Ensayo histórico sobre el reggaetón

El reggaetón terminará salvando al mundo.

Se deben haber escrito mil ensayos sobre las consecuencias de escuchar reggaetón o sobre sus efectos negativos en adolescentes, eso, por supuesto, sin olvidar cada meme o cada esfuerzo social por concatenar los términos “reggaetón”, “pobreza” e “ignorancia” en una sola oración.

Pero en verdad, ¿Puede el género musical con mayor crecimiento mundial en los últimos dos años ser tan nocivo?

Al escuchar las iteraciones más populares en contra del reggaetón, podemos identificar dos:

El primero, y quizá uno de más fuertes, es el de tachar al reggaetón como nocivo debido a su lírica machista, argumento creado por los medios de comunicación, quienes, en ocasiones, por ejemplo, olvidan hablar sobre el machismo que Alejandro Sanz o Ricardo Arjona usaron al escribir No soy una de esas y mujeres respectivamente. Por otro lado, al examinar desde la perspectiva antropológica la lírica de otros géneros populares, el heavy metal tiene posturas religiosas contrapuestas y el rock tuvo una época dorada a mitad del siglo XX donde estaba dotado de corte fascista y racista.

Al hablar de lírica musical, el reggaetón no es el único genero lleno de controversia social, pero si el más denunciado. Quienes comparten este argumento a la vez olvidan que más allá de Bad Bunny o Daddy Yankee, el reggaetón también lo integran exponentes que a través de sus letras musicales vehiculizan denuncias sociales, tales como Chayanne o Marc Anthony.

Y si en el primer argumento critica al reggaetón desde el plano ético, el segundo argumento lo hace desde el plano estético al decir que “todo el reggaetón es lo mismo”, secundado por comparaciones entre reggaetoneros con artistas clásicos como Mozart, Beethoven, Bach, y, es quizá ese, el mayor error de los críticos del reggaetón, escudarse en una posición meramente intelectual.

Si bien es cierto que en comparación de ‘Clair de lune’ de Beethoven, una pieza que demuestra un alto grado de perfeccionamiento, el reggaetón es tan solo una composición de patrones rítmicos repetitivos, pero también lo son las primeras canciones de blues y la mayoría de ritmos de raíces africanas.

El mayor error de los pseudo-intelectuales contemporáneos es pensar que se escucha reggaetón para cultivar el intelecto, cuando en realidad se escucha por la disminución de ansiedad y depresión que trae consigo el primitivo, pero bello acto de perrear.

La constante flexión de rodillas mientras se agitan vigorosamente las caderas, ayuda a regular la presión arterial, mejora la circulación, reduciendo el riesgo de enfermedades cardiovasculares y otras asociadas a la acumulación del estrés.

Un remedio como este, se convierte en oasis cuando asimilamos a los jóvenes de Latinoamérica, a quienes El País nombró como La Generación Quemada debido al inmenso estrés porque el que viven agobiados la mayor parte del tiempo, producto de la obsesión con el éxito profesional, un mercado laboral volátil, la presión paterna, el autoempleo, la ambición de estar siempre conectado con el mundo y siempre a disposición del cliente, de hacer de sí mismo una marca. 

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