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Transformación De La Intimidad


Enviado por   •  31 de Mayo de 2015  •  2.174 Palabras (9 Páginas)  •  167 Visitas

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Reseña crítica de la obra de Anthony Giddens: La transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas (1992) Madrid-España, Ediciones Cátedra, 2004

La principal preocupación de la obra de Giddens, La transformación de la intimidad, es cómo se constituye el sujeto en la sociedad moderna1. Aparece así planteada una de las cuestiones centrales de la disciplina sociológica y de las ciencias sociales en general: la relación entre estructura y acción o bien, en otras palabras, el nexo entre los determinantes (o aspectos) objetivos y el sujeto. El autor se inclina por el sujeto y su capacidad de acción en un contexto donde, a diferencia del orden tradicional, no existen marcos normativos externos para la constitución de su identidad. El “yo” moderno se construye así de manera reflexiva y con mayor autonomía pero, al mismo tiempo (debido a la menor presencia de las tradiciones), en medio de tensiones y angustias. La identidad o el yo es, para el autor, un “proyecto reflexivo” y como tal nunca está acabado ni completo sino en permanente reelaboración y modificación. Giddens elige como elemento central de su análisis y de su argumentación teórica, qué ocurre en relación a la sexualidad y las relaciones amorosas en las sociedades occidentales contemporáneas (en especial en las centrales o desarrolladas). La obra no está construida en base a un clásico trabajo de campo hecho por el propio autor sino que se sirve de fuentes secundarias, para ilustrar y respaldar muchos de sus principales argumentos, así como también de manuales de autoayuda, revistas de interés general, novelas y hasta incluso películas.

La transformación de la intimidad está estructurada en 10 capítulos. El primero de ellos se ocupa de mostrar como las transformaciones ocurridas en las conductas sexuales de la sociedad moderna, dieron lugar a la emergencia de nuevas formas de sentir y vivir la sexualidad. De este modo, Giddens observa una tendencia a la igualdad sexual entre hombres y mujeres (nacida en principio de la posibilidad que ofrece la modernidad, a través de los métodos de contracepción, de desligar la sexualidad a la reproducción) y que se expresa en que, por ejemplo, una mujer ahora tiene varios amantes antes de casarse, que la virginidad deja de ser un valor y que no se entrega pasivamente al dominio sexual masculino. Por otra parte, el autor señala que la homosexualidad es reconocida (como una identidad sexual distinta) y es cada vez más aceptada. Estos cambios, en el enfoque de Giddens, dan cuenta de cómo, en la sociedad actual, la sexualidad no es algo dado o impuesto absolutamente (como ocurría en épocas anteriores) por el peso de la tradición y el orden normativo. Por el contrario, la sexualidad es cada vez más una cuestión abierta y maleable (sexualidad plástica), acorde con un proyecto de construcción del yo por parte de los individuos.

El segundo capítulo del libro está dedicado al análisis y a la crítica, por parte de Giddens, de las reflexiones de Foucault en relación a la sexualidad. Lo que Giddens le reprocha a Foucault es por un lado, dejar de lado las conexiones entre la sexualidad y el amor romántico. Por otro, no tener en cuenta que los saberes generados en torno a la sexualidad no sólo constituyen un elemento de poder y control sino también posibilitan mejorar las relaciones amorosas. En definitiva, Giddens destaca el elemento emancipatorio que para el sujeto, tiene la sexualidad (su carácter plástico y su relación con el amor romántico) en la sociedad moderna. Las instituciones modernas no son vistas entonces por el autor en su aspecto represivo y de constreñimiento (como sí podría hacerlo Foucault) sino en su carácter de reflexividad, el cual transforma la vida cotidiana de los individuos y otorga nuevos marcos para la acción.

Los capítulos III y IV de La transformación de la intimidad abordan elementos centrales para sostener la hipótesis central de la obra, que son el amor romántico, la relación pura y el amor confluente. Giddens sostiene que el amor romántico es un elemento, propio de la sociedad occidental moderna, que se diferencia del amor pasión, presente en otras épocas históricas. Éste último se caracteriza por su conexión directa con la atracción sexual y la pasión, lo que implica ruptura con la rutina y el deber de los individuos. Existe así en el amor pasión un elemento disruptivo, conflictivo y desorganizador de las relaciones personales y la cotidianeidad.

El amor romántico, por el contrario, pone el acento en la proyección hacia el otro y ubica en un segundo plano la búsqueda del placer sexual. El amor romántico nace asociado a la femineidad y es exclusivamente heterosexual; tiende a ser conservador y reproductor de la cotidianeidad en la medida que se basa en un vínculo estable y que se plantea (al menos en principio) para siempre. En el amor romántico se ofrece un lugar de subordinación para las mujeres al relegarlas al hogar y separarlas del mundo exterior. Giddens muestra de que manera el amor romántico permite observar como la sexualidad se diferencia de la reproducción y el matrimonio, de la mano de la introducción de dos procesos en la sociedad moderna: la separación de la casa o vivienda y la unidad productiva, que dio lugar a la conformación de una esfera de intimidad y privacidad asociada a lo que hoy conocemos como “hogar”, y la aparición de un modelo de relación afectiva que implica ver al otro por lo que es y no por su función social (marido o proveedor económico) o por el orden normativo (institución matrimonial). No obstante, Giddens señala que el amor romántico implica una “eternización” del amor en la medida en que se idealiza al otro (se busca un “complemento”, una “media naranja”, un único amor), se proyecta un futuro (amor para siempre) y se asocia con la maternidad (constitución de una familia).

Con la relación pura Giddens define un vínculo amoroso establecido entre pares es decir, en relación de igualdad donde “se prosigue sólo en la medida en que se juzga por ambas partes que esta asociación produce la suficiente satisfacción para cada individuo” (p. 60). De este modo, la relación pura está sostenida en la medida que sea sentimental y sexualmente redituable para sus participantes. La relación pura da lugar así al amor confluente, el cual se caracteriza por la confianza recíproca y la búsqueda de la meta del mutuo placer sexual. Para esto, los individuos recurren a “las fuentes de información, consejo y formación sexual”. Giddens señala también que a diferencia del amor romántico, el amor confluente es contingente, no es únicamente heterosexual e implica una situación de igualdad emocional en el dar y recibir.

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