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Guiones Del Sargento Canuto


Enviado por   •  7 de Julio de 2015  •  7.932 Palabras (32 Páginas)  •  888 Visitas

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La escena en Lima en 1838.

Sala en casa de DON SEMPRONIO pobremente amueblada.

Escena I

JACOBA y NICOLASA:

JACOBA (Quitándose la saya.): ¡Jesús, niña, qué calor! , ¡Qué saya tan ajustada! , No he visto cosa prestada , que buena sea. ¡Ay, Señor!, ¡Qué demonio! ¡Si te digo , que he estado toda la tarde, con más rabia...! Dios me guarde de semejante enemigo. ¡Caramba!, pues no es petardo que nada pueda una hacer, con libertad! ¿Puede haber, mayor martirio? ¡Estoy que ardo!

NICOLASA: Pero, Jacoba, ¿qué ha habido? Cosas del viejo, sin duda... .Si es preciso estarse muda, cuando él está divertido.

JACOBA: No, Colasa, ese demonio de Canuto, ese borrico que de cuanto yo practico ha de dar fe y testimonio, es el que me ha hecho pasar la tarde más endiablada. ¡Si estoy tan acalorada que no puedo ni aun hablar! Pegado a mí como liga se ha estado este majadero, diciéndome que lo quiero y se lo oculto; fatiga me ha dado oírlo, Colasa. ¡Qué gritos, qué dicharachos! ¡Qué torcerse los mostachos! ¡Qué contonearse! ¡Qué traza tan extravagante! ¡Necio! ¿Yo había de hacerle caso? Vaya al diablo el candidaso que le oiga tanto adefesio.

NICOLASA: Si yo hubiera estado allí, no sufro sus necedades, y le digo claridades.Que lo pongo como ají. ¡Buena soy yo!

JACOBA: ¡Y qué!, ¿tú piensas que se hubiera corregido? ¡Si estos hombres son y han sido, Colasa, muy sinvergüenzas!

NICOLASA: No, nunca es malo, porque son tales estos villanos, que si una les da las manos, luego se toman el pie; y más, al que no se estima, no se le calla, Jacoba, porque juzga que una es boba y al instante se va encima.

JACOBA: De modo que, según veo, ya no puedo divertirme, porque ha dado en perseguirme este hombre en todo paseo. Bien sabes que si yo salgo sólo es por ver a Pulido... ¡Pobrecito! ¡Qué aburrido estaba por decirme algo de sus amores! Don Juan también en el cuarto estuvo, y con los ojos anduvo buscándote con afán, desde el instante que entró; y no viéndote, al descuido, me dijo: « ¡Qué!, ¿no ha venido la hermana de usted?», y yo conociendo que, al no te, se puso como enojado, le dije: «En casa ha quedado con un catarro muy fuerte.» Se serenó, y al instante se despidió cortésmente, y quedamos solamente, en el cuarto, yo, mi amante, el tal Canuto y el viejo. El uno no despegaba de mí sus ojos; volaba el militar; y perplejo, nuestro padre no perdía de vista a ningún torero, relatando con esmero la diferencia que había de este tiempo al de Abascal; y poniendo por los cielos a un tal «No muchos pañuelos”, a Breña, y a Cantoral... ¡Ah!, se me estaba olvidando contarte lo más preciso. ¿Sabes que ese hombre tan liso con Pulido está rabiando y que está con él celoso? En verdad, tiene razón; porque le tengo pasión, y hago bien, que es muy buen mozo. Yo esperaba a cada instante que alguna camorra armara. ¡Jesús, Dios mío, qué cara le ponía!

NICOLASA: Habrá tunante! Y dime ¿con qué derecho te toma celos ese hombre? ¡Jesús, niña, hasta su nombre aborrecible me ha hecho!

JACOBA: Sólo porque le da gana.

NICOLASA: Cierto, que es cosa de ver que, a la fuerza, ha de querer casarse contigo, hermana. Estos tales militares quieren ser como la espuma, porque cargan una pluma y tres o cuatro alamares.

JACOBA: ¡Ay, niña!, mira, lo puso como el suelo; dijo que era un mocito calavera; un pícaro volantuzo, y qué sé yo... tanta cosa, que si todo fuera cierto, ya estaría el pobre muerto y metido en la carroza.

NICOLASA: Pon, niña, pronto remedio; dile que en vano se cansa; que pierda toda esperanza porque a ti te causa tedio. Háblale claro; más vale que se descubra el pastel, y no que vaya al cuartel y que lo quieres propale; que ande tu honra por los suelos; y al fin y al cabo, Pulidono quiera ser tan sufrido y empiece a pedirte celos. Si lo que contigo pasa, Jacoba, conmigo fuera, como el agua le dijera que no viniera a esta casa. ¡Gracias a Dios!, nadie iguala a Juan ni lo rivaliza, que si no, más que de prisa, lo mandara en hora mala.

JACOBA: ¿Cómo quieres que le enrostre esas cosas? Nuestro padre...

NICOLASA: El viejo por más que ladre se callará, al fin y al postre.

JACOBA: Lo haré como me lo dices.

NICOLASA: Sí, Jacobita, al momento; y es preciso que el intento a Pulido luego avises, por si tuviera el asunto algún fatal resultado. Pero no hay que dar cuidado, que acá, en mis mientes, barrunto que todo saldrá muy bien; y si no, Jacoba, al fin habrá la de San Quintín, que te ayudaré también. Pero creo que allí viene, con nuestro padre, Canuto. Aquí dejar a ese bruto por ahora es lo que conviene, que nuestro plan muy en breve se pondrá en ejecución, cosa que de un torozón el demonio se lo lleve.

Escena II

DON SEMPRONIO y CANUTO:

(Entran DON SEMPRONIO y CANUTO.)

DON SEMPRONIO (Borracho.) : Canuto, ¡si hubieras visto a un Zapata!, ¡a un Monteblanco! ¡A un banderillero Franco! Éste sí que era hombre listo.

CANUTO: Vayan a un demonio todos, los toros y toreadores, y también los defensores de esa diversión de godos. ¡Pues estoy fresco!

DON SEMPRONIO: Y Corujo, que a la primera estocada hacía al toro ensalada? Vamos, parecía brujo.

CANUTO: ¡Pero hombre...!

DON SEMPRONIO: ¡Y Beque! ¡Y Pizí!

CANUTO: ¡Qué Beque ni qué canastos! ¿Quiere usted todos los fastos del Acho sacarme aquí?

DON SEMPRONIO: ¡Y aquel negro de la pica!

CANUTO:¡Canastos!, ¡que vaya el negro, Pizí y usted también, suegro, a picar uvas en Ica!

DON SEMPRONIO: ¡Caramba! ¡Hombre, y los despejos! ¡Y esos bailes!, ¡esas cenas! Canuto, cosas muy buenas hemos visto acá los viejos.

CANUTO: ¡Voto a bríos! La paciencia, don Sempronio, se me agota.

DON SEMPRONIO: Vamos, una media bota pagaba ahora.

CANUTO: ¡Qué demencia! Dígame usted, por San Pablo, ¿me caso o no con Jacoba?

DON SEMPRONIO: Pero, hombre, ¿quién te la roba?

CANUTO: ¡Canastos, lléveme el diablo con la pachorra y la calma...! ¿Y ese mocoso tunante...? Si un paso me da adelante le voy a romper el alma; lo agarro y...

DON SEMPRONIO: ¡Flema, Canuto Sí, flema, y ten ancho pecho, que tú has de ocupar el lecho de Jacoba.

CANUTO: ¿Y cómo un bruto, sin decir una palabra, me he de quedar entre tanto? ¡Vive Dios!, que si levanto el brazo, ha de hacer que le abra la bayoneta una brecha, que le haga, sin ponderar, todo un regimiento entrar por izquierda y por derecha. Mire usted, esta discordia

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