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Una Rosa Para Emily


Enviado por   •  16 de Junio de 2014  •  421 Palabras (2 Páginas)  •  501 Visitas

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Cuando leo este cuento, y repaso su estructura mágica y perfecta, comprendo un poco más por qué, a juicio de Borges, un cuento logrado constituye una forma literaria suprema que concentra en unas pocas páginas una potencia expresiva inigualable a la de ningún otro género. En este caso, y como sucede casi siempre en la obra de Faulkner, se nos recrea un mundo perdido, una suerte de nostalgia histórica en la que sus personajes se separan poco a poco de sus ataduras locales, de la particularidad de sus circunstancias, y del relativismo de una época, para ascender al cielo de una universalidad que los vuelve indestructibles, inmunes a los cambios, las modas, o los paradigmas de las ideologías.

La mirada de Faulkner sobre el sur americano, ese profundo Sur indómito cuyas entrañas permanecen inalterables a pesar del tiempo, es una mirada que carece de toda compasión. Del mismo modo que Coetzee ha sabido retratar su Africa más allá de la socorrida dialéctica entre verdugos y víctimas, Faulkner nos entrega la cruda radiografía de una sociedad en la que la crueldad, el racismo, los prejuicios, las divisiones de clases, pero también el coraje y la lealtad, se nos presentan bajo la forma de un drama humano continuo y salvaje al que el autor se abstiene de valorar o condenar moralmente.

Una rosa para Emily pertenece a ese universo faulkneriano donde los amos y los esclavos, los blancos, los negros y los indios, intercambian sus vidas, sus grandezas y sus miserias. La obra de Faulkner no conoce aún el lenguaje políticamente correcto, y se limita a narrar ese mundo en la efervescencia de su creación, tal como sucedió, un mundo donde el negro no es el black, sino el nigger (término especialmente odioso), en dramática convivencia con blancos e indios que se muestran en su inextricable complejidad, resistiéndose a toda clasificación maniquea.

La muerte de la señorita Emily no es cualquier muerte. Es la caída de un monumento, es decir, la caída de un símbolo que supo mantenerse erguido, impasible, sobreviviendo a los cambios y a las pérdidas que señalaron una época, la del orgulloso Sur agrario derrotado por el progresismo del Norte. El Sur, anclado en el tiempo, enraizado en el sueño telúrico de la eternidad, de la tradición incorruptible, versus el Norte liberal, industrial e ilustrado, que al proclamar la abolición de la esclavitud introdujo una novedad radical en la filosofía de la nación que se estaba inventando: la sustitución de los privilegios de la sangre y la alcurnia por los privilegios del dinero.

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