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LIBRETO DE PROHIBIDO SUICIDARSE EN PRIMAVERA


Enviado por   •  27 de Junio de 2013  •  7.388 Palabras (30 Páginas)  •  10.441 Visitas

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• Guión:

Acto Primero

NARRADOR: En el Hogar del Suicida, sanatorio de almas del Doctor Ariel. Todo es aquí extraño, consolador y confortable: el mobiliario, la plástica, el enlozado, la disposición indirecta de las luces acristaladas. En las paredes, bien visibles, óleos de suicidas famosos reproduciendo escenas de su muerte: Sócrates, Cleopatra, Hitler, Larra.

Sobre un claro jardín de sauces y rosales, un enrejado. Un lago, visible en parte, un fondo lejano de cielo azul y montañas jóvenes nevadas. Interior al sanatorio yace una galería oscura, con una pesada puerta de herrajes, y sobre ella, una inscripción que dice: "Galería del Silencio" .En frente, otra semejante, clara y sin puertas: ”Jardín de la Meditación”… (Silencio)

En escena, el Doctor Roda, de aspecto inteligente y bondadoso y Hans, su ayudante, con bata de enfermero de rostro y palabra mortalmente serio. El Doctor, al lado de una mesa volante de trabajo, revisa sus ficheros.

Doctor, Hans, Dama, Amante

Doctor:

Desengaños de amor, 8. Vidas sin rumbo, 4. Catástrofe económica, 3. Muerte de un familiar... cocaína... ¿No tenemos ningún caso nuevo?

Hans:

El joven que llegó anoche. Está paseando por el parque de los sauces, hablando a solas.

Doctor:

¿Diagnóstico?

Hans:

Dudoso. Problema de amor. Parece de esos curiosos de la muerte que tienen miedo cuando la ven de cerca.

Doctor:

¿Su ficha?

Hans:

Aquí está.

Doctor (leyendo):

Sin nombre. Trabaja en un banco. Veinticinco años. Desengaño de amor, un romántico; no creo que sea peligroso. De todos modos, vigílelo. ¿Ha ido a ver a la señora del pabellón verde?

Hans:

¿La Dama Triste? Está en el jardín de la Meditación.

Doctor:

¿Vigilada?

Hans:

¿Para qué? ha visitado todas nuestras instalaciones: la de los ahogados, el bosque de suspensiones, la sala de gas perfumado... Todo le parece excelente, pero no se decide por nada. Sólo le gusta llorar.

Doctor:

Tranquilo, déjela.

Hans:

Pero es que igual le ocurre al profesor de Filosofía. Ya se ha tirado tres veces al lago, y las tres veces ha vuelto a salir nadando. Perdóneme doctor, pero creo que ninguno de nuestros huéspedes tiene el propósito serio de morir. Temo que estamos fracasando.

Doctor:

Paciencia, Hans. La Casa del Suicida está basada en un absoluto respeto a sus acogidos. Esperemos.

Hans:

Esperemos…La Dama Triste. (La Dama Triste LLEGA del jardín de la Meditación.)

Dama:

Perdóneme, Doctor...

Doctor:

Señora...

Dama:

He seguido sus consejos con la mejor voluntad he llorado toda la mañana,.. . Y nada. Cada vez me siento más cobarde.

Hans (animándola):

¿Ha visto usted nuestro último muestrario de venenos?

Dama:

Sí, los colores son preciosos, pero el sabor debe ser horrible.

Hans:

Puede añadirle un poco de Menta

Dama:

No lo sé,… ¡Ah, morir es hermoso, pero matarse! Dígame Doctor: al pasar por el jardín he sentido un mareo extraño. Esas plantas, ¿no estarán envenenadas?

Doctor:

No; todavía no hemos descubierto la manera de envenenar una flor.

Dama:

Lástima, ¡sería tan bonito morir así!

ENTRA Amante:

Buenos días..(Grita y se esconde, todo tímido)

Doctor:

Buenos días. ¿Ha elegido usted ya su procedimiento?

Amante:

No, todavía no. (Pensaba.)

Hans (ofreciendo la mercancía como en un bazar).

Tenemos un sauce especial para enamorados, un lago de leyenda...

Amante:

¿Para qué tanto? Cuando la vida pesa basta con un árbol cualquiera.

Hans (apresurándose a tomar nota en su cuaderno):

Ah, muy bien. "Suspensión". Perfectamente. .¿Número de cuello?

Amante:

Treinta y siete de largo (en una reacción brusca)

¡Oh, ya cállese, no debo oírle! Tiene usted la frialdad de un funcionario. Es odioso oír hablar así de la Muerte. (Transición.) Perdón...

(SALE. Saluda a la Dama Triste con una inclinación de cabeza.)

Dama:

¿Otro desesperado? ¡Qué pena, tan joven...! ¿Algún desengaño de amor?

Doctor:

Así parece.

Dama:

¡Pero si es un niño! De todos modos, dichoso él. ¡Si yo tuviera al menos una historia de amor para recordarla! (SALE.)

Hans:

Y así todos. Mucho llanto, pero matar no se mata ninguno.

Doctor:

Esperemos, Hans.

NARRADOR: Sale Hans. El Doctor Se dispone a tomar unas notas. Pero se me interrumpido por el grito de mujer. De la Galería del Silencio sale corriendo Alicia, una muchacha, apenas mujer, de dulce aspecto. Viste con una sencillez humilde y limpia. Viene espantada, como huyendo de un peligro inmediato.

Alicia y el Doctor

Alicia:

¡No! ¡No quiero morir..., no quiero morir! (Al ver al Doctor, que acude a ella.) ¡Paso! ¡Déjeme salir de aquí!

Doctor.

Calma, muchacha, ¿Adónde va usted, Alicia, verdad?

Alicia:

No sé: ¡al aire libre!... ¡a la vida otra vez! ... ¡Déjeme! (Volviéndose sobresaltada, silencio mientras camina en círculos.

(Se pasa una mano por la frente)

¿Quién es usted?

Doctor:

El Doctor Roda, director de la Casa. Tranquilícese.

Alicia:

¿Por qué hacen ustedes esto? Esos árboles extraños, con cuerdas colgadas, esa música invisible, esa Galería negra (señala a la galería del silencio) que da vueltas y vueltas... ¡Es horrible!

Doctor:

Tranquila, es lo que sienten muchos, pero le aseguro que nada de eso es verdad.

¿Por qué ha venido aquí? ¿Sabe dónde está?

Alicia:

Fue anoche. No podía más. Estaba sin trabajo hacía quince días. Tenía hambre: un hambre dolorosa y sucia… (pausa) en eso un hombre… me asaltó y me dijo una grosería atroz… me golpeó y… Y rompí a reír como una loca, hasta que caí sin fuerzas sobre el asfalto, de asco, de vergüenza, de hambre,… insultada...

Doctor:

¿Trabajaba?

Alicia:

Más de lo que podía resistir. ¡Y en tantas cosas! Primero fui enfermera: pero no servía: le tomaba demasiado cariño a mis enfermos, ponía toda mi alma en ellos. Y era tan amargo después verlos morir... o verles curar, y marchar para siempre.

Doctor:

Comprendo.

Alicia:

No, comprende nada. Aquí los árboles y las montañas, no pueden comprender

...

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