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Los Tres Pelos De Oro Del Diablo.


Enviado por   •  27 de Septiembre de 2012  •  1.376 Palabras (6 Páginas)  •  633 Visitas

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(La escena está vacía. Entra el Presentador).

PRESENTADOR.-

Querido e ignorante público-y no es que os llame ignorantes, no- es que ignoráis la terrible historia que hoy se presentará ante vosotros y que nos llevará hasta el mismo infierno.

(Suena un trueno y el Presentador da un salto de puro susto).

PRESENTADOR.-

Todo comienza en un reino en el que gobierna un rey malvado e injusto.

(Entra el Rey).

REY.-

¿Yo malvado?, ven aquí que te voy a enseñar lo que es ser malo de verdad. ¡Ven aquí!

(El Presentador sale corriendo de escena y el Rey tras él).

(Vuelve a entrar el Presentador).

PRESENTADOR.-

El rey era malvado con su propia hija, que creía vivir en el mismo infierno.

(Suena trueno, para susto del Presentador).

REY.-

(Que entra).

¡Estás aquí, cucaracha rastrera!, ya te enviaré yo al infierno.

(Trueno, los dos personajes quedan inmóviles un instante).

REY.-

¡Ven aquí!

(De nuevo, el Presentador sale corriendo de escena y el Rey tras él).

(Entran la Princesa y Juan, cogidos de la mano).

PRINCESA.-

Juan, hoy mismo le diré a mi padre el rey que queremos casarnos.

JUAN.-

A ver qué dice cuando se entere de que no te vas a casar con un príncipe.

PRINCESA.-

No creo que vaya a enfadarse por eso…

REY.-

(Que entra).

¡Traición!, ¿qué brujería has usado con mi hija para que quiera casarse con un plebeyo cualquiera, un cara de sapo, un cobarde que no tiene dónde caerse ni vivo ni muerto?

PRINCESA.-

¿Papá…?

REY.-

Tu no digas nada. Ya hablaremos en el castillo. ¿Y tú qué dices alcornoque con orejas?

JUAN.-

Su hija y yo nos queremos.

REY.-

Y yo quiero más oro y ahora estoy hablando con un mameluco como tú.

JUAN.-

Haré lo que sea con tal de poder casarme con su hija.

PRESENTADOR.-

(Que asoma por un extremo del escenario).

Esto se va a poner feo.

(Sale).

REY.-

¿Lo que sea?, eso me gusta.

(Ríe).

Necesito oro. Añoro más oro.

(Ríe).

¿Lo que sea, eh? Bien, sólo te casarás con mi hija si me traes tres pelos de oro del mismo diablo y un saquito de oro para pagar los gastos de la boda.

PRINCESA.-

¡Papá!

REY.-

Silencio, hija; que estamos hablando entre hombres. ¿Qué dices, patata famélica?, ¿te falta valor, verdad?

JUAN.-

Para conseguir esos tres pelos, tendría que ir hasta la casa del diablo.

REY.-

Si, jovenzuelo; tendrás que ir hasta el mismísimo infierno.

(Suena un trueno).

(Juan y Princesa dan un salto en el sitio. El Rey ni se inmuta).

REY.-

Cuántas veces le habré dicho a tu madre que no pruebe las judías para desayunar. Vamos hija, este ratoncito tiene miedo.

JUAN.-

Iré hasta la casa del diablo y le traeré tres pelos de oro.

REY.-

Y un saco de oro.

PRINCESA.-

¡Papá!

REY.-

Hija, pareces una charanga de música; todo el día con el papá, papá, tararí, papá…

(Suena una charanga de música).

¡Silencio!

(Se detiene la música).

Pues ni una palabra digamos de más. Y dale recuerdos al diablo cuando le veas. ¡Vamos, hija!

PRINCESA.-

Me gustaría despedirme de él.

REY.-

Cuando regrese de su viaje ya le dirás lo que quieras.

JUAN.-

Cuando regrese de mi viaje te querré aún más.

(El Rey coge a su hija de la mano y sale a rastras con ella, que hasta que sale no deja de mirar a Juan y éste a ella; ¡así es el amor!).

JUAN.-

Y ahora hasta la casa del mismísimo diablo. ¡Menudo día!

(Sale Juan. Entra el Presentador).

PRESENTADOR.-

Nuestro amigo Juan caminó durante varios días. Su misión era ya de todos conocida, pues ya se sabe que la mala suerte de los demás corre de boca a oreja, aún más rápido que el viento.

Tanto caminó que llegó a la frontera del país vecino…

GUARDIA.-

(En off).

Tanto hablar, tanto hablar… Podrías ayudarme con la barrera.

PRESENTADOR.-

Bueno, bueno; voy.

(Sale el Presentador y al poco entra con el Guardia y juntos arrastran una barrera roja y blanca, en la que puede leerse un cartel que pone “frontera”).

GUARDIA.-

Es que me obligan a llevármela a casa cuando termino el turno, para que nadie la robe.

PRESENTADOR.-

Juan está a punto de llegar. Me voy.

GUARDIA.-

Y yo me quedo.

(Sale el Presentador).

(Entra Juan).

GUARDIA.-

(Tose para aclararse la voz).

¡Alto!, nadie puede entrar al País del Diablo.

JUAN.-

Es que debo pasar.

GUARDIA.-

¡Qué fastidio!, y yo no te puedo dejar pasar; ¿qué hacemos?

JUAN.-

Yo paso y usted no mira.

GUARDIA.-

Sólo si resuelves un problema: dime por qué la fuente de la plaza de mi pueblo, de la que antes manaba vino, ahora no da ni agua.

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