Entre dos mundos Visita al Museo Colonial

Entre dos mundos

Visita al Museo Colonial

Caminar por el centro de Bogotá es una actividad de contrastes. Un lugar el cual alberga un sinfín de mundo paralelos y distantes entre sí, con una riqueza cultural impresionante y en la que se mueve historias, estratos, personajes a pasos disimiles. En la que el paso del tiempo se detuvo en las diferentes estructuras arquitectónicas del lugar. La modernidad pasó de largo e ignoró aquellas casas, conservadas hasta ahora, que se volvieron en patrimonio de la ciudad y un atractivo para los foráneos.

Entre aquellas casas que albergaron figuras nacionales, en tiempos actuales se levantan universidades, restaurantes y museos. Uno de estos últimos es el Museo Colonial. Desde mi parecer es bastante paradójico que, en tal lugar, como es el centro de Bogotá, se alce un lugar como este museo. No es en sentido negativo, al contrario, solo remarca la historia colombiana de siglos posteriores y todo el legado que dejó la época de la colonia en el país.

Nunca había entrado a este lugar, y mi primera impresión al ingresar fue volver en el tiempo unos trescientos años atrás. La estructura arquitectónica sorprendente con sus marcos de madera y sus columnas clásicas, estos detalles que rememoran una época en donde las ventanas parecían una obra de arte y posicionaba a la persona socialmente. Interesante es que el museo este dividido en salas que se distinguen entre ellas por un color propio. Cada estancia cuenta un proceso histórico de la colonia, un detalle que hace de la visita un momento agradable y entendible para el visitante.

Al entrar a la primera sala te fijas inmediatamente en su contenido artístico el cual refleja el papel que tenía en la sociedad colonial al ser parte de la política real y eclesiástica como un elemento central. Las imágenes de los santos católicos enmarcados por marcos dorados muestran como la llegada de los españoles trajo consigo una monumental carga de capital cultural a las tierras americanas y de paso como estas se lograron acoplar a este territorio.

Con mapas y fechas recibe la sala dos a sus visitantes. Aquel pedazo del museo cuenta la historia de los viajes transatlánticos emprendidos por los europeos hacia Colombia a partir de 1492, un relato importante en donde empieza a engendrarse la historia de este país en los diferentes libros y crónicas de indias. De ahí salta a la sala tres que, con su color verde cítrico, muestra la transformación que hubo en la época a raíz de todos los cambios sociales, culturales y económicos ocasionados por la llegada, principalmente, española al territorio.

El cuadro de una mujer y niño negros junto a un hombre blanco introducen a la sala cuarta que trata las labores y la educación desarrolladas en las ciudades coloniales. Pinturas y retratos de herreros, colegiales, sastres y zapateros son las figuras protagonistas de este espacio.

La sala que más me atrajo fue la última. Con su color magenta y el contraste realizado de las épocas coloniales y moderna, establece una línea comparativa llamativa entre las relaciones existentes de las manifestaciones culturales actuales y del pasado colonial. Hacer dejar a un lado las divisiones marcadas entre épocas historias y reflexionar que muchos de estos procesos sobreviven en nuestra sociedad actual.

Este recorrido por el museo refleja que la sociedad colombiana sigue siendo, en algún modo, colonial. Costumbres, ritos, acciones siguen siendo en esencia parte de la colonial pero que han trastocado la vida actual de los colombianos. Aspectos marcados en gran medida en la sociedad que es poco probable que queden enterrados en la historia.

Nuevas concepciones

Visita al MAMBO

Aquel edificio que se alza en pleno centro de la ciudad, cercano a la Torre Colpatria, al Planetario de Bogotá y Plaza de Toros, contiene en su interior una nueva forma de ver la realidad a través del arte. Junto al aire bohemio que imprime el barrio la Macarena y la resistencia de algunas estructuras a aceptar el paso de tiempo, esta obra arquitectónica de Rogelio Salmona marca un punto de interés cultural y abre la posibilidad de entender a nuestra sociedad moderna desde otra perspectiva.

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