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TRatado De Los Delitos Y De Las Penas


Enviado por   •  24 de Marzo de 2015  •  896 Palabras (4 Páginas)  •  234 Visitas

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Por lo general los hombres suelen descuidar las precauciones más importantes, abandonándose a la prudencia diaria o a la discreción de aquéllos cuyo interés pueda ser oponerse a las leyes más providentes, de ventaja universal por naturaleza; y resisten asimismo al esfuerzo por el cual tienden a condensarse un poco tanto en unos el colmo del poder y de la dicha y en otros toda la debilidad y la miseria. Por lo cual, si no después de haber pasado entre millares de errores en las cosas más esenciales a la vida y a la libertad, sí después de estar cansados de sufrir los males, y llegados a su extremo, no se entregan a remediar los desórdenes que les oprimen y a reconocer las verdades más palpables, las cuales, escapan por su misma sencillez a los entendimientos vulgares no acostumbrados a analizar los asuntos, sino a recibir las impresiones de golpe, más por tradición que por examen.

Si abrimos las historias, veremos que las leyes, que son, o que deberían ser, pactos entre hombres libres, por lo general no han sido más que instrumento de las pasiones de unos pocos, cuando no han nacido de una necesidad fortuita y pasajera; es decir, que no han sido dictadas por un frío estudioso de la naturaleza humana que concentrase en un solo punto los actos de una multitud humana, considerándolas desde este ángulo visual la máxima felicidad dividida entre el mayor número. Felices son las poquísimas naciones que no aguardaron a que el lento movimiento de las combinaciones y vicisitudes humanas, hiciese suceder en el límite extremo de los males un encaminamiento hacia el bien, sino que aceleraron con buenas leyes los tránsitos intermedios; y merece la gratitud de los hombres el filósofo que desde la obscuridad de su despreciado aposento de estudio, tuvo el valor de lanzar entre la multitud las primeras semillas de las verdades útiles, largol tiempo infructuosas.

Conocidas son las verdaderas relaciones entre el soberano y sus súbditos y entre las diversas naciones; el comercio se ha animado al aspecto de las verdades filosóficas vulgarizadas por la imprenta y entre las naciones se ha encendido una tácita guerra de industrias, la más humana y digna de los hombres razonadores. Frutos son éstos debidos a la luz de nuestro siglo. Pero son poquísimos los que han examinado y combatido la crueldad de las penas y la irregularidad de los procedimientos criminales, parte de la legislación que es tan principal y que tan descuidada está en casi toda Europa. Poquísimos son los que remontándose a los principios generales, aniquilaron los errores acumulados por los siglos, frenando, por lo menos con la fuerza que pudieran tener las verdades conocidas, el excesivo libre curso de la mal dirigida fuerza que hasta ahora ha autorizado el largo ejemplo de las frías atrocidades. Y sin embargo, los gemidos de los débiles sacrificados a la cruel ignorancia y a la rica indolencia, los bárbaros tormentos multiplicados

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