedo ha sido vencido. ¡Bravo! Se oyeron unas fanfarrias. Odái miraba sobrecogida a Bonsái y el dragón aplaudía emocionado. ¡Bravo, bravo! Yo, el celador Bonsái -continuó leyendo Bonsái, certifico dicho acontecimiento. Y con todo el poder que me confiere la ley de la vida, escrita en el gran libro de la vida, en su artículo dos millones treinta y cuatro inciso R -tomó aire, decreto y ordeno que el negro dragón del miedo, que se ha quedado sin casa, pase directamente a ser propiedad ahora, de la persona que lo ha vencido. El dragón dejó de aplaudir y la princesa volvió a abrir la boca enorme. La ley ha hablado. Enrolló el pergamino, bajó de su banquito, lo cargó y se metió de nuevo atrás del arbusto. La princesa y el dragón lo siguieron. Un momento. ¿Eso quiere decir que yo soy ahora responsable del dragón? Un momento, eso quiere decir... ¿Qué quiere decir eso exactamente? Bonsái no salió del arbusto, sólo se oía su voz. Eso quiere decir lo que dije -dijo Bonsái. La princesa tiene que hacerse cargo ahora del dragón. ¿Pero por qué? Porque esa es la ley. Pero yo no sé ni siquiera qué voy a hacer. ¿Cómo voy a hacerme responsable de este dragón enorme si ni siquiera sé qué voy a hacer yo de mi vida? Y Ese no es mi problema -dijo Bonsái desde el arbusto. ¿Podrías salir de ahí atrás y explicarme por qué? No. ¡Eíscritor! -me pidió ayuda la princesa. A mí no me veas, no puedo hacer nada. ...Y colorín colorado este cuento mili no se ha acabado Algo podrás hacer, ¿no? Haz que salga del arbusto. De repente el dragón del miedo tuvo una idea. ¿Yo? Caminó al arbusto. ¿Yo? ¡Sí, tú! ¡Camina al arbusto! Bueno -caminó al arbusto. ¿Y ahora? -mientras decía esto tomaba aire para quemar el arbusto. ¡¿Yo?! ¿No me estarás confundiendo? ¡Dios mío!... Está bien, olvídalo. El arbusto desapareció mágicamente, descubriendo así a Bonsái que estaba sentado en su banquito comiendo unas galletas. ¡Hey! ¿Qué pasa? -dijo Bonsái sorprendido. ¿Por qué me tengo yo que hacer responsable del dragón? ¡Ay Dios! -suspiró Bonsái. ¿Por qué nadie está nunca conforme con la ley de la vida? Si aprendieran a escucharla y a seguirla, las cosas serían siempre mucho más fáciles. A ver, vamos a ver. Tomó su banquito y se acercó a la princesa. Ven, siéntate -le dijo Bonsái mientras se sentaba en el banco. La princesa impaciente se sentó en el piso junto a él. Dragón, ¿te puedo pedir un favor? ¿Aja? Veme a buscar la cukarita que dejé atrás de ese árbol -Bonsái señaló el árbol más lejano que había a la vista. Sí, claro -dijo el dragón y salió corriendo. Bonsái se quedó sólo con la princesa Odái. Tú has vencido al dragón, princesa -le dijo Bonsái, pero el dragón nunca se ha mandado solo, en realidad los negros dragones del miedo no piensan por ellos mismos, se alimentan de ti, hacen lo que tú quieres, has vivido presa en esa pequeña torre tanto tiempo porque tú así lo habías decidido. ¿Yo lo había decidido así? Pero si siempre había deseado salir. Así es, lo habías deseado, pero no lo habías decidido. Estaba esperando la señal. ¿Qué señal? ¿Quién te dijo que habría una señal? -la cuestionó Bonsái. La princesa volteó a ver al escritor de una manera... non grata. No busques más culpables porque no los hay -le dijo Bonsái. Te hayan dicho lo que te hayan dicho, la única verdad es que tú optaste por creer lo que te convenía creer, y la mejor prueba está en que cuando decidiste salir, lo hiciste, te diste a ti misma la señal y dominaste al dragón del miedo. ¿Pero por qué me tengo que quedar yo ahora con él? No es que no lo quiera, pero... Ese dragón del miedo es tuyo -interrumpió Bonsái, siempre ha sido tuyo. Es un regalo que la vida te dio, pero no has sabido utilizarlo. Habías dejado que te dominara por tanto tiempo, que acabaste por creer que él era quien te esclavizaba y te mantenía atrapada, pero no es así, tú te atrapaste a ti misma. ¿Yo? ¿Pero por qué hice eso?. Eso ya no te lo puedo contestar, tú tienes que averiguarlo -le dijo dulcemente. Anda tu camino ahora y busca las respuestas. Lleva al dragón contigo, es tu responsabilidad, es parte de la responsabilidad de ser libre. Nunca se me va a quitar el miedo entonces. No, nunca. Pero el miedo puede ser bueno, ya lo entenderás. El dragón regresó corriendo, estaba agotado y jadeante. Busqué rjbr todas partes señor celador Bonsái, pero... ¿qué es una cukarita? Olvídalo, dragón, ya la encontré, gracias, -y diciendo esto tomó su banquito y desapareció en el hueco de un árbol. ¿Qué pasó? Nada, dragón, -le dijo la princesa, que por primera vez miraba al dragón con ternura y con cierta familiaridad que le provocaba un cariño inexplicable. ¿Te vas a ir? ¿Me voy a quedar solo? -preguntó el dragón mientras las comisuras de sus labios se dejaban caer y su mirada se entristecía. No, no te dejaré solo, nos vamos juntos. Pero... -la mirada del dragón cambió entre alegre y angustiadísimo. ¿A dónde? ¿Dónde vamos a vivir? ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué va a pasar? El dragón estaba aterrado. Odái lo miró un momento y sonrió. Sabía que no tenía respuestas para las preguntas del dragón, y sentía un poco de miedo por esto, pero de alguna manera confiaba en lo que Bonsái había dicho. (La ley de la vida. Si aprendieran a escucharla y a seguirla, las cosas serían siempre mucho más fáciles.) Tenía que aprender a confiar. ¿Qué vamos a comer? ¿Cómo vamos a salir adelante? No sabemos hacer nada, no tenemos dinero, no tenemos comida, no tenemos trabajo, no tenemos familia, estamos solos... El dragón continuó y continuó, dando vueltas, llevándose las manos a la cara, gritando, ansioso, angustiado, desesperado... ¿Qué puedo yo decir? Es mi dragón, y algo bueno debe de tener para mí -Odái sonrió entre contenta y asustada. ¿Qué peligros nos esperan? ¿Y si nos asaltan? ¿Y si nos raptan? ¿Y si nos comen? No tenemos casa, no tenemos un techo, estamos rodeados de bosque, el bosque puede ser peligroso... Llegó la noche y se quedaron dormidos. Habían pasado ya varias horas desde que la princesa Odái y el dragón se despertaron. Habían dado vueltas por la pradera, tomado varios caminos que se adentraban en el bosque, pero lamentablemente todos estos caminos llevaban a un lugar sin salida. Regresaban, probaban otro camino, pero éste terminaba también en una piedra, o en un árbol enorme, o en algo que les impedía seguir caminando. Después de mucho tiempo se encontraban sentados a la sombra de un gran árbol. ¿Por qué todos los caminos son como callejones sin salida? No lo sé, dragón, no lo sé. No debimos de haber salido nunca del castillo. Eso mismo estoy pensando yo. Tengo hambre. Yo también. Veo que no ha pasado mucho desde la última vez que nos vimos. Sí, han pasado muchas horas, y ahora estoy pasando mucha hambre. Hay que confiar en la vida, ¿no? Algo podré hacer... déjenme ver... ya está: De lo que la princesa Odái y el dragón no se habían dado cuenta, era que estaban descansando a la sombra de un hermoso árbol lleno de higos. Los higos me producen gases. ¡Fresas! Ricas y deliciosas fresas. Las fresas no se dan en árboles, escritor. ¡Manzanas! Era un hermoso árbol lleno de manzanas jugosas. Gracias, escritor. El dragón, levantándose en sus dos patas traseras bajó muchas manzanas para él y para la princesa. Y comieron. Provecho. Gracias. ¿Tú gustas, escritor? No, gracias, yo acabo de desayunar unos huevos con jamón. miradas una envidia creciente... pero el escritor no podía hacer nada y tendrían que conformarse con las manzanas. Cuando terminaron de comer se sentían más animados y con mejor disposición para seguir buscando un camino que los llevara a alguna parte. Aunque aún con hambre. Se levantaron y volvieron a tomar un camino. Espero que ahora sí, éste sea el camino correcto. Caminaron largo rato, a veces se detenían a descansar y continuaban. Por fin entre los árboles se distinguía un espacio abierto. La princesa se emocionó, y quiso correr, pero la enorme pata del dragón pisó su vestido. ¿A dónde vas? -preguntó el dragón temeroso. A ver qué es ese espacio que se abre a lo lejos, tal vez ya llegamos a alguna parte, dragón. ¿Y así nomás te vas a echar a correr? No seas miedoso -y diciendo esto comenzó a correr. El dragón corría tras ella. Me da más miedo quedarme solo que correr con ella. Más por miedo que por compartir con la princesa su ansiedad. De pronto el dragón sintió algo en el pecho. Esto no me gusta y me da miedo -dejó de correr y tomó a la princesa del vestido, la princesa se detuvo en seco y cayó al suelo. El escritor no podía creer lo que veía, el dragón había detenido a la princesa justo a tiempo, pues delante de ellos se encontraba un abismo, y la princesa había estado a punto de caer en el. Dios mío! -dijo la princesa reponiéndose del susto. ¡Si no me he detenido, te caes princesa, y colorín colorado este cuento, ahora sí, se habría acabado! La princesa se levantó... más bien trató de levantarse, pero no pudo porque las piernas le temblaban todavía. Vio al dragón a los ojos, éste estaba pasmado y la seguía sujetando fuertemente del vestido. Tu miedo me ha salvado la vida dragón. No me pregunten de dónde salió, porque no lo vi, pero Bonsái estaba ahí parado en su banquito. Carraspeó la garganta, extendió otro pergamino y leyó. Todos presentes en la vida -leyó, a tantos del tantos del tantos. -Carraspeó de nuevo la garganta y continuó leyendo. Si el celador Bonsái se encuentra parado con su ropa ceremonial de color dorado, al borde de un precipicio, al final de uno de los caminos que vienen desde la pradera; si está subido en su banquito de madera con aterciopelado rojo y además está leyendo este pergamino, será muy importante comprobar si está parado al borde del Cañón del Viento. Bonsái bajó el pergamino y volteó para todas partes echando un vistazo sospechoso... después de un momento continuó leyendo. Si Bonsái sigue leyendo este pergamino es porque éste es, en efecto, el Cañón del Viento. Si hay un dragón aterrado, agarrando a una princesa del vestido tirada en el suelo y si ninguno de los dos ha caído por el precipicio, se puede concluir de manera inequívoca que la princesa entiende ahora la función del dragón en su vida y sabrá apreciarlo. Oírlo cuando sea necesario y callarlo cuando la paralice. ¡Bravo! Se oyeron de nuevo unas fanfarrias. Odái seguía jadeando y el dragón dejaba salir un casi inaudible... Bravo -y volvió a tomar aire, como si con esa palabra se le fuera la vida. Yo, el celador Bonsái -continuó leyendo Bonsái, certifico dicho acontecimiento. Y con todo el poder que me confiere la ley de la vida, escrita en el gran libro de la vida, en su artículo un millón ciento veintiséis mil... -tomó aire, dos, decreto y ordeno que siga este cuento. La ley ha hablado. Bajó del banco, lo cargó y volvió a desaparecer. La princesa se levantó, el dragón no la soltaba del vestido. Ya pasó, dragón, ya me puedes soltar. Gracias. Estuvo cerca, princesa. Estaban en el Cañón del Viento, que por cierto era un lugar maravilloso. No era el Cañón del Colorado, ni el Cañón del Sumidero, pero era un cañón bastante admirable. Desde donde estaban parados se podía ver cómo se abría la tierra y al fondo del cañón un pequeño riachuelo pasaba tranquilamente. La primera sensación que sintieron al ver ese vacío fue un vértigo terrible. ¡Ay Dios, no me vaya yo a caer! -y se sujetó fuertemente de un árbol. ¡No es posible! -se quejó amargamente la princesa. ¡Otro camino sin salida y sin final! Recorrimos ya todos los caminos y no hay nada. Hemos caminado todo el día. Ya pronto va a obscurecer y no hemos logrado nada. ¿Para qué me salí de la torre? ¿De qué me sirvió si estoy peor que antes? ¿De qué se trata esto? ¿No debería encontrar algo maravilloso? No es justo. Vencí al miedo ¡y ahora estoy más atrapada que nunca! La princesa se sentó a llorar entristecida. No llores, princesa, por favor. ¿Qué hago escritor? No lo sé. ¡No vamos a salir de aquí nunca jamás! La princesa estaba verdaderamente desconsolada. Grandes lagrimones rodaban por sus mejillas. No, no digas eso princesita, mira, voy a buscar algo que nos saque de aquí antes de que anochezca, no te muevas. Ahí te la encargo, escritor. Y el dragón salió corriendo, perdiéndose entre los árboles del bosque. Pasó largo rato, la princesa lloró y lloró y lloró... hasta que no pudo llorar más. El escritor la dejó llorar porque él, en lo personal, siempre ha pensado que el llanto es muy bueno, que ayuda a desahogarse y que hay que dejar llorar libremente a las personas que lo necesitan. De repente la princesa se paró cerca del desfiladero y miró hacia la profundidad, podía ver las piedras, el riachuelo, las plantas y todo lo que la rodeaba, todo estaba ahí. ¿Cuánto tiempo lleva esto aquí? -pensó. Aunque el escritor piense que todo es posible, no dejó de sorprenderse cuando escuchó claramente que el Cañón del Viento comenzó a reírse a carcajadas, parecía que se burlaba de la princesa. ¿Cuánto tiempo llevo aquí, Odái? -dijo el cañón. Años, muchos años, mucho antes de que los padres de tus tatarabuelos pensaran siquiera tener una descendencia -parecía que el cañón estaba moviéndose lentamente, tan lento que era imperceptible, pero se movía... lo juro. He estado aquí desde que el mundo es mundo. La princesa volvió a llorar. La voz del cañón se elevó de manera sorprendente. ¡Eres una tonta! -le dijo el cañón. ¡Mírate! ¡Mira tus preocupaciones, son todas ellas tan insignificantes! Tu vida es tan corta y tan pequeña, que pasará, como todo lo que pasa, y yo seguiré aquí; transformándome poco a poco. No eres nada ante la inmensidad del universo. ¿Por qué me dices eso? ¿No ves que estoy muy triste porque todo está en mi contra? ¿En verdad crees que eres tan importante? -preguntó el cañón. ¿En verdad crees que el mundo entero se va a parar por tus problemas o por tus miedos? ¡Nunca! Aunque así lo parezca, no es así, deja de atormentarte con naderías, deja de llenar tu corta vida con miedos y angustias que no te llevarán a ningún lado. Pero si no sé que me depara el futuro. ¿Qué te importa el futuro? -rugió el cañón. ¿Por qué te afanas en buscar la seguridad en todo? De lo único que puedes estar segura es de que en unos años ya no estarás aquí, disfruta de lo que tienes. Pero si no tengo nada. Tienes todo lo que necesitas -dijo el cañón. Atrévete a vencer el vértigo que te provoca la vida y ¡¡aviéntate!! Aviéntate como el águila que se tira de su nido por primera vez para descubrir que puede volar. Aprende de ella, aprende de su confianza en la vida. Eres un ser perfecto como todo lo que te rodea, y entiende que tienes, como todo en la naturaleza, una misión específica búscala, encuéntrala y descubre en ti la razón de ser y de existir. El cañón se quedó en silencio y sólo se escuchó el viento correr, y a lo lejos... la voz del dragón gritando que había encontrado unos huevos para la cena. Van a estar muy ricos, princesa. Esa noche, la princesa no pudo dormir, las palabras del cañón le taladraban en la cabeza. ¿Qué significa mi vida? -pensaba. ¿A dónde me dirijo ahora? ¿Qué hago aquí? ¿Cómo fue que me metí o me metió la vida en esto? El viento que salía del Cañón del... Viento le susurraba al oído. Hay ocasiones en las que sólo necesitas ver un poco más allá para darte cuenta de que hay todo un mundo de maravillas, de opciones y de variedades; un mundo lleno de posibilidades. Por supuesto que no estoy segura de lo que estoy haciendo, pero nunca estaré segura de nada si no me atrevo a darme la oportunidad de hacer las cosas, de sentir y de vencer el vértigo. Volteó a ver el vacío, sintió vértigo, pero esta vez pensó diferente. Mañana te venceré, vértigo, estoy segura de eso. La princesa se acurrucó al lado del dragón, que llevaba ya varias horas dormido, descansó su cabeza en una de las enormes patas y se quedó profundamente dormida. El cañón comenzó a moverse lentamente, el escritor estaba sorprendido. Las piedras crujían, la tierra temblaba y todo se movía. Eso era todo lo que necesitaba escuchar de ti, princesa -susurró el cañón casi inaudible, tu deseo verdadero de vencer el vértigo y salir adelante. Mañana te espera una sorpresa. Diez de la mañana. Era una mañana fresca, el rocío humedecía las ramas de los árboles, el dragón abrazaba a la princesa dulcemente como protegiéndola. El escritor estaba con la boca abierta viendo el cañón... Pero ha decidido no narrar nada hasta que la princesa despierte y lo descubra primero. El escritor decidió ir a dar una vuelta mientras los dos personajes principales se levantaban. El escritor hace esto por que él, en lo personal, piensa que dormir es algo maravilloso y uno tiene que dormir lo suficiente y así reunir fuerzas para vivir. Para estar tan agobiada la princesita dormía BASTANTE bien. La princesa despertó pasadas unas cuantas horas... de hecho varias horas... Si a mí me lo preguntan, Odái es medio flojita... En fin, la princesa por fin se levantó... por ahí de las doce treinta del mediodía. Buenos días, princesa. Buenos días, escritor. ¿Cómo estás? No lo sé... un poco angustiada, un poco preocupada, un poco ansiosa... Pero nada que te quite el sueño, ¿verdad? El dragón se estiró también. Buenos días. Buenos días, dragón. Buenos días, dragón. ¿Qué aventuras nos esperan ahora, princesa? ¿Por cuáles otras fantásticas emociones nos vas a hacer pasar el día de hoy? Hoy hay mucho que hacer -dijo la princesa levantándose. Tengo que buscar la forma de vencer el vértigo de vivir y tengo que cruzar el cañón, ya estoy decidida a hacerlo. Cuando la princesa volteó no podía creer lo que veía. ¡No puedo creer lo que veo! -dijo de nuevo la princesa redundante. ¿Y ahora qué pasó? -el dragón vio el cañón. ¡Órale! El cañón se había movido durante la noche. Había subido y bajado, las piedras habían crujido y ahora un puente se alzaba enorme ante la princesa y el dragón, un puente que les permitía cruzar al otro lado. ¿Cómo pudo pasar esto? -preguntó sorprendida Odái. Confiaste en la vida, princesa, confiaste en ti -se oyó la voz del cañón. ¿Y ya? ¿Eso fue todo? Ahora se te hace fácil -dijo el cañón. Pero recuerda todas las veces que no lo has hecho, recuerda cuando te sentías desesperada o cuando te encerraste en el castillo, en esas ocasiones no confiaste en la vida, no confiaste en ti. Gracias por abrirme el camino. Yo no he hecho tal cosa -respondió el cañón. El puente siempre ha estado aquí, pero estabas tan ofuscada que no lo veías, a veces las cosas más evidentes sólo se pueden ver desde la tranquilidad, cuando aquietas tu mente y te relajas. Eso suena lógico. ¿Con quién hablan, perdón? Hablamos con el cañón, ¿no lo escuchas, dragón? No. Los dragones del miedo son sordos ante la voz de la vida -explicó el cañón. El miedo no puede oírme, y si no tienes cuidado, princesa, a veces tampoco te dejará a ti que me oigas. En muchas ocasiones la voz del miedo grita más fuerte que la voz de la vida. La princesa pensó un momento. No -respondió el cañón. No es tan fácil, princesa. ¿Qué no es tan fácil? -preguntó el escritor, que evidentemente se había perdido de algo. ¿Puedes escuchar lo que pienso, cañón? Sí, y te digo que no es tan fácil; No puedes deshacerte del dragón. ¡¿Tú pensaste eso, princesa?! Me pasó por la cabeza, fue casi inconsciente. ¿¡Alguien me podría explicar qué sucede!? ¿De qué platican? No me gusta no saber que está pasando. La solución no está en deshacerte del dragón -dijo el cañón, porque a veces la vida te hablará a través de él. Esto es más difícil de lo que yo pensaba. Nadie nunca dijo que vivir fuera fácil, princesa, pero una vez que le agarras el modo es demasiado divertido como para no hacerlo. ¿Divertido? Pero si no entiendo nada. ¿Sí saben que es de mala educación secretearse? Es muy divertido vivir -sonrió el cañón. Imagina lo que sería tu vida si lo supieras todo, si siempre supieras qué va a pasar... Sería maravilloso. Al principio sí -explicó el cañón. Pero después sería una vida demasiado aburrida. Si no me dicen qué está pasando me voy a comenzar a molestar. No pierdas más tiempo aquí, Odái, ya es hora de que te marches, sigue el puente y cruza al otro lado. ¿Y qué hay del otro lado? Eso es lo que vas a descubrir, pero sea lo que sea, bueno o malo, siempre recuerda que la vida es una gran aventura, princesa, y que siempre vale la pena vivirla. Confía. Y no te falles a ti, a mí, al escritor, a la vida y a todos los que creemos en ti tal vez más de lo que tú crees en ti. ¿Tú crees en mí? ¿La vida cree en mí? No estarías viva si no fuera así. ¿Tú crees en mí, escritor? Yo no te habría escrito si no creyera en ti, Odái... No eres exactamente lo que tenía planeado... Pero comienzo a creer que has sido mucho mejor de lo que yo esperaba. ¡Muchas gracias! ¿Y tú crees en mí, dragón? Yo creo que ya he sido ignorado mucho tiempo, no sé de lo que estén hablando y me reservo mi opinión por no estar bien informado del asunto. Sigue tu camino, princesa, y recuerda que en esta vida no hay nada que temer. El cañón se calló, una fuerte ráfaga de viento se levantó y sacudió el cabello de la princesa, alborotando su vestido. La princesa sintió el viento rozar su cara y su piel, y no pudo evitar pensar que era el cañón quien la acariciaba. No -dijo la princesa tierna y feliz, no es el cañón, escritor. Y al decir estas palabras el viento arreció como si escuchara a la princesa. Odái estaba parada al principio del puente, encima de un gran precipicio, el río se escuchaba pasar debajo a lo lejos, el cielo era azul claro, el clima era perfecto, el sol brillaba glorioso, las nubes eran más blancas que nunca, los árboles; de muchos verdes intensos y contrastantes, se movían a merced del viento... se podía sentir, se podía oler, se podía respirar sólo una cosa... ¡Vida! -dos lágrimas rodaron por las mejillas de la princesa hasta llegar a una gran sonrisa que le llenaba la cara. Al cruzar el puente el paisaje era distinto. Grandes pinos se levantaban hasta perderse entre las nubes obstruyendo el paso del sol. El piso estaba cubierto de pequeñas ramas secas que impregnaban el ambiente de un olor maravilloso y el aire era un poco frío, pero la princesa encontró sobre una piedra una manta de lana deliciosa que el escritor puso ahí especialmente para ella. Gracias, escritor. La princesa se cubrió y se adentró en el bosque, el dragón la seguía. Esto no me gusta nada, esto no me gusta nada, esto no me gusta nada, esto no me gusta nada, esto no me gusta nada, esto no me gusta nada, esto no me gusta nada, esto no me gusta nada, esto no me gusta nada... El dragón del miedo respiró, y un olor peculiar hizo que se olvidara un poco de su ataque de pánico. ¿Salchichas? Era un olor a comida. ¿Huevos? Alguien estaba cocinando por ahí. ¿Quesadillas? MMMMM -inhaló la princesa. ¿Hueles eso, dragón? Delicioso. Alguien debe estar cocinando algo aquí cerca, creo que el olor viene por allá. El dragón no lo pensó dos veces y caminó delante de la princesa. Parece que el hambre domina al miedo. Con hambre, princesa, uno es capaz de todo, hasta de escribir un libro. La princesa siguió al dragón que a su vez seguía el olor. Llegaron por fin a un claro del bosque y, en efecto, ahí estaba una pequeña mujercita cocinando en una diminuta vasijita. Hola -dijo el dragón, más con las tripas que le rechinaban que con la boca. Hola, buenos días -contestó la mujercita con alas. Soy un hada. Yo nunca le atino en este cuento. En fin; dijo el hada. Tenemos mucha hambre -dijo el dragón yendo directamente al grano. Pues llegaron justo a tiempo -contestó el hada, que segura- j mente tendría un nombre. Me llamo Pía. Un escritor nunca acaba de sorprenderse. ¿Quieren comer? -preguntó Pía. ¡Claro! Pero tienes muy poca comida en tu pequeña vasija. Tu no te fijes en eso, princesa, donde come uno comen cuatro. Hay suficiente comida para alimentar a un ejército de dragones -dijo Pía. ¿De verdad? Sólo hay una manera de saberlo, ¿cierto? -y diciendo esto saco dos platos, dos cucharas y les sirvió comida a la princesa y al dragón. Comieron la sopa alegremente, y después pidieron más. Pía les volvió a servir y comieron el segundo plato alegremente también... y pidieron más. Pía sonrió y les sirvió más sopa... después de cuatro platos estaban satisfechos. Está delicioso. ¿Cómo puede haber tanta comida en una vasija tan pequeña? Es una vasija mágica -contestó Pía. Es mi obligación darle de comer a todo el que pase por aquí. ¿De verdad? ¿Por qué? ¿Quién eres tú? Soy el hada del recuerdo -dijo Pía tapando su vasija. Cuido la Cueva del Pasado. ¿Y dónde está esa cueva? Aquí -respondió Pía naturalmente. ¿Aquí? Así es, está es la entrada de la cueva del pasado. Yo no veo nada. No, no la ves -dijo Pía. Porque sólo la pueden ver quienes quieren recordar. ¿Recordar... qué? No lo sé, cada cual tiene su propia historia que recordar. La princesa pensó un momento. ¡Oh, no! ¿Yo tendré algo que recordar? Uno no sabe si tiene algo que recordar, si lo supiera lo recordaría. ¿Entonces? Bueno -dijo Pía, cuando sientes que algo falta, cuando las cosas no van bien en tu vida, cuando estás ansiosa, deprimida, cuando tienes un vacío en tu corazón, es muy probable que algo tengas que recordar. No entiendo. No siempre somos lo que somos, en ocasiones somos lo que alguna vez fuimos. Cuéntame tu historia, lo que recuerdes. Pues no hay mucho que contar en realidad, he vivido mi vida encerrada en una torre, custodiada por el dragón del miedo. Mmmmm -Pía se rascó la barbilla. Eso es muy común. ¿De verdad? Así es, muchas personas se encierran en el castillo del miedo. Primero porque ahí se sienten seguras de alguna manera, y después acaban por olvidar que ellos mismos se encerraron ahí y les cuesta mucho trabajo salir. Pero como tú estás aquí, y como te has comido cuatro platos de sopa, debo suponer que has vencido al dragón negro del miedo... ¿es él? -preguntó Pía señalando al dragón. Así es. Pía dio vueltas mirando al dragón que estaba sentado con las patas abiertas y con cara de inocente. Es un dragón muy grande, lo has de haber alimentado por mucho tiempo. ¿Te costó mucho trabajo vencerlo? En realidad no, pensé que sería difícil pero ya en el momento fue muy fácil. También eso es normal, los negros dragones del miedo vociferan más de lo que deberían. Hola, que tal, sigo aquí sentado y estoy oyéndolo todo. Cuando te das cuenta y aprendes a controlarlos, los negros dragones del miedo son verdaderamente inofensivos. Esto es humillante. ¿Y cómo sabes que llevas encerrada toda tu vida en la torre? -preguntó Pía. No lo sé... lo supongo... ¿Desde cuándo te encerraste ahí? -volvió a preguntar. No lo sé, creo que hay muchas cosas que no sé. Eso sólo quiere decir que hay muchas cosas que debes investigar -concluyó Pía. ¿Y eso lo puedo saber en la Cueva del Pasado? Sí, muchas de las respuestas a nuestras dudas actuales se encuentran en el pasado, siempre es bueno saber de dónde vienes para entender a dónde vas. ¿Y cómo puedo entrar a la Cueva del Pasado? Primero tienes que creer en todo lo que te he dicho. Lo creo. ¿Estás dispuesta a entrar sin importar lo que descubras? La princesa dudó un momento. Yo no entraría, no sabemos los fantasmas que pueda haber en esa cueva. Dragón, por favor. El animal éste tiene razón. ¿Gracias? Adentro de la cueva hay fantasmas que pueden asustarte, hay también cosas maravillosas, pero lo que más hay son precisamente las cosas que algún día decidiste olvidar. ¿Yo lo decidí? Así es, uno decide olvidar y no volver a recordar aquellas cosas que alguna vez nos causaron dolor, miedo, angustia... Pero si las entiendo, entonces podré también entender por qué he hecho todo lo que he hecho en mi vida. Como encerrarte en el castillo. Por ejemplo. Estás entendiendo muy bien de qué se trata la Cueva del Pasado. Quiero entrar. Muy bien -dijo Pía. Una última recomendación; no importa qué tan feo se ponga allá adentro, no importa qué tan terrible sea lo que vayas a descubrir, no importa qué tan asustada o indefensa te sientas, recuerda siempre que todo está sólo en tu cabeza, que todo lo que recuerdes ya no puede hacerte más daño del que te ha hecho, y que sólo recordándolo lo podrás vencer. Puedes salir de la cueva cuando tú quieras, pero no salgas porque sientas la necesidad de huir, sal de ahí cuando verdaderamente hayas entendido. A mí me da mucho miedo entrar. Tú no vas a entrar, dragón. ¿No? ¿El dragón se queda aquí? Pensé que me podría acompañar. No -dijo Pía, el miedo nunca es bueno para entrar al pasado. Además por terrible que parezca no hay nada a qué temer, es el único lugar donde tienes que ir sola. Porque el camino de la cueva va hasta el fondo de ti misma. Yo si puedo entrar. ¿Verdad? Tampoco. ¿Si sabes lo que quiere decir sola? ¿Pero cómo se va a enterar el lector de lo que va a pasar? El lector tendrá que aguantarse, este camino es personal. ¿Aún así quieres entrar Odái? Tengo que hacerlo. Muy bien. Es hora de recordar. Y diciendo estas palabras Pía comenzó a entonar una canción con una voz... inesperada, digna de los mismísimos ángeles. La princesa entró como en trance, en realidad todos entramos en trance, la voz de Pía era maravillosa, y la canción que cantaba era una mezcla de melancolía y nostalgia. Era como una canción de cuna, pero al mismo tiempo un himno de esperanza. Era una canción que sólo podría entonar el hada del recuerdo. Las ramas comenzaron a moverse descubriendo la entrada a la cueva, la princesa no dudó un solo momento y entró en ella. Las ramas volvieron a tapar la entrada y la cueva desapareció. Mi trabajo aquí ha terminado -dijo Pía, Si la princesa recuerda será mucho más feliz. Disculpa, Pía ¿Cuánto tiempo tardará la princesa? Tardará el tiempo necesario. Esto es. ¿Y como cuánto tiempo será el tiempo necesario aproximadamente? No lo sé. Estas cosas no se deben apresurar. Y si en verdad te preocupa la princesa le darás el tiempo que necesite. ¿Está bien? Está bien. Me voy. ¿Nos podemos quedar con la vasija? ¿Qué tal que se tarda más de lo que me imagino? No queremos que la princesa nos encuentre muertos de inanición cuando salga. Sí claro, aquí les dejo la vasija, nos vemos. El hada desapareció y sólo nos quedamos el dragón negro del miedo y yo en medio del bosque. Comenzó a oscurecer. ¿Por qué no me cuentas un cuento, escritor? Bien. Era una noche muy fría, tal vez la más fría de todas las noches, Odái se encontraba sentada en la ventana de la torre más alta del castillo... ¡Un cuento que no sea éste! Mmmmm... bien. Hace muchos pero muchos años, en medio de un bosque como éste, vivían, presos de un ogro enojón, dos pequeños hermanos: Nata y Len. Su madre era una asustada Angelita... ... Nata, Len y su madre vivieron por fin en paz. La princesa no sale de la cueva. No. Cuéntame otro cuento. A ver, déjame ver, dragón... Bien. Esta es la historia de una hermosa doncella, su madre, La Culpa, la dominaba siempre y la doncella no podía enfrentarse a ella, quería liberarse de ese peso... .... y enfrentándose a su madre, la doncella pudo al fin liberarse de ese poder que la ataba, entendió que ya no era más aquella niña asustada y fue muy feliz. Y colorín colorado este cuento se ha acabado. Qué bonito -dijo el dragón, después suspiró: ¡Aaaah! -y cambió de tema drásticamente. Tengo hambre. ¿Qué te parece si tú cenas un poco de sopa, yo me voy a cenar también y nos vemos mañana en el siguiente capítulo? ¿Y si mejor vas por tu cena y yo aquí te espero? No me gustaría quedarme sólito. Está bien, dragón, voy por mi cena y regreso. Gracias. Eso allá arriba de esta página... ¿es un 10? Ya se me acabaron las torres de un solo número. ¿No tenías una torre que sólo dijera 10? Si la tuviera la pondría, dragón. Sólo tenía hasta el nueve, este cuento me ha durado muchísimo más de lo que yo creía. Sí, te entiendo, la princesa ya se tardó muchísimo. ¿No le habrá pasado algo? No creo. Pía dijo claramente que no había ningún peligro. ¿Y cómo sabemos que podemos confiar en Pía? Yo creo que deberías entrar tú a buscarla. No, yo sé lo que es hurgar en el pasado, y en verdad es un camino personal. Está bien. Cuéntame otro cuento entonces. Bien... déjame pensar... otro cuento... Érase que se era un príncipe que no quería sentir, se había encerrado en un pequeño cuarto... ¿Como la princesa en la torre? Así es. Qué original. ¿También tenía su dragón del miedo? Todos tenemos un dragón del miedo, pero este príncipe vivía en el castillo del control y la seguridad, tenía miedo de conocer gente, porque hace muchos años lo habían lastimado y no quería que eso le volviera a pasar... ¿Ése es un 11, verdad? ¿Me vas a estar preguntando lo mismo cada capítulo que pase? Sólo quería estar seguro. Pues sí. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Mucho, dragón, mucho tiempo. Pues si. Pues sí. Ya me harté de comer sopa. Y yo ya me cansé de esperar. Hola, ¿cómo están? -se oyó la voz de Pía a lo lejos, y haciendo una entrada triunfal voló posándose sobre una piedra. Desesperados. Y ensopados. Han tenido que esperar mucho tiempo, ¿cierto? Digamos que lo suficiente. Y un poquito más. Pues ya no tendrán que esperar, ya viene la princesa -y diciendo esto, Pía comenzó a cantar de nuevo. Su voz se alzaba cristalina y parecía que al oírla, los árboles, las flores, el viento y todo lo que nos rodeaba comenzaba a moverse a ese ritmo. Las ramas se movieron y la cueva volvió a destaparse. Al fondo se alcanzaban a distinguir dos siluetas que caminaban hacia la entrada de la cueva. El dragón y el escritor estaban ansiosos. Poco a poco las siluetas se hacían más claras gracias a la luz que comenzaba a iluminar sus cuerpos, eran la princesa Odái y una pequeña niña a la que sujetaba de la mano. Las dos salieron por fin de la cueva. Y esta niña, ¿quién es? -preguntó del dragón adelantándosele al escritor. Dragón, escritor, Pía -dijo la princesa muy contenta y emocionada. Les quiero presentar a alguien muy querido, alguien de quien me había olvidado por completo y a quien, gracias a la cueva, he vuelto a encontrar... -la voz se le quebró. Estaba verdaderamente sobrecogida. Paró un momento y reunió fuerzas para controlar el llanto y poder seguir hablando. Esta hermosa niña soy yo. ¿Tú? Ella es la niña que fui -la pequeña Odái se le abrazó de una pierna. Me la encontré perdida en la cueva, jugando como yo antes lo hacía, su corazón lleno de sueños... de ilusiones, y deseosa de vivir... pero presa del pasado... -la voz se le volvió a quebrar y las lágrimas brotaron incontrolables. Ya no llores Odáicita -le dijo la niña con la voz más dulce que jamás había escuchado yo antes, se abrazaba fuertemente a la pierna y recargaba su rosada mejilla en el muslo de la princesa. Ya me encontraste y eso me hace muy feliz, estar por fin otra vez contigo borra todo lo que pudiera haber sufrido, además ya me hiciste una promesa. Sí -dijo Odái sin poder controlar el llanto. Se agachó, y quedando a la altura de la niña le dijo mirándola directamente a los ojos: Perdóname si te he dejado sola, perdóname si me olvidé de ti, perdóname si he dejado que te hicieran daño y te asustaran. Nunca quise encerrarte en esa torre, nunca quise coartar tu libertad, no quise jamás abandonarte en la Cueva del Pasado, pero ya no estarás sola, mi niña, por que yo estaré contigo. Tenemos muchos sueños pendientes, Odái querida, y esta vez... te juro, de verdad te juro, que yo los voy a realizar por ti. La niña sólo la miró, los ojos se le humedecieron, una gran sonrisa se dibujó en su pequeño rostro inocente. Abrazó a la princesa con mucha fuerza. ¡Gracias, Odái, te amo! No sé cuanto tiempo duró el abrazo, las dos lloraban alegres y emocionadas, nadie se atrevió a interrumpir ese momento tan extraordinario. Pía comenzó a cantar otra vez, ya no hay palabras para describir esa voz. Y mientras cantaba, la niña Odái comenzó a convertirse en un ser de luz y, como si esto fuera lo más natural, entró en el cuerpo de la princesa que no podía dejar de llorar pero que, al mismo tiempo, sonreía como si la embriagara una de las más prodigiosas emociones. La niña se convirtió en luz y sólo se alcanzó a escuchar su voz por última vez. Nunca te olvides de mí, viviré siempre aquí, en tu corazón -y diciendo esto desapareció en el pecho de la princesa. Pía seguía cantando. Había oscurecido ya; la noche estaba repleta de estrellas, la luna llena, enorme y redonda brillaba más blanca que nunca, alumbrando el pequeño claro del bosque donde la princesa Odái lloraba a carcajadas. La princesa estaba agachada, el pelo le cubría la cara. Había dejado ya de llorar. Pía, paró de cantar y desapareció. La princesa alzó la cabeza Su rostro había cambiado por completo, en su mirada se veía: una felicidad y una paz que jamás habían brillado ahí antes. Tengo muchas cosas que hacer, he descubierto por fin por qué me encerré en la torre. ¿De verdad? ¿Y por qué fue? De nuevo, no me pregunten de dónde salió, pero Bonsái s encontraba otra vez ahí, parado en su banquito. Carraspeó 1 garganta, extendió otro pergamino y leyó. Todos presentes en la vida -leyó, a tantos del tantos del tanto; Carraspeó de nuevo la garganta y continuó leyendo. Si « celador Bonsái se encuentra parado con su ropa ceremonial d color dorado, afuera de la Cueva del Pasado, después de habe escuchado la voz extraordinaria del hada Pía; si está subido e su banquito de madera con aterciopelado rojo y además est leyendo este pergamino, será muy importante comprobar ¡ la princesa Odái ha salido ya de la Cueva del Pasado. Bons¿ bajó el pergamino y volteó a ver a la princesa... después de un momento continuó leyendo. Si Bonsái sigue leyendo este pergamino, es porque la princesa, en efecto, ha salido ya de la Cueva del Pasado. Si la cara de la princesa ha cambiado por completo, y en su mirada se ven una felicidad y una paz que jamás habían brillado ahí antes, se puede concluir de manera inequívoca que la princesa ha descubierto a la niña que fue, la ha salvado del pasado y ahora son una misma. ¡Bravo! Se oyeron de nuevo unas fanfarrias. Odái y el dragón lloraban y aplaudían emocionados. Yo, el celador Bonsái -continuó leyendo Bonsái, certifico dicho acontecimiento. Y con todo el poder que me confiere la ley de la vida, escrita en el gran libro de la vida, en su artículo cuarenta mil veinticuatro -tomó aire. Decreto y ordeno que la princesa nunca olvide esa voz que desde ahora vivirá en su corazón, y le recomiendo que siga caminando hasta llegar con el hombre más rico del mundo. La ley ha hablado. Bonsái la miró un momento, le sonrió, bajó del banco, lo cargó y volvió a desaparecer. Bien, pues sigamos el camino entonces. ¿Tienes hambre, dragón? No, estoy ensopado, y no comeré hasta que haya digerido todo lo que he comido. ¿Tú no tienes hambre, princesa? No, nada de hambre. Estoy emocionada, estoy feliz, nunca me había sentido tan plena como ahora. ¡Que bueno!, se te nota. Gracias por no haber terminado el cuento, escritor. ¿Y no descubrir a dónde vas? Jamás. Bien, ahora tenemos que buscar al hombre más rico del mundo. ¿Y te casarás con él? Suena a un muy buen partido. No sé que va a pasar, ¿y sabes qué? No saber y comenzar a descubrir puede ser maravilloso. Comenzaron a caminar adentrándose en el bosque y dejando atrás el pequeño claro donde estaba la Cueva del Pasado, y donde Pía seguramente entonará otra vez, para algún otro valiente, una canción maravillosa que rescate a otro niño del pasado. Pasó mucho tiempo, caminaron largo rato a la luz de la luna, era ya muy tarde, pero la princesa no estaba cansada, y por alguna razón el dragón no se había quejado de nada. No sé que me pasa, pero hoy no siento tanto miedo. Caminaron un rato más y se sentaron a descansar debajo de un árbol. El dragón se quedó profundamente dormido. La princesa había estado en silencio desde que habían comenzado a caminar. El escritor se preguntaba: ¿qué estaría pensando la princesa? La princesa estaba absorta en sus pensamientos... ¡¿Qué estaría pensando la princesa?! O la princesa estaba verdaderamente concentrada o ignoraba al escritor con elegante desfachatez. El dragón roncaba y dormía a pierna suelta. Y yo digo: ¡¿QUÉ ESTARÍA PENSANDO LA PRINCESA?! ¿Perdón? ¿Estabas hablando, escritor? Estaba gritando, princesa. Discúlpame, no te oí. Me di cuenta, ¿en qué estás pensando? ¡Uy! Tantas cosas... Pienso en el tiempo que he perdido asustada, en las veces que no he confiado en mí, y en las miles de veces que no confié en la vida. ¿Sabes por qué me encerré en el castillo? ¿Por qué? Porque tenía miedo a vivir... Te voy a contar la parte de mi historia que no conoces, escritor. Nunca había pensado que mi infancia fuera terrible, siempre creí que todo lo tenía claro, aún los pocos problemas que había considerado importantes los tenía bajo control, o al menos eso pensaba. Pero cuando me encontré a mí misma en la Cueva del Pasado, mi niña comenzó a decirme las cosas que ella había pensado, me contó todas las cosas por las que había pasado, pero tal y como ella las había sentido en su momento. Fue sorprendente darme cuenta de todo lo que había decidido olvidar. Y al recordarlo siento que sé un poco más quién soy, y entiendo por qué he hecho todo lo que he hecho hasta ahora. ¿Y eso cómo te hace sentir? No lo sé, todavía no llego a esa conclusión. ¿No tienes sueño? No puedo dormir, miles de pensamientos pasan por mi cabeza, estoy feliz, triste, ansiosa, miles de emociones transitan mi corazón. Intenta dormir un poco, princesa. ¿Cómo? El escritor recordó una poesía que había escrito antes, pero como no pretende usar este cuento para publicar poesía, sólo le dirá unas cuantas estrofas a la princesa porque cree que en verdad las necesita. Pon mucha atención, Odái. Ahora que todo nos parece extraño y que no encontramos una solución justo es el momento de no entender nada y dejar al tiempo lento sanador. Enfrenta las cosas después de sufridas porque el sufrimiento también es placer, sufre suficiente, sufre demasiado, pero sólo sufre lo que esté acordado porque cada causa tiene su dolor. Ya que el sufrimiento también es maestro y el diploma esfuerza, coraje y valor. Y ya por la noche obscuro derroche de preguntas mil no intentes poner tú las soluciones a tantas cuestiones que no tienen fin. Cierra bien los ojos y en sacro silencio, alza una oración no importa cuál sea, no importa tu raza ni tu religión. Y en ese silencio de tus pensamientos que ya al fin dejaron de revolotear saldrá inminente la clara respuesta de todas tus dudas que claro sentiste que te iban a ahogar. Y aquella respuesta, por más que te pese, se llama: esperar. a
desenlace :
ella tenía que buscar al señor más rico y siguió su camino , al llegar a una casa  muy humilde pregunto que quien era  el señor le dijo que era e tempo y que él era el hombre más  rico y que le tenía que dar un sobre , al abrir la princesa el sobre se dio cuenta que eran lecciones que le había dado la vida para seguí adelante , ella continuo con su camino y encontró un castillo  al parecer era de un príncipe ella al verlo quedo muy enamorada de él , a día siguiente estuvieron juntos y él le pidió que fuera su esposa , ella sin pensarlo le dijo que si y emocionada , dieron de viaje junto con el dragón , pasaron 10 años y el escritor comenzó a narrar otra vez el cuento , encontró que la princesa ya tenía 3 hijos pero por el tiempo no podía contarle nada al escritor ,,el escritor decidió que pasaran 15 años y volverla cuento , cuando regreso la princesa ya no vivía en el castillo , ya se había divorciado del rey y sus hijos eran ya mayores de edad , el escritor la busco y hablo con el dragón y luego con ella , ella le dijo que ya no quería hacer nada , salió y encontró a un hombre que la cuidaba , dice que la cuidaba porque se veía que estaba muy triste , quedaron de verse al día siguiente , paso el día y despertaron a desayunar , la princesa quería ir a un lugar que había soñado , cunado fueron encontraron a una adivina y la convenció que tenía que seguir adelante por ella misma como siempre lo ah echo

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