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MÚSICA, SONIDO MARCACIÓN TELÉFONO ANTIGUO Y PASOS


Enviado por   •  17 de Abril de 2018  •  Trabajo  •  5.231 Palabras (21 Páginas)  •  149 Visitas

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CONTROL:

MÚSICA, SONIDO MARCACIÓN TELÉFONO ANTIGUO Y PASOS

NARRADOR:

Estamos en el año 1964. Los señores de López viven en un chalet de un barrio residencial de Madrid donde todo es lujoso, caro, bueno, cómodo y abundante. Cortinas, alfombras, cuadros y muebles dan la impresión de estar así, en su sitio, desde hace ya muchos años. Es de noche y solo hay una lámpara encendida. Por una de las puertas entra Teresa, la sirvienta, y se acerca al teléfono. Empieza a marcar un número, pero de pronto se arrepiente y se echa a llorar. Jacinta, la ama de llaves, entra por otra puerta.

TERESA:

(Llora)

JACINTA:

¿Qué haces, Teresa?

TERESA:

Estoy llorando, Jacinta.

JACINTA:

¿Para qué?

TERESA:

Para nada. Para llorar.

JACINTA:

Sería conveniente que dejases de hacerlo.

TERESA:

(Dejando de llorar) Bien. Ya está. Ya he dejado. Y ahora, ¿qué hago?

JACINTA:

Ahora explícame por qué estabas llorando.

TERESA:

Sería muy largo de contar, Jacinta... Son problemas de muchachas jóvenes.

JACINTA:

Y sin embargo, hoy debías ser feliz: tienes tu noche libre y vas a salir con tu novio.

TERESA:

Eso sí; pero, sin embargo...

JACINTA:

Sin embargo, ¿qué?

TERESA:

No, no quiero seguir hablando.

JACINTA:

Pues vamos a preparar los televisores de los señores que faltan pocos minutos para “Patrulla de diamantes”.

TERESA:

¿Los señores siguen enfadados y sin hablarse?

JACINTA:

En efecto. Están a dieta de diálogo.

TERESA:

¿Y usted cree que es justo que los señores estén enfadados porque el señor derramó una copa de anís en este sillón y manchó la tapicería?

JACINTA:

No, no es justo, Teresa. Pero, de todos modos, tenemos que preparar las cosas según es costumbre en los días de enfado. Ande, vaya usted colocando el aparato de la señora que yo voy a avisar al señor.

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

TERESA:

No hace falta. Ya está aquí.

JERÓNIMO:

Buenas noches.

JACINTA:

Buenas noches señor. “Patrulla de Diamantes” va a empezar de un momento a otro.

JERÓNIMO:

Muy bien, muchas gracias... Pueden ustedes apagar la luz.

TERESA:

Con el permiso del señor, voy a avisar a la señora.

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

MERCEDES:

No hace falta que me avise. Ya estoy aquí.

JACINTA:

Con el permiso de los señores, nos retiramos.

CONTROL:

PASOS ALEJÁNDOSE Y SONIDO TELEVISORES.

JERÓNIMO:

Esto es bastante estúpido.

MERCEDES:

Le ruego que baje usted el tono de su voz.

JERÓNIMO:

Y usted el de su aparato. Por cierto... ¿En el suyo salen puntos blancos en la sotana del sacerdote? Porque en el mío sí.

MERCEDES:

Si quiere usted, puede mirar en mi aparato.

JERÓNIMO:

No olvide que estamos enfadados.

MERCEDES:

Pero al menos en el mío no salen puntos blancos.

JERÓNIMO:

Bien, como usted quiera.

MERCEDES:

¿Por qué no apaga su aparato?

JERÓNIMO:

Solo apagaré el mío con la condición de que apagues tú también el tuyo.

CONTROL:

APAGAR SONIDO TELEVISORES.

MERCEDES:

No sé lo que vamos a hacer ahora.

JERÓNIMO:

Podemos hablar, si te parece.

MERCEDES:

¿Para oírte decir siempre las mismas simplezas?

JERÓNIMO:

Lo que ocurre, Mercedes, es que no nos podemos aguantar. Y mira que yo te quiero. Pero no te trago hija.

MERCEDES:

Es exactamente igual lo que me pasa a mí contigo. Y además, desde que nos casamos no has salido de casa.

JERÓNIMO:

Ni tú tampoco.

MERCEDES:

Antes de conocerte a ti ya estaba yo harta de dar vueltas por Kansas City. Y por Jamaica.

JERÓNIMO:

Igual que yo.

MERCEDES:

Y por Montecarlo, donde encontré un objeto curioso.

JERÓNIMO:

¡A mí! Bostezando junto al ventanal del hotel.

MERCEDES:

Y yo bostezaba en el ventanal de al lado.

JERÓNIMO:

Mientras con el mejor quitamanchas francés tratabas de quitarte una mancha de salsa tártara que había caído en tu mejor vestido…

MERCEDES:

Aún conservo ambas cosas. El quitamanchas y la mancha.

JERÓNIMO:

Que tampoco te ha servido para limpiar la tapicería del sillón.

MERCEDES:

No me recuerdes tu torpeza al servirte el anís, Jerónimo. (Pausa) A veces me pregunto si lo que nos pasa a nosotros es que no tenemos amigos.

JERÓNIMO:

Cuando los teníamos nos aburríamos todavía más. Yo estoy pensando que, puesto que no nos podemos tragar, lo mejor sería que nos divorciáramos…

MERCEDES:

Pero para eso tendríamos que tener un motivo especial, y no lo tenemos. Si me engañases con otra, todavía…

JERÓNIMO:

¿Estás loca? Tú eres la que me debías engañar, que eres más joven. Yo el otro día había pensado envenenarte. Pero después de morir tú me quedaría lo mismo de aburrido.

MERCEDES:

Lo que nos hacía falta ver eran caras nuevas.

JERÓNIMO:

¿Y si tomáramos huéspedes?

MERCEDES:

Sería estupendo.

JERÓNIMO:

Pero bastante incómodo.

MERCEDES:

No, si ya te digo que esto nuestro es bastante grave.

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

TERESA:

Con el permiso de los señores.

MERCEDES:

¿Qué quiere Teresa?

TERESA:

En la puerta hay una señorita que pregunta si los señores admiten huéspedes.

JERÓNIMO:

¿Has oído, Mercedes?

MERCEDES:

Sí, es raro. Sobre todo cuando hace unos minutos precisamente… ¿Y no se habrá equivocado de dirección?

TERESA:

Trae en un papel apuntadas las señas.

MERCEDES:

¿Qué hacemos Jerónimo?

JERÓNIMO:

Bien… Dígale que pase, Teresa.

TERESA:

Sí, señor.

CONTROL:

PASOS ALEJÁNDOSE.

MERCEDES:

Debes reconocer que todo esto es muy extraño. Acabábamos de hablar en broma de la posibilidad de admitir huéspedes, y de repente llaman a la puerta y se presenta una señorita solicitando ser admitida…

JERÓNIMO:

Solo puede tratarse de una equivocación, Mercedes…

MERCEDES:

¿Y no será algo distinto? Yo estoy segura que en la vida hay alguien que escucha siempre nuestras palabras…

JERÓNIMO:

Déjate ahora de pensar cosas raras, Mercedes.

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

ELVIRA:

Buenas noches, ¿puedo pasar?

JERÓNIMO:

Claro que sí, adelante. La doncella nos ha dicho que ha venido usted preguntando si admitimos huéspedes en esta casa.

ELVIRA:

Sí señor. Estas son las señas que me han dado.

MERCEDES:

¿Y quién le ha dado a usted esta dirección?

ELVIRA:

El taxista.

JERÓNIMO:

¿Qué taxista?

ELVIRA:

Acabo de llegar en el tren y en la estación he tomado un taxi. Le di al taxista la dirección de un hotel que me habían recomendado. Pero como a mí eso de los hoteles me molesta mucho, ya en el camino se me ocurrió preguntarle al taxista si él conocía alguna pensión. Me dijo que los señores de López, en Olmos, número 12, aceptaban huéspedes. Entonces decidí que lo mejor sería venir aquí directamente. Y ahí está esperando en la calle.

MERCEDES:

¿Quién está esperando?

ELVIRA:

El taxi. He dejado dentro el equipaje.

JERÓNIMO:

Voy a llamar a Jacinta.

CONTROL:

TIMBRE.

JACINTA:

¿Llamaba señor?

JERÓNIMO:

Mire usted, Jacinta. El taxi en que ha venido esta señorita está en la calle esperando. Dígale al taxista que haga el favor de pasar.

JACINTA:

Sí, señor. En seguida.

CONTROL:

PASOS ALEJÁNDOSE.

ELVIRA:

Yo creo que me debía marchar. Puede que se haya equivocado de casa… Porque no admitan ustedes huéspedes, ¿verdad?

JERÓNIMO:

Hasta hoy, no. Pero hace un momento, justamente, estábamos pensando en ello…

ELVIRA:

Qué casualidad ¿no?

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

JACINTA:

Señor… En la calle no hay ningún taxi esperando.

ELVIRA:

¡Pero yo dejé en el taxi dos maletas!

MERCEDES:

¿Y usted está segura que vino en un taxi?

ELVIRA:

¿Y para que iba yo a engañarles?

MERCEDES:

Habrá que llamar a la Policía, Jerónimo. Es un truco para apoderarse de su equipaje. ¿Cómo era el taxista?

ELVIRA:

Pues era más bien delgado. Joven, rubio, guapo… había algo extraño en él. Creo que tenía alas.

MERCEDES:

Entonces no era una estafa, sino lo que yo pensé al principio.

JERÓNIMO:

¿Y a que ha venido usted a Madrid, señorita?

ELVIRA:

¿A Madrid? Pues, realmente no lo sé. Se me ocurrió de pronto. Estaba yo sola en casa y sentí unos deseos terribles de venirme a Madrid. Y esta mañana emprendí el viaje y al llegar aquí,  ha ocurrido todo esto… La verdad es que no comprendo nada…

MERCEDES:

Pues anda que nosotros…

JERÓNIMO:

¿Y tiene usted familia?

ELVIRA:

No. No tengo a nadie.

MERCEDES:

¿Y de dónde viene usted?

ELVIRA:

El caso es que ahora, con tantas emociones, no lo recuerdo bien…

JERÓNIMO:

¿Cómo es posible que no lo recuerde? ¿Tiene el billete ahí de ferrocarril?

ELVIRA:

Espere que mire en el bolsillo… Sí, aquí lo tengo. De Plasencia a Madrid, en segunda clase.

JERÓNIMO:

Y con fecha de hoy, bien. ¿Llevaba objetos de valor en el equipaje?

ELVIRA:

Sí, claro. Mis joyas y todos mis vestidos. Mi ropa interior…

MERCEDES:

Jerónimo, si no llamas tú a la Policía seré yo quien la llame.

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

TERESA:

Señora. Han llamado a la puerta y he abierto. Pero en la puerta no había nadie. Solo dos maletas que han dejado en la entrada.

ELVIRA:

¡Las mías!

JERÓNIMO:

Señorita, vaya a ver si esas maletas son suyas y si no falta nada.

ELVIRA:

Sí.

TERESA:

Señorita, venga conmigo.

CONTROL:

PASOS ALEJÁNDOSE.

MERCEDES:

Jerónimo. Aquí pasa algo.

JERÓNIMO:

¿Y si nos han oído las criadas y han planeado esta broma?

MERCEDES:

¿Y con qué objeto? Además, la chica es mona y tu muy cómodo. Puedes haberte buscado una aventura a domicilio.

JERÓNIMO:

¿Y me he ido a Plasencia a buscarla? Vamos, ¡tú estás loca!

MERCEDES:

Entonces, no discutamos más Jerónimo. Se trata de un milagro. Creo que esta señorita la ha enviado Dios a nuestra casa. Para arreglar nuestra soledad. Nuestro aburrimiento…

JERÓNIMO:

¿Es que tú crees que a mí me va a divertir esta señorita que viene de Plasencia? No, hija no. Hay que echarla.

MERCEDES:

No podemos hacer eso de ninguna manera. Nos castigará Dios.

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

ELVIRA:

¡Eran mis maletas! ¡Y está todo! ¡No falta nada! Claro que, lo único malo, es que ahora tendré que buscar otro taxi.

JERÓNIMO:

¿Por qué?

ELVIRA:

Para marcharme… Es que no les he dicho la verdad.

JERÓNIMO:

¿Ah, no? ¿Y cuál es la verdad?

ELVIRA:

Que me he escapado de Plasencia.

MERCEDES:

Por favor, señorita… Haga el favor de sentarse y explíquenos todo…

ELVIRA:

¿Se han fijado? Ha caído azúcar en este sillón.

MERCEDES:

No es azúcar. Es una mancha que ha echado mi marido y que no hay quien la quite.

ELVIRA:

¿Ésta de aquí? Pero si solo es azúcar. ¿Ven? La sacudo un poquito y ya no queda nada.

MERCEDES:

¡No queda ni la señal! Bueno, pues después de todo, creo que tenemos habitaciones libres… Y creo que aquí, en casa, podrá encontrarse cómoda.

ELVIRA:

Pero esto será muy caro.

MERCEDES:

Pues, por ser para usted, le pondremos de precio 300 pesetas.

ELVIRA:

Entonces, ¿me aceptan?

MERCEDES:

Voy a dar instrucciones para que preparen la habitación.

CONTROL:

TIMBRE

TERESA:

¿Llamaba la señora?

MERCEDES:

Prepare una habitación para la señorita, que se queda con nosotros. La más confortable.

TERESA:

Bien, señora. (Comienza a llorar)

MERCEDES:

¿Qué hace? ¿Qué le pasa a usted?

TERESA:

Nada, señora. Lloro.

MERCEDES:

¿Y por qué llora?

TERESA:

Porque debo recordarles a los señores que hoy tengo mi noche libre.

MERCEDES:

Cuando se tienen huéspedes no existen noches libres, Teresa. Cuando acabe usted de arreglar la habitación podrá marcharse.

TERESA:

Si, señora. Perdóneme…

MERCEDES:

Yo misma iré a ayudarla. Volvemos enseguida.

CONTROL:

PASOS ALEJÁNDOSE.

JERÓNIMO:

Siéntese aquí, en el sofá. Estará más cómoda.

ELVIRA:

Siento mucho lo que ha pasado.

JERÓNIMO:

No tiene por qué preocuparse.

ELVIRA:

Y en cuanto a mi historia, es que no quería contarla delante de su esposa, ¿sabe?

JERÓNIMO:

Y… ¿Por qué se ha escapado de Plasencia? ¿Qué hacía allí? ¿Dónde vivía? ¿Con quién?

ELVIRA:

¿No le importa que se lo cuente todo mañana? Hoy estoy demasiado cansada.

MERCEDES:

Hola, si quiere ya puede subir a su dormitorio.        

ELVIRA:

Gracias, con el permiso de ustedes…

CONTROL:

PASOS ALEJÁNDOSE.

JERÓNIMO:

No te he escuchado llegar ¿Por qué estabas vigilando?

MERCEDES:

¿Vigilando yo?

JERÓNIMO:

Sí, tú. Comprenderás que si se trata de un milagro, como piensas, no debes desconfiar de esta señorita, ni muchísimo menos de mí. Además, yo creo que es tonta de capirote.

MERCEDES:

Si, un poco tonta parece… ¿Pero cómo entonces ha podido quitar la mancha? Hay alguien, que no sabemos quién es, pero que está por encima de nosotros y nos ha enviado a esta señora para romper nuestra soledad.

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

JACINTA:

Señores… Han llamado a la puerta, he abierto y un señor me ha preguntado que si tenemos habitaciones libres.

JERÓNIMO:

¡Pero no es posible! Despídale usted.

MERCEDES:

¡Oh, no! Aunque solo sea por curiosidad, debemos recibirle. Dígale que pase, Jacinta…

JACINTA:

Sí, señora.

CONTROL:

PASOS ALEJÁNDOSE.

MERCEDES:

En realidad tengo miedo, Jerónimo.

JERÓNIMO:

Y yo.

MERCEDES:

Si te parece, podemos llamar a la Policía.

JERÓNIMO:

No, déjate ahora de la Policía. Después de lo ocurrido, hay que llegar hasta el final. Y tener valor.

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

CRISTÓBAL:

Con permiso.

MERCEDES:

Adelante. Pues usted nos dirá.

CRISTÓBAL:

Me han dicho que admiten ustedes huéspedes, y por eso estoy aquí.

MERCEDES:

¿Y quién se lo ha dicho?

CRISTÓBAL:

El taxista que me ha traído.

JERÓNIMO:

¿Le está esperando fuera?

CRISTÓBAL:

No. ¿Para qué iba a esperarme? Son 300 pesetas por la pensión completa, ¿no?

JERÓNIMO:

Exactamente.

CRISTÓBAL:

Pues de acuerdo entonces. ¿Me podrían enseñar la habitación?

MERCEDES:

Dígame una cosa antes. ¿Cómo era el taxista?

CRISTÓBAL:

¿Cómo dice usted?

JERÓNIMO:

Tenemos contratados varios taxistas para que hagan propaganda de nuestra casa y nos gustaría saber cuál de ellos ha sido.

CRISTÓBAL:

Ah, pues era como albino.

MERCEDES:

Y, ¿tenía alas?

JERÓNIMO:

¿Alas? Ustedes dicen cosas que no entiendo.

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

ELVIRA:

¿Se puede?

JERÓNIMO:

Pase.

ELVIRA:

Vengo encantada. La habitación es preciosa.

MERCEDES:

Me alegro mucho de que le guste. Y le voy a presentar a un nuevo huésped.

ELVIRA:

Con mucho gusto.

CRISTÓBAL:

Lo mismo le digo.

MERCEDES:

Por cierto, que ninguno de los dos nos ha dicho todavía el nombre…

ELVIRA:

Yo me llamo Elvira de Jesús.

CRISTÓBAL:

Y yo Cristóbal.

MERCEDES:

Y dígame… ¿A qué se dedica?

CRISTÓBAL:

Soy viajante, estoy esperando un destino.

MERCEDES:

Entonces, ¿el motivo de este viaje

CRISTÓBAL:

Exactamente no lo sé. Anoche me pusieron una conferencia a Barcelona diciéndome que me desplazara aquí, a Madrid, para un asunto urgente, y he venido…

MERCEDES:

¿Y no sabe quién le puso esa conferencia?

CRISTÓBAL:

Pues realmente, no. Me dijeron de parte de una gran firma.

MERCEDES:

Interesante…

CRISTÓBAL:

El caso es que me mandaron el billete de tren y un dinero para los primeros gastos.

MERCEDES:

¿Y ellos saben tu dirección? Es decir… ésta.

CRISTÓBAL:

Pues no. Es curioso, pero me dijeron que no me preocupase, que ya me encontrarían.

MERCEDES:

Naturalmente. Ellos lo encuentran todo.

CRISTÓBAL:

De todos modos, me han dado un número de teléfono para que yo los llame. Una pregunta, ¿tardaremos mucho en cenar?

MERCEDES:

Voy a disponer las cosas para que nos sirvan cuanto antes. ¿Me acompañas, Jerónimo?

JERÓNIMO:

¿Para qué?

MERCEDES:

Quisiera consultarte algo sobre el postre.

JERÓNIMO:

Bueno, vamos. Con el permiso de ustedes…

CONTROL:

PASOS ALEJÁNDOSE.

CRISTÓBAL:

Oiga.

ELVIRA:

¿Qué?

CRISTÓBAL:

¿No nota usted un poco raros a estos señores?

ELVIRA:

Yo creo que ninguno de los dos está bien de la cabeza. No vea la cara que me ha puesto porque he quitado un poco de azúcar que había en el sillón.

CRISTÓBAL:

Y, además, hablan de un taxista que tiene alas.

ELVIRA:

Tenga cuidado, porque siempre están escuchado detrás de las puertas. Estoy oyendo pasos.

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

MERCEDES:

Su habitación está preparada, señor. Si quiere usted acompañarme para verla…

CRISTÓBAL:

SÍ, señora.

MERCEDES:

La cena va a estar enseguida, señorita…

ELVIRA:

No se preocupe… No tengo prisa…

MERCEDES:

Bueno, pues acompáñeme por aquí Don Cristóbal.

CONTROL:

PASOS ALEJÁNDOSE Y ACERCÁNDOSE.

JACINTA:

¿La señorita desea tomar un aperitivo antes de cenar?

ELVIRA:

No, muchas gracias.

JACINTA:

¿Su padre era de Burgos?

ELVIRA:

No. De Vigo

JACINTA:

Gracias. Buenas noches.

CONTROL:

PASOS.

JERÓNIMO:

(Susurrando) ¿Qué?

JACINTA:

Su padre no era de Burgos, sino de Vigo.

JERÓNIMO:

Y, sin embargo, esa cara me recuerda a alguien.

JACINTA:

A Cosme, ¿verdad?

JERÓNIMO:

Sí, a Cosme.

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

MERCEDES:

¿De qué habláis?

JERÓNIMO:

Comentaba con Jacinta todo esto que está ocurriendo.

MERCEDES:

A esta gente nos la ha enviado Dios.

JERÓNIMO:

¿Pero puede saberse para qué?

MERCEDES:

Para averiguar eso, sólo tenemos que esperar.

CONTROL:

MÚSICA ENTREACTOS Y SONIDO PAJARITOS.

JACINTA:

Buenos días, señor.

JERÓNIMO:

Buenos días, Jacinta. ¿Dejaste el dinero sobre la mesilla de noche de la chica?        

JACINTA:

Sí, señor. Las doscientas mil pesetas que usted me dio. Dentro de un sobre, en el que escribí bien claro: “Para Cosme”.

JERÓNIMO:

Bien. Pues ahora sólo nos queda esperar el resultado. Estoy seguro de que esta chica es la hija de Cosme que nos ha encontrado.

JACINTA:

Y entonces, ¿quién es el otro?

JERÓNIMO:

Pues la verdad es que no tengo ni idea de quién puede ser. A ver, pongamos en orden nuestras ideas.

JACINTA:

Sí, señor…

JERÓNIMO:

Cuando te tomé a mi servicio, yo era rico porque mi abuela sufragaba todos mis gastos. Y derrochaba el dinero, suponiendo que al morir ella me dejaría toda su fortuna.

JACINTA:

Pero a última hora su fortuna se la dejó a un asilo de ancianos pobres.

JERÓNIMO:

Con lo cual, a mí me hizo la pascua. Y entonces fue cuando se me ocurrió robar en la joyería de Cazorla hermanos…

JACINTA:

En cuyo robo yo le ayudé.

JERÓNIMO:

Sin embargo hubo que buscar a alguien que se ocupase de la parte técnica del asunto.

JACINTA:

Y en un bar de los barrios bajos encontramos a Cosme.

JERÓNIMO:

Y todo salió bien, a excepción de que a Cosme le pescaron y no tuvo más remedio que cantar.

JACINTA:

Pero como no sabía nada de nosotros, sólo pudo dar nuestras señas personales, lo cual no fue suficiente para que nosotros fuésemos encontrados.

JERÓNIMO:

En el extranjero vendemos las joyas y, en un par de meses, nos gastamos todo aquel dinero. Pero yo empiezo a jugar en todos los Casino de Europa y gano una fortuna. Conozco a Mercedes, más rica aún que yo. Nos casamos. Ella se empeña en volver a España. Y para evitar que alguien nos reconozca, convenzo a mi mujer de que salir a la calle es una tontería.

JACINTA:

Mientras que Cosme, en la cárcel, tampoco sale.

JERÓNIMO:

En las pocas conversaciones que tenemos con Cosme, además de saber que es de Burgos, nos enteramos que tiene una hija de ocho años, la cual tendrá ahora aproximadamente la misma edad que esta señorita que ha venido.

JACINTA:

Pero, ¿a qué viene?

JERÓNIMO:

Por la parte del dinero que le corresponde a su padre.

JACINTA:

Y ahora, ¿cuando encuentre el dinero sobre la mesilla de noche?

JERÓNIMO:

Se lo guardará en el bolso y se irá sin decir esta boca es mía. Ya hemos puesto el cebo y ahora sólo nos queda aguardar el resultado.

JACINTA:

Aguardemos, entonces.

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

MERCEDES:

Hola, buenos días.

JERÓNIMO:

Buenos días.

MERCEDES:

¿Has hecho tu gimnasia sueca en el jardín?

JERÓNIMO:

No, iba a hacerla, pero me he entretenido hablando…

MERCEDES:

¿Y de qué hablaban ustedes? De los huéspedes, claro... ¿Y qué? ¿No han hecho ningún otro milagro esta noche?

JACINTA:

Que sepamos, ninguno.

MERCEDES:

¿Si ahora resulta que son dos impostores? Habrá que llamar a la Policía.

JERÓNIMO:

¿Quieres dejar a la Policía en paz?

MERCEDES:

¿Y qué? ¿Se han despertado ya, o aún están durmiendo?

JACINTA:

No lo sé, señora.

MERCEDES:

Pues vaya usted a enterarse.

JACINTA:

Sí, señora.

CONTROL:

PASOS ALEJÁNDOSE.

MERCEDES:

Jerónimo. Creo que estamos haciendo las cosas muy mal. Sobre todo tú. No podemos quedarnos tan tranquilos ni tan indiferentes. Tenemos que poner algo de nuestra parte. Vamos, que tenemos que colaborar.

JERÓNIMO:

¿Colaborar en qué?

MERCEDES:

He pensado mucho durante la noche. Y he llegado a la conclusión que si estos señores han venido aquí no es para acompañarnos.

JERÓNIMO:

¿Para qué ha sido entonces?

MERCEDES:

Para que nos enamoremos de ellos locamente. Tú de la chica y yo del chico. Y que de nuevo tengamos ilusión en la vida. Y que renazca en nosotros el deseo de gustar a alguien. De coquetear. De querer y ser queridos…

JERÓNIMO:

No te entiendo.

MERCEDES:

Pues es bien sencillo. Que yo debo coquetear con don Cristóbal y tú con Elvira.

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

CRISTÓBAL:

¿Se puede?

MERCEDES:

Pase, pase…

JERÓNIMO:

Buenos días.

CRISTÓBAL:

Hola, buenos días…

MERCEDES:

¿Qué tal, don Cristóbal, qué tal?

JERÓNIMO:

¿Ha descansado usted bien?

MERCEDES:

¿Estaba la cama bien mullida?

CRISTÓBAL:

Muy bien mullida, sí señora.

MERCEDES:

JERÓNIMO:

Todas las camas de esta casa están muy bien mullidas. Sobre todo la mía, ¿usted sabe? Y muy calentita y muy acogedora.

Eso no es coquetear, Mercedes. Eso es ser una desvergonzada.

CRISTÓBAL:

Me gustaría saber de qué hablan ustedes. Porque es que nunca me entero aquí de nada.

MERCEDES:

Lo que yo quería decirle es si le hago a usted tilín.

CRISTÓBAL:

¿Y por qué me iba usted a hacer tilín, señora?

JERÓNIMO:

Mi mujer siempre ha pretendido hacerle tilín a alguien.

CRISTÓBAL:

A propósito de tilín, ¿ustedes me permiten que hable por teléfono?

MERCEDES:

Claro que sí. Ahí está el aparato.

CONTROL:

PASOS Y MARCACIÓN TELÉFONO.

CRISTÓBAL:

Oiga… ¿Cómo? ¿Qué ese número es el de la Parroquia de los Desamparados? Claro que he marcado bien. Pues la verdad es que no lo entiendo. Bueno. Muchas gracias, y usted perdone.

CONTROL:

SONIDO COLGAR TELÉFONO

CRISTÓBAL:

Es muy chocante todo esto. Me dan el número de teléfono para que yo les llame y ahora resulta que ese número pertenece al a Parroquia de los Desamparados.

JERÓNIMO:

¡Apuntaría usted mal el número…

CRISTÓBAL:

Lo apunté muy bien. Y hasta hice que me lo repitieran dos veces. Ahora bien: por cualquier circunstancia, he podido tener un fallo, y voy a buscar de nuevo el papel donde lo apunté… Vuelvo en seguida…

CONTROL:

PASOS ALEJÁNDOSE.

MERCEDES:

Este señor es bastante raro.

JERÓNIMO:

Mercedes, me parece que todo esto es más grave de lo que yo pensaba.

MERCEDES:

¿Por qué?

JERÓNIMO:

Porque sí. Un número puede estar equivocado. ¿Pero por qué ha de salir una parroquia?

MERCEDES:

Ha salido eso porque son unos enviados de Dios…

JERÓNIMO:

Me niego a creerlo, Mercedes.

MERCEDES:

¿Y qué hacemos entonces?

JERÓNIMO:

No lo sé. Me doy por vencido. Y hasta que no baje de su dormitorio la otra señorita, no sabré a qué atenerme. Ella sólo puede tener la clave del enigma.

MERCEDES:

¿La señorita? Entonces esperemos a que baje. Pero no olvides coquetear con ella.

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

ELVIRA:

Hola, buenos días.

JERÓNIMO:

Buenos días.

MERCEDES:

¿Qué tal? ¿Ha dormido usted bien?

ELVIRA:

Sí, perfectamente. Toda la noche de un tirón.

JERÓNIMO:

¿Mullida la cama?

ELVIRA:

Sí, mucho.

MERCEDES:

La de mi marido también es muy mullida. Porque no sé si usted sabrá que él duerme en una habitación y yo en otra.

JERÓNIMO:

¡Mercedes, por Dios! ¿Y qué señorita? ¿Qué le ha parecido a usted la mesilla de noche?

ELVIRA:

Bien…

JERÓNIMO:

Es una mesilla de noche muy completa. ¿A la señorita le ha parecido suficiente?

MERCEDES:

¿Pero qué es lo que le va a parecer suficiente?

JERÓNIMO:

La mesilla. Porque si no, le ponemos otra.

ELVIRA:

No, muchas gracias. Así está bien.

JERÓNIMO:

En ese caso, ahora se marchará, ¿verdad? Y querrá telefonear ¿no?

ELVIRA:

Pues sí. Pero un poco más tarde. A las doce.

MERCEDES:

¿A quién va a telefonear, si dice que no conoce aquí a nadie?        

ELVIRA:

A un antiguo amigo.

JERÓNIMO:

¿Y qué le va a decir? ¿Que la mesilla era suficiente y que ya está todo arreglado?

ELVIRA:

No entiendo.

MERCEDES:

¿Pero otra vez vas a empezar con la mesilla? Anda, Jerónimo, lo mejor será que nos vayamos al jardín a hacer nuestra gimnasia sueca acostumbrada. Verá señorita, es que nosotros, en cuanto nos levantamos nos vamos al jardín.

JERÓNIMO:

Como no salimos de casa hace diez años, nos conviene hacer un poco de ejercicio.

ELVIRA:

¿Dice usted que no salen hace diez años?

MERCEDES:

Naturalmente. ¡Ah! Y si llama usted por teléfono y le sale alguna parroquia, no se asuste… Hasta después…

CONTROL:

PASOS ALEJÁNDOSE Y ACERCÁNDOSE.

CRISTÓBAL:

Hola, buenos días.

ELVIRA:

Buenos días. Tengo que hablar con usted urgentemente.

CRISTÓBAL:

¿De qué se trata?

ELVIRA:

En esta casa pasan unas cosas muy extrañas. ¿Sabe usted lo que me ha pasado a mí esta noche? Pues que alguien, que no sé quién es, ha entrado en mi cuarto cuando dormía y me ha dejado un sobre en la mesilla de noche dirigido a Cosme.

CRISTÓBAL:

¿Y quién es Cosme?

ELVIRA:

No lo sé. Pero dentro del sobre había doscientas mil pesetas.

CRISTÓBAL:

Y usted quiere que yo me lo crea, ¿verdad?

ELVIRA:

Claro que sí.

CRISTÓBAL:

Bueno, bueno… Pues entonces yo me voy a marchar. He venido buscando una residencia tranquila…

ELVIRA:

Yo le aseguro que es verdad. Que no le miento.

CRISTÓBAL:

¿Y por qué le han dejado a usted ese dinero y no a mí?

ELVIRA:

No lo sé. Pero yo he decidido guardármelo en mi maleta y no decir nada.

CRISTÓBAL:

¿Y por qué no se lo ha entregado a los dueños de la pensión?

ELVIRA:

Porque ninguno de ellos se llama Cosme. Y porque estoy segura de que esta gente está tramando algo.

CRISTÓBAL:

Pues yo creo que debo marcharme.

ELVIRA:

Y yo me marcho con usted. Pero espere usted un poco, porque a las doce tengo que llamar a Juanito.

CRISTÓBAL:

¿Quién es Juanito?

ELVIRA:

Un novio que yo tuve y que me dejó plantada. Él es de Madrid y había ido a Plasencia a hacer unos trabajos. Tuvimos relaciones unos dos años y nació un niño. Y un día se fue y no le volví a ver más. Hace dos días, sin embargo, recibí carta suya: “Ven en seguida a Madrid. Quiero casarme contigo. Te quiero. Perdóname lo que ha pasado. Cuando llegues, llámame por teléfono de doce a una”. Y estoy esperando que sea la hora de llamar.

CRISTÓBAL:

Le diré que yo tampoco he dicho aquí la verdad. Aunque en mi tarjeta de identidad dice que soy viajante, en realidad soy hipnotizador; pero en las pensiones no lo digo nunca porque se asustan y no me admiten. Y ahora vamos a callarnos que creo que vienen.

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

MERCEDES:

Hola. Ya estoy de vuelta. ¿No les han avisado para desayunar?

CRISTÓBAL:

Pues no, aún no.

MERCEDES:

Bueno… ¿Y qué hay? ¿Qué dicen ustedes?

ELVIRA:

Oiga señora... ¿usted conoce a un tal Cosme?

MERCEDES:

¿Cosme? Ese nombre me suena… Pero ahora no caigo.

ELVIRA:

Bueno, déjelo; si no se acuerda ahora…

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

JERÓNIMO:

Bueno, pues ya he hecho mi gimnasia. ¿Todavía sigue aquí señorita?

MERCEDES:

Sí, claro. ¿Por qué no va a seguir aquí?

JERÓNIMO:

Porque si la mesilla de noche le ha parecido bien…

MERCEDES:

¿Pero otra vez con lo mismo, Jerónimo?

JERÓNIMO:

¿Y el desayuno? ¿Todavía no está el desayuno?

CRISTÓBAL:

Realmente, el desayuno está tardando mucho.

MERCEDES:

¿Y por qué no hace usted algo mientras nos traen el desayuno?

CRISTÓBAL:

¿Pero qué quieren ustedes que haga?

MERCEDES:

Pues algo. ¡Usted debe de ser capaz de hacer tantas cosas…!

CRISTÓBAL:

¿Pero es que ustedes saben…?

MERCEDES:

Si no lo sabemos con certeza, nos lo figuramos.

JERÓNIMO:

Venga hombre, haga algo.

CRISTÓBAL:

De acuerdo. ¿Ustedes me permiten que cierre las cortinas del ventanal?

MERCEDES:

Adelante.

CONTROL:

PASOS ACERCÁNDOSE.

JACINTA:

Con el permiso de los señores.

MERCEDES:

Espere un momento, Jacinta, que este señor va a cerrar las cortinas del ventanal.

CRISTÓBAL:

Bien. Cierro las cortinas. ¿Qué aparecerá detrás de ellas?

CONTROL:

SONIDO DE CORTINAS, ABRIR Y CERRAR.

CRISTÓBAL:

Y ahora las abro y… ¡tachán!

JERÓNIMO:

¡Pero si es una mujer en bañador!

CRISTÓBAL:

¡Y ahora desaparece! (Chasca los dedos)

MERCEDES:

¡Se ha ido!

JERÓNIMO:

Oiga, ¿lo podría usted hacer otra vez?

CRISTÓBAL:

¿Yo? No recuerdo haber hecho nada. Habrá sido ilusión de ustedes.

JERÓNIMO:

Vamos, déjese de ilusiones y hágalo otra vez. Pero que se quede más tiempo.

MERCEDES:

No, Jerónimo, ya está bien. Comprenderás que después de ver esto, ya no hay duda de lo que está pasando.

JERÓNIMO:

Indudablemente, me doy por vencido.

MERCEDES:

Bueno, ¿y usted qué es lo que quería, Jacinta?

JACINTA:

Con esto se me ha olvidado.

MERCEDES:

Pues no se vaya de vacío. ¿Usted conoce a un tal Cosme?

JERÓNIMO:

¿A qué viene eso, Mercedes?

MERCEDES:

Porque esta señorita me ha preguntado antes si nosotros conocemos a un tal Cosme.

CRISTÓBAL:

Explíqueles lo que ha pasado, señorita.

ELVIRA:

Verán ustedes. Hoy, al despertarme, he encontrado un sobre encima de la mesilla de noche. Y ponía “para Cosme”. Y dentro del sobre había doscientas mil pesetas.

JERÓNIMO:

¿Y por qué no lo ha dicho usted antes?

ELVIRA:

No sabía lo que hacer…

MERCEDES:

¡Un momento! Ya caigo. Esa cantidad me ha dado la pista. Si ya sabía yo que a mí me sonaba mucho eso de Cosme.

JERÓNIMO:

¿Cómo que te sonaba mucho?

MERCEDES:

Claro que sí. ¿Cuándo tuviste tú la pulmonía?

JERÓNIMO:

Hace siete años.

MERCEDES:

Bueno, pues entonces fue cuando se presentó aquí un señor, que dijo que se llamaba Cosme y que te quería ver. Con muy mala pinta por cierto. Me dijo que habías tenido un asunto con él y que le debías doscientas mil pesetas.

JERÓNIMO:

¿Y por qué no me lo dijiste?

MERCEDES:

Se me olvidó.

JERÓNIMO:

Entonces, Jacinta, no era eso…

JACINTA:

No, no era eso.

CRISTÓBAL:

Bueno, ¿pero de qué demonios hablan? ¿Quieren explicar de una vez qué está pasando aquí?

CONTROL:

MÚSICA DE ENTREACTOS

CRISTÓBAL:

Y bien, después de la explicación detallada que de los hechos me acaban de dar ustedes, suponen que la llegada de esta señorita y yo a esta casa se debe a un milagro. Y de ahí, por lo visto, los sustos, las palabras con doble intención, etcétera. ¿Es así, o no es así?

MERCEDES:

Así es.

JERÓNIMO:

Efectivamente. Pero vamos al grano.

CRISTÓBAL:

Todo tiene su lógica, y todo tiene su explicación. Dos y dos, son cuatro. Lo que hay que rechazar de un modo contundente es eso de que nosotros seamos unos enviados de Dios. Y una vez rechazada esta suposición y no pensando más en milagros, podremos seguir adelante.

MERCEDES:

Bueno, muy bien. ¿Pero cómo es que aquí, la señorita, quitó la mancha de este sillón?

CRISTÓBAL:

Según me ha contado usted, antes de la llegada de esta señorita usted había probado a quitar la mancha con un quitamanchas francés. Pues bien, al principio la mancha no sale, pero después, al secarse

totalmente, la pasta del producto se cristaliza, la mancha desaparece y quedan unos polvos blancos, que esta señorita toma por azúcar. Sacude el azúcar y ya está. Todo lógico.

JERÓNIMO:

¡Pero qué sagaz es este señor!

MERCEDES:

Bueno, oiga, ¿pero y las doscientas mil pesetas que aparecen en la mesilla de noche de esta señorita?

CRISTÓBAL:

Ese dinero sólo lo ha podido dejar en la mesilla de noche de esta señorita un ser de carne y hueso que, además, vive en esta casa. Ni Jacinta, ni Teresa pueden disponer de una cantidad así. Por consiguiente, sólo usted, señora, o su marido, lo han podido poner.

MERCEDES:

¡Pero yo no he sido, caramba!

CRISTÓBAL:

Entonces ha sido usted, señor.

JERÓNIMO:

Bueno… yo no. Ha sido Jacinta.

MERCEDES:

¿Jacinta? ¿Por qué?

JERÓNIMO:

Porque yo le di el dinero para que lo dejara encima de la mesilla de noche de la señorita.

MERCEDES:

Anda, Jerónimo, explícalo…

JERÓNIMO:

Pues es bien fácil. Esta señorita llega aquí de un modo enigmático, y bien puede ser una ladrona. ¿Cómo cerciorarme de ello? Dejándole un dinero sobre la mesilla de noche. Si ella no dice nada y se lo guarda, no hay duda de que se trata de una ladrona. Pero al decirlo como lo ha dicho, demuestra su inocencia.

MERCEDES:

¿Y por qué en el sobre ponía “para Cosme”?

JERÓNIMO:

Le dije a Jacinta que pusiera un nombre cualquiera al azar. Y ella puso ese.

MERCEDES:

¿Y por qué tenía que poner un nombre?

CRISTÓBAL:

Es bien fácil, señora. Quedarse con el dinero que va dirigido a una persona, es más delito que apropiarse de uno que no va dirigido a nadie.

ELVIRA:

¿Entonces usted creía que yo era una ladrona?

JERÓNIMO:

Trataba de descubrir quién era usted, porque yo tengo la sospecha de que no es verdad lo que nos ha dicho. ¿A qué ha venido usted a Madrid?

ELVIRA:

La verdad es que tengo un hijo y que he venido a buscar a su padre, que me abandonó… Me perdonarán que no les haya dicho nada de esto.

MERCEDES:

Está usted perdonada, hija mía.

JERÓNIMO:

Bueno, ¿pero y lo de la bañista? Usted no es un viajante de comercio, ¿verdad Don Cristóbal?

ELVIRA:

No. Este señor es hipnotizador. Me lo dijo a mí antes.

MERCEDES:

¿Y por qué es usted eso?

CRISTÓBAL:

Algo tengo que ser.

JERÓNIMO:

Podría repetir luego el truco de la bañista.

CRISTÓBAL:

Tendré mucho gusto en volverlo a hacer. En fin, sigamos.

MERCEDES:

¿Y por qué al llamar por teléfono le ha salido la Parroquia de los Desamparados?

CRISTÓBAL:

Vamos a suponer que he marcado mal el número. Y el abonado que ha cogido el teléfono, en vez de decir “número equivocado”, me ha gastado una broma.

MERCEDES:

CRISTÓBAL:

Bueno, muy bien. ¿Pero y el taxista misterioso que los ha traído aquí? ¿Por qué los ha traído?

Eso es lo que tenemos que tratar de averiguar. Y yo creo que todo será más fácil si en vez de preguntarnos “por qué” el taxista nos ha traído aquí, nos preguntamos “para qué”.

JERÓNIMO:

Eso sí. Porque debe de haber una razón.

CRISTÓBAL:

Vamos a ver, señoras y señores. Aparte de esas tonterías que ustedes me han contado, ¿no ha habido ningún cambio en las costumbres de la casa?

ELVIRA:

Bueno, la doncella tenía su noche libre y por nuestra culpa no salió y se echó a llorar.

CRISTÓBAL:

En ese caso, me gustaría hablar con ella. ¿Quiere usted llamarla, señora?

MERCEDES:

¡No faltaba más!

CONTROL:

TIMBRE

TERESA:

¿Se puede?

CRISTÓBAL:

Vamos a ver, Teresa. Estamos tratando de resolver un asunto muy importante, y es absolutamente preciso que nos diga usted toda la verdad. ¿Con quién pensaba usted salir anoche?

TERESA:

Pues, con mi novio…

CRISTÓBAL:

¿Y quién es su novio?

TERESA:

Es ebanista. Se llama Isidro, y tiene el taller muy cerca de aquí.

CRISTÓBAL:

¿Se quieren ustedes?

TERESA:

(Se echa a llorar)

MERCEDES:

¿A qué viene llorar ahora?

TERESA:

Él sí me quiere, pero yo a él no. Vamos, no es que no le quiera. Sí le quiero. Pero yo aspiro a más.

CRISTÓBAL:

¿Lo que quiere decir que no se llevan ustedes bien?

TERESA:

No, señor.

CRISTÓBAL:

Y que, por consiguiente, usted no pensaba salir con él anoche.

TERESA:

No.

CRISTÓBAL:

¿Con quién entonces?

TERESA:

Con un señor que anda detrás de mí.

CRISTÓBAL:

¿Y a dónde pensaba usted ir?

TERESA:

Es viudo y vive solo. Me había invitado a su casa.

MERCEDES:

¿A su casa nada menos?

TERESA:

Yo soy muy buena y muy decente. Pero como ese señor me había ofrecido ponerme una mercería…

MERCEDES:

¿Y por una mercería era usted capaz de llegar a… eso?

TERESA:

A veces tiene una un mal momento… Y ahora estoy arrepentida. Y muy contenta de que llegaran estos señores y que por su causa no pudiera salir…

MERCEDES:

¡Entonces está todo bien claro! El taxista es su Ángel de la Guarda y es el que trajo aquí a estos señores para impedir que a esta criatura le pusieran una mercería.

CRISTÓBAL:

No empecemos otra vez con los milagritos, por favor. Vamos a ver, Teresa. ¿Su novio sabía que iba a ir a casa de ese señor?

TERESA:

Sí. Yo le dije bien claro lo que pensaba hacer.

CRISTÓBAL:

¿Usted sabe si su novio tiene algún primo taxista?

TERESA:

¿Taxista? Bueno, sí. Creo que un primo suyo es taxista.

CRISTÓBAL:

La historia no puede estar más clara. El novio se pone de acuerdo con el primo, éste va a la estación a recoger viajeros y los trae aquí de huéspedes, para que Teresa no pueda salir y no se reúna con ese señor.

TERESA:

Yo no creo capaz a mi novio de hacer todo esto… Y, por otra parte, ahora que me acuerdo, creo que su primo está enfermo desde hace mucho tiempo…

MERCEDES:

¿Lo está usted viendo, don Cristóbal? Diga usted lo que diga, yo creo que ese taxista es su Ángel de la Guarda.

CRISTÓBAL:

Hay una solución para saber la verdad.

JERÓNIMO:

¿Cuál?

CRISTÓBAL:

Puesto que me ha dicho que vive cerca, vaya usted a buscar a su novio. Y tráigale aquí.

TERESA:

Sí, señor.

CONTROL:

PASOS ALEJÁNDOSE Y CORTINAS.

CRISTÓBAL:

Mientras que esta duda se disipa, haré otra vez el experimento de la bañista, como les había prometido.

JERÓNIMO:

Y que se quede más tiempo, ¿eh?

CRISTÓBAL:

Lo procuraré… Cierro las cortinas, ahora las abro y…

JERÓNIMO:

¡Caray! El taxista con alas.

ELVIRA:

¡Y en vez de desaparecer se va por ahí, por donde ha salido Teresa!

CRISTÓBAL:

¡Es la primera vez que me falla mí este experimento!

MERCEDES:

¡Pero qué experimento ni qué porras! ¿No está bien claro que es su Ángel de la Guarda? ¿No comprenden aún que el milagro ha sido para que esa chica no se perdiese?

CRISTÓBAL:

No puede ser, señora. Hay que ser realistas… Y dos y dos, son cuatro.

MERCEDES:

¿Y no será que ni usted ni nosotros sabremos sumar? ¿No será eso?

CRISTÓBAL:

Es posible.

JERÓNIMO:

Pero muy posible.

CONTROL:

MÚSICA FINAL.

...

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