Tiempos mejores
Enviado por jcpulgarinc • 6 de Junio de 2021 • Trabajo • 1.441 Palabras (6 Páginas) • 131 Visitas
Tiempos mejores
De repente, el viento de la tarde, cargado de recuerdos, como los barcos que venían en otros tiempos por el río Magdalena hasta este pueblo, excitó mi memoria ¿o tal vez mi imaginación?, No lo sé.
El caso es que recordé el gentío que se formaba a esperarlos en el puerto, muchos incluso, aunque con la certeza de que no llegaba nada para ellos, participaban de la algarabía cuando un barco atracaba allí. Probablemente querían contagiarse de la alegría de quienes sí eran los destinatarios de lo que traían las embarcaciones, o simplemente lo hacían como una distracción en medio de la calurosa rutina diaria del pueblo, y quedando el puerto a orillas de la plaza principal, tal vez se preguntaban por qué no hacerlo, igual no tenían nada mejor en que ocuparse.
Sin embargo, entre los que salían al encuentro de los barcos estaban los que simplemente querían vivir ese sentimiento inexplicable que solo se podía experimentar en el puerto de un pueblo atrapado en el tiempo. Pues si hay algo que dé más dicha que la esperanza, solo puede ser el ver como esta se hace realidad, y eso era justamente lo que sucedía en aquel lugar, cuando los cargueros llamaban por nombre y apellido a los destinatarios para que se acercaran a recibir sus encomiendas. A ellos, a quienes se querían contagiar de la alegría que embarga cuando por fin termina la espera, es a quienes más recuerdo a pesar del paso del tiempo, pues yo era uno de esos.
Recuerdo que era un sábado cuando salí al encuentro del gran barco Caldas, bautizado así por que iniciaba su recorrido en La Dorada, municipio del feliz departamento que tiene el honor de llevar el nombre de tan notable hombre, y finalizaba en Cartagena, con una o dos paradas obligadas, una en Honda y otra aquí en Mompox. Yo llevaba un sombrero y una camisa blanca, lo cual me permitía confundirme entre la multitud que desde que tengo memoria, y sin que una ley lo obligara, vestía de la misma forma.
- Pumarejo viuda de La Peña, María - Gritó el carguero.
- Presente y esperando encomienda de Honda - Gritó la viuda con satisfacción.
La carga cayó de inmediato desde la popa del barco hasta las manos del carguero encargado de entregar el paquete a doña María; esto sucedía con tal precisión que impresionaba, al tiempo que divertía, a los niños que eran llevados al puerto por sus padres.
-¿Por qué siempre cae en las manos del carguero? – se preguntaban. - Y ¿si no logra cogerla y cae al piso?- ¿Qué pasaría? – seguía preguntándose.
Tal vez esa era la razón por la que nunca se negaban a acompañar a sus padres a aquel lugar, la posibilidad de que algún día, un desafortunado carguero, no lograra atrapar con su manos la encomienda y se produjera el desastre frente a todos, era lo que más aguardaban ver en algún momento; podría decirse que era su esperanza.
Entre aquellos esperanzados niños estaba Joselito López, quien siempre me preguntaba en la escuela si había que estudiar mucho para ser carguero de un barco y no dejar caer las encomiendas que lanzaban desde la popa.
- Cuando sea grande quiero ser carguero. - Decía - Así podré viajar gratis por todo el país.- ¿Dónde nace ese barco? - Me preguntó un día.
- El Caldas parte desde el puerto de La Dorada, Caldas, de ahí su nombre.- Le contesté.
- Ya sé, - dijo - cuando sea grande quiero que un barco lleve mi nombre.- Y añadió - ¿Qué tengo qué estudiar para eso?
- Estudiar mucho - le dije entre risas.
Aquel día ignoraba los días venideros en que los barcos ya no traerían más encomiendas, pues en La Dorada, los “cachiporros” habían acusado de “chulavitas” a quienes enviaran cartas o cualquier encomienda al pueblo godo de Mompox. Con el tiempo, para evitar que llegaran liberales armados al pueblo y los volviera a tomar por sorpresa, como el fatídico día en que el fuego cruzado alcanzó la escuela, los conservadores lugareños habían prohibido que cualquier barco que viniera de La Dorada, atracara en el puerto.
- ¿En qué momento los barcos dejaron de traer esperanza para traer muerte? - me preguntaba siempre junto a la tumba de Joselito, todos los domingos que acudía a visitarla.
- Si tan solo el puerto volviera a traer encomiendas, si tan solo los únicos gritos que se volvieran a escuchar fueran los de los cargueros llamando por el apellido y el nombre a los destinatarios, seguro eso callaría los gritos en mi memoria de las mujeres corriendo, cuando avisaban la llegada de incursiones armadas de liberales en el pueblo, y de la ráfaga de fuego que recibían desde los balcones de las casas de los conservadores. Si tan solo pudiera perderme en los buenos recuerdos y olvidar los malos, volvería a sentir lo que experimentaba cuando compartía el sentimiento de alegría que se vivía en el puerto en tiempos mejores. Tal vez, si logro volver al puerto aquel día en que el carguero llamó a Doña María, y lograra quedarme allí, podría convertir esos recuerdos en realidad y convertir esta realidad en malos recuerdos que sepultaría en lo más profundo de la memoria.
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