Poema Carta A Una Colegiala De César Dávila Andrade
Enviado por fernando17041990 • 15 de Junio de 2014 • 395 Palabras (2 Páginas) • 3.269 Visitas
Poema Lugar De Origen de Jorge Carrera Andrade
Yo vengo que la tierra donde la chirimoya,
talega de brocado, con su envoltura impide
que gotee el dulzor de su nieve redonda,
y donde el aguacate de verde piel pulida
en su clausura oval, en secreto elabora
su sustancia de flores, de venas y de climas.
Tierra que nutre pájaros aprendices de idiomas,
plantas que dan, cocidas, la muerte o el amor
o la magia del sueño, o la fuerza dichosa,
animalitos tiernos de alimento y pereza,
insectillos de carne vegetal y de música
o de luz mineral o pétalos que vuelan.
Capulí ?a cereza del indio interandino?,
codorniz, armadillo cazador, dura penca
al fuego condenada o a ser red o vestido,
eucalipto de ramas como sartas de peces
?soldado de salud con su armadura de hojas,
que despliega en el aire su batallar celeste?
son los mansos aliados del hombre de la tierra
de donde vengo, libre, con mi lección de vientos
y mi carga de pájaros de universales lenguas.
MIGEL
Poema Carta A Una Colegiala de César Dávila Andrade
Para leer esta carta
baja hasta nuestro río.
Escucharás, de pronto, una cosecha de aire
pasar sollozando en la corriente.
Escucharás la desnudez unánime
del agua y el sonido.
Y el rumor del minuto más antiguo
formado con el átomo de un día.
Mas, de repente, escucharás, oh bella música femenina,
la catarata inmóvil del silencio.
Entonces, te hablaré desde las letras:
Era enero. Salimos del colegio.
Veo tu blusa de naranja ilesa.
Tus principiantes senos de azucena,
y siento que me duele la memoria.
Bella aprendiz de cartas y de melancolía,
con los ojos cerrados y las bocas unidas,
tomamos esa tarde una lección de idiomas
sobre el musgo que hablaba de la cartografía.
¿Cómo has pasado estas vacaciones?
¿Sientes alguna vez entre los labios
ese azúcar azul de la distancia?
Mañana son dos años, siete meses.
Te conocí con toda mi alma ausente;
sufría entonces, por la primavera,
un bellísimo mal que ya no tengo.
Recuerdo: producías con los labios
un delgado chasquido de violeta.
Pienso en la estatua de aire de tu olvido
mirándome de todas las esquinas,
mi colegiala mía, música femenina.
Tú, en el divino campo. Yo, en la ciudad terrestre.
La calle pasa con su algarabía.
Un fraile. Unas mujeres de la vida…
Un niño con un cesto de hortalizas…
Un carro lento dividido en siglos…
Mañana entramos ya en el mes de junio.
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