Jamás en nuestro país existirá, al parecer, una culpa colectiva, una responsabilidad social, en la que cada uno desde su lugar se sienta un poco comprometido.

“Jamás en nuestro país existirá, al parecer, una culpa colectiva, una responsabilidad social, en la que cada uno desde su lugar se sienta un poco comprometido. Siempre es y será más fácil echarle la culpa al otro. Lo que sucedió esa noche es un punto y nos involucra a todos”, denuncia el epílogo del libro “El Otro Omar Chabán”, en relación a lo sucedido el 30 de diciembre de 2004 en el boliche República Cromañón, donde murieron 194 personas durante un recital de la banda de rock “Callejeros”.

En agosto de este año 10 de los 14 condenados fueron liberados, entre ellos los integrantes de la banda, cuya inocencia es tema de debate desde el día cero e incluso genera grietas en el grupo de sobrevivientes y familiares que se unieron ante el dolor. “A los pibes no los mató una bengala, ni el rock and roll. A los pibes los mató la corrupción” y “La música no mata” fueron algunas de las banderas que acompañaron las distintas marchas reivindicando la inocencia de los músicos. ¿Qué pasa con la responsabilidad como artistas?

Los músicos podrían justificarse, como lo hacen, desde la inconsciencia de no haber magnificado el riesgo que se corría o victimizándose, como también hacen, a raíz de la muerte de familiares y amigos. Patricio Fontanet, líder y cantante, declaró sentirse responsable pero no culpable porque hasta su propia vida corrió riesgo. Por ende Chabán, quien también estaba presente esa noche junto a su hermano y dos sobrinos, también sería responsable y no culpable, pese a haber coimeado a inspectores de seguridad, haber permitido que ingresen al boliche el doble de personas permitidas por la habilitación, y pese a haber cerrado con candado una de las salidas de emergencias que impidió la evacuación del lugar. Él estaba ahí y su familia también.

Dejando a un lado a quienes hayan usado pirotecnia esa noche, ¿cuántos conocimientos sobre prevención y seguridad son necesarios para advertir el peligro que genera que haya bengalas encendidas en un lugar cerrado? Pese a que judicialmente no pudo comprobarse el incentivo de la banda para el uso de ellas, ni tampoco la complicidad para repartirlas dentro del establecimiento, sí existe un video que muestra como delante del escenario había pirotecnia encendida y el recital continuó con naturalidad. “Hichtkoc nos enseñó que al público lo maneja el que está del otro lado”, señaló Ronnie Arias y agregó: “vos sos el que permite o no permite”. “Si en un recital Charly dice ‘si no se arrodillan no toco’, la gente se arrodilla”, ejemplificó Pipo Cipolatti sobre el poder de quien está arriba del escenario.

La Justicia necesita pruebas concretas y es por eso que allí también se generan contradicciones por su responsabilidad: primero, absueltos y luego, condenados. Se encuentran en libertad hasta que otro tribunal confirme, o no, la condena. Incluso, serían 11 los liberados si no fuera porque el baterista, Eduardo Vázquez, paradójicamente, prendió fuego a su mujer, Wanda Taddei.

Las actitudes de Callejeros también son discutibles moralmente por la reacción ante la desgracia. Silvia Bignami, la mamá de Julián Rozengardt, víctima fatal de la tragedia, expresó que ella no dejó a cargo de una banda de rock el cuidado de su hijo, pero que no puede considerarse a Callejeros y al público de la misma manera, no solo por el grado de responsabilidad, por ejemplo, con la sobreventa de entradas, sino por distintas actitudes como ser: el no acercarse a los familiares de las víctimas, el no intentar sacar gente de Cromañón esa noche, el no hacerle una denuncia al ex Jefe de Gobierno Aníbal Ibarra y sí a tres padres de víctimas y el tener como defensor a un ex abogado del Gobierno de la Ciudad, traicionando así sus propias letras. Además, afirmó: “querellar al de la bengala es una estafa moral a sus seguidores”.

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