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Enviado por   •  21 de Junio de 2012  •  1.476 Palabras (6 Páginas)  •  473 Visitas

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-¿Qué es la poesía?

¿Te acuerdas?

No sé a qué propósito había yo hablado

algunos momentos antes de mi pasión por ella.

-¿Qué es la poesía? -me dijiste.

Yo, que no soy muy fuerte en esto de las

definiciones te respondí titubeando:

-La poesía es..., es...

Sin concluir la frase, buscaba inútilmente

en mi memoria un término de

comparación, que no acertaba a encontrar.

Tú habías adelantado un poco la cabeza

para escuchar mejor mis palabras;

los negros rizos de tus cabellos,

esos cabellos que tan bien sabes dejar

a su antojo sombrear tu frente, con un

abandono tan artístico, pendían

de tu sien y bajaban rozando tu mejilla

hasta descansar en tu seno; en

tus pupilas húmedas y azules como

el cielo de la noche brillaba un punto

de luz, y tus labios se entreabrían

ligeramente al impulso de una

respiración perfumada y suave.

Mis ojos, que, a efecto sin duda de

la turbación que experimentaba,

habían errado un instante sin fijarse

en ningún sitio, se volvieron

entonces instintivamente hacia los tuyos,

y exclamé, al fin:

-¡La poesía..., la poesía eres tú!

¿Te acuerdas? Yo aún tengo presente

el gracioso ceño de curiosidad

burlada, el acento mezclado de pasión

y amargura con que me dijiste:

-¿Crees que mi pregunta sólo es hija

de una vana curiosidad de mujer?

Te equivocas.

Yo deseo saber lo que es la poesía,

porque deseo pensar lo que tú piensas,

hablar de lo que tú hablas, sentir con lo que tú

sientes; penetrar, por último, en ese misterioso

santuario en donde a veces se refugia tu alma

y cuyo umbral no puede traspasar la mía.

Cuando llegaba a este punto se

interrumpió nuestro diálogo.

Ya sabes por qué.

Algunos días han transcurrido.

Ni tú ni yo lo hemos vuelto a renovar, y, sin

embargo, por mi parte no he dejado de pensar en él.

Tú creíste, sin duda, que la frase con

que contesté a tu extraña

interrogación equivalía a una evasiva galante.

¿Por qué no hablar con franqueza?

En aquel momento di aquella definición porque

la sentí, sin saber siquiera si decía un disparate.

Después lo he pensado mejor,

y no dudo al repetirlo; la poesía eres tú.

¿Te sonríes?

Tanto peor para los dos.

Tu incredulidad nos va a costar:

a ti, el trabajo de leer un libro,

y a mí, el de componerlo.

¡Un libro! -exclamas,palideciendo y

dejando escapar de tus manos esta carta-.

No te asustes.

Tú lo sabes bien: un libro mío no puede ser muy largo.

Erudito, sospecho que tampoco.

Insulso, tal vez; mas para ti, escribiéndolo yo,

presumo que no lo será, y para ti lo escribo.

Sobre la poesía no ha dicha nada casi ningún poeta;

pero, en cambio, hay bastante papel emborronado

por muchos que no lo son.

El que la siente se apodera de una idea, la envuelve

en una forma, la arroja en el estudio del saber, y pasa.

Los críticos se lanzan entonces sobre esa forma,

la examinan, la disecan y creen haberla entendido

cuando han hecho su análisis.

La disección podrá revelar el mecanismo del

cuerpo humano; pero los fenómenos del alma,

el secreto de la vida,

¿cómo se estudian en un cadáver?

No obstante, sobre la poesía se han dado reglas,

se han atestado infinidad de volúmenes, se enseña

en las universidades, se discute en

los círculos literarios y se explica en los ateneos.

No te extrañes. Un sabio alemán ha tenido la

humorada de reducir a notas y encerrar en las

cinco líneas de una pauta el misterioso lenguaje

de los ruiseñores. Yo, si he de decir la verdad,

todavía ignoro qué es lo que voy a hacer;

así es que no puedo anunciártelo anticipadamente.

Sólo te diré, para tranquilizarte, que no te inundaré

en ese diluvio de términos que pudiéramos llamar

facultativos, ni te citaré autores que no conozco,

ni sentencias en idiomas que ninguno

de los dos entendemos.

Antes de ahora te lo he dicho.

Yo nada sé, nada he estudiado;

he leído un poco, he sentido bastante

y he pensado mucho, aunque no acertaré

a decir si bien o mal. Como sólo de lo que he

sentido y he pensado he de hablarte, te bastará

sentir y pensar para comprenderme.

Herejías históricas, filosóficas y literarias,

presiento que voy a decirte muchas. No importa.

Yo no pretendo enseñar a nadie, ni erigirme en

autoridad, ni hacer que mi libro se me declare de texto.

Quiero hablarte un poco de literatura, siquiera

no sea más que por satisfacer un capricho tuyo,

...

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