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Salud mental y exclusión social


Enviado por   •  31 de Julio de 2013  •  Ensayo  •  1.598 Palabras (7 Páginas)  •  534 Visitas

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Salud mental y exclusión social: reflexiones desde una estrategia política de la sanción, hacia la transformación institucional del enfoque comunitario

El de la locura y el de la cordura son dos países limítrofes,

de fronteras tan imperceptibles, que nunca puedes saber con seguridad

si te encuentras en el territorio de la una o en el territorio de la otra.

Arturo Graf

Hay un cierto placer en la locura, que sólo el loco conoce.

Pablo Neruda

Resumen

¿De qué manera se han implementado los modelos de segregación asociados a la salud mental, y de que manera se relacionan con los proceso de control social hacia las personas consideradas como desviadas de las normas o conductas estipuladas por la sociedad en su conjunto? La implementación de los antiguos modelos asilares asociados a la salud mental, se constituyeron en sus inicios, como “espacios de poder” dentro de la sociedad, en los cuales el espacio cerrado del antiguo “manicomio”, hace referencia a un funcionamiento moralizador, rectificador, regenerador y de (re)adaptación. Un espacio que extrae su fundamento en el aislamiento, pero que ha cedido lugar, en las últimas décadas, a nuevos conceptos de des-hospitalización, llamados a sí mismos “enfoques comunitarios”. Sin embargo, estos nuevos enfoques, a través de las políticas públicas y planes nacionales de salud mental, tienen que contemplar la promoción y protección de los derechos humanos de las personas con enfermedades mentales, tanto en los establecimientos de salud, como en los espacios extra hospitalarios, que es donde actualmente, la sociedad se hace cómplice de atropellos a la autonomía, privacidad, integridad física, libertad y derecho de integración de este grupo de la población.

Palabras clave: salud mental, sanción, exclusión, discriminación, derechos humanos.

Abstract

Introducción

Comienzo por aclarar que en ningún caso pretendo encerrar a la psiquiatría, en lo que frecuentemente se estigmatiza como una actividad de represión policíaca (esto sería una reducción grotesca), ni menos caricaturizar al psiquiatra como un agente del “poder” (esto sería un insulto gratuito). Bajo ningún término se pretende negar la existencia de las enfermedades mentales (biológicamente comprobables), ni acusar a la psiquiatría (por lo menos a la moderna) de ser los sirvientes de un orden social represivo. Aunque tal vez, de manera inevitable, y por culpa de mi de-formación profesional (un mal difícil de erradicar de las ciencias sociales), termine por caer en todo lo anterior, pidiendo disculpas de antemano por las sensibilidades heridas.

Es necesario afirmar (temiendo no ser políticamente correcto), que ningún sistema médico, es capaz de satisfacer, por sí solo, todas las demandas de salud que presenta una población, lo que necesariamente nos lleva a entender que el modelo bio-médico oficial (occidental), no es el único deseable y válido para comprender ciertos fenómenos. De esta forma, el sentido de este artículo, es relativizar los conceptos científico-biomédicos acerca de la salud mental, ejercicio siempre necesario, aunque a los llamados “científicos duros”, esta idea les desagrade.

Es clara la postura de la teoría funcionalista (Malinowski, 1993; Malinowski, 1948; Radcliffe-Brown, 1993), cuando ésta dice que no hay identidad sin reconocimiento social, es decir que el grupo tiene que avalar la pretensión del individuo, de otra manera ésta no se sostiene. Por lo tanto los intereses individuales se subordinan a la compleja red de relaciones sociales, estando los seres humanos conectados por un grupo definido de relaciones.

La conformación de la identidad se realizaría, según esta idea, a través de la identificación con elementos culturales (“hilvanamiento de identificaciones” según Eric Erikson [1]), a través de la capacidad del individuo de hacer suyos los distintos modelos y códigos de comportamiento a los que ha sido expuesto y con los que se ha identificado, los cuales le son dados por la cultura. Sin embargo las problemáticas personales reproducen lo que ocurre en la sociedad, por lo tanto en ultima instancia, lo que legitima la conformación de una identidad, no es la cultura, sino mas bien la sociedad (lo social).

Al analizar las formas y modelos utilizados por la sociedad para controlar todo lo que está asociado a las personas que padecen enfermedades caracterizadas como de salud mental (en especial en las culturas occidentales), sin duda alguna que nos es posible identificar elementos fundamentales planteados por las teorías contractualitas del siglo XVII y XVIII (Rousseau,1998; Hobbes, 1996), entendiendo el establecimiento político (según el Contrato Social) como un verdadero contrato entre el pueblo y los “jefes” o “soberanos” que el elije, contrato por el cual las dos partes se obligan a observar las leyes que en él se estipulan y que forman los lazos de su unión, preservando de esta manera el normal funcionamiento de la sociedad (Rousseau, 1998), vigilando y castigando (así como versa el libro de Foucault) a las personas que no se adhieran a esta figura contractual, o simplemente a las personas que no se rijan por los moldes acordados como “normales” por esta comunidad,

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