Teatro Para Niños Y Su Paradoja
Enviado por musashi9987 • 5 de Noviembre de 2013 • 11.041 Palabras (45 Páginas) • 335 Visitas
El teatro para niños y sus paradojas
Reflexiones desde la platea
Ruth Mehl
> A manera de aclaración
Todo lo que digo en estas páginas surge desde una mirada personal –hasta donde se puede ser “personal” en una sociedad con tanto bombardeo de ideas, frases, palabras, declaraciones – y dentro de un tema en el que he estado sumergida y expuesta a toda clase de influencias.
Aunque tengo opiniones, no creo tener claves, no creo tener respuestas absolutas, no me propongo demostrar nada… al menos conscientemente.
Tal vez quien lea estas páginas coincida conmigo en que la combinación chicos/teatro produce una sustancia de gran energía, muy explosiva y bastante reacia a los encuadres dogmáticos.
Así que, un poco cobardemente, diría que me sigo situando en ese privilegiado lugar de testigo, de espectadora y arrimo algunas ideas.
Hay algo que siempre sostuve, y expresé enfáticamente en mi libro Con éste sí, con éste, no: más de 500 fichas sobre literatura infantil argentina: no creo en los absolutos; pienso que la verdad es más grande que cada uno de nosotros y que todos nosotros juntos. Y yo estoy ubicada en mis coordenadas que son únicas, y mi mirada es única, sí, pero una de miles.
Así que este trabajo responde sencillamente a la idea de creer que a alguien le pueda servir que cuente lo que he visto y veo, y cómo me he sentido y me siento.
He estado calculando que, en 30 años de cobertura ininterrumpida de los espectáculos infantiles en la ciudad de Buenos Aires, presencié al menos 1.800. Es fácil deducir que hubo excelentes, muy buenos, buenos, regulares y malos (y algunos muy malos) y que ocurrieron en los más diversos escenarios. Los niños más chicos de las primeras épocas ya tienen más de 30 años. Las generaciones de espectadores se han ido sucediendo y cambiando, y también se han ido sucediendo y cambiando algunas generaciones de autores, directores y actores. Y ha cambiado la sociedad, a la que le pasaron muchas cosas.
De esa sociedad salimos nosotros: los adultos realizadores y los adultos espectadores. Con nuestros valores vapuleados, nuestros sueños deshilachados, nuestras cicatrices, pero con alguna clase de esperanza, ya que seguimos poniendo la mirada en los niños.
Me incluyo, digo “nosotros”, porque creo que tenemos una pasión común. Eso me permite estar cerca de los realizadores en ese momento inicial cuando nacen los proyectos. Pero, me guste o no, tengo muy claro que los caminos se separan, y a veces mucho, cuando me toca a mí hacer mi trabajo específico.
Yo tengo que sentarme en una butaca en la platea, olvidarme de los sueños y las intenciones de quienes están en el escenario y detrás del escenario, y contar lo que veo.
Tengo un privilegio y también una carencia. No puedo estar en la cocina, pero desde ese lugar muy especial, sentada junto a los chicos y los padres, y también desde las conversaciones con los realizadores, he aprendido mucho. Esa es la experiencia que puedo compartir.
Espero que en este viaje que les propongo hacer juntos –a través del tiempo y las modas, con la ayuda de unos setenta análisis de espectáculos representativos – ustedes puedan ver también algunas cosas que he presenciado, estar de acuerdo conmigo y disentir, o aunque más no sea tener ganas de profundizar en lo que el teatro para niños nos dice de lo que somos nosotros
como sociedad.
Personalmente siempre experimenté, al abordar este tema, que solo se puede sacar alguna conclusión, alguna pista, si se lo enfrenta con una actitud de completa humildad; es decir admitiendo sinceramente que no sabemos
Para que dibujemos un mapa, un terreno desde donde tomar algunos elementos, me permito elegir algunas líneas de aproximación a este fenómeno que escapa a un análisis absoluto porque tiene que ver con esos dos profundos y maravillosos misterios que acabo de mencionar: el niño y el arte teatral. RUTHMEHL
> Introducción
Consideramos al teatro para niños, tal como se presenta en estas últimas décadas, generado especialmente para una platea de menores, como un fenómeno de características singulares tensado entre dos polos: el niño espectador y el teatro como arte. Allí se compone un espacio con límites más o menos claros, donde los adultos buscan comunicarse con las generaciones más jóvenes a partir de diversos objetivos, algunos aparentes y otros ocultos, algunos conscientes y otros inconscientes. En ese territorio que se convierte automática y paradójicamente en tierra santa y tierra de nadie, se pueden observar ideas, fantasías, prejuicios, mandatos y tendencias que involucran a los adultos responsables del producto en alguna de sus etapas y a la sociedad en general, según los principios que estén dominando en ese momento.
El niño, ese desconocido
El primer problema que aparece tanto al emprender como al analizar un producto cultural dirigido a los niños radica en la dificultad para conocer al destinatario.
En una ocasión realicé en el sexto grado de una escuela primaria de Capital Federal, un taller sobre selección de libros infantiles. Divididos en grupos y con un cuestionario de guía, chicos y chicas de 12 años tenían que seleccionar las características que debía poseer un libro apropiado para una edad menor a la de ellos. Después de una media hora de análisis y discusiones, los informes de los grupos señalaron condiciones bastante similares a las que se buscan desde la planificación editorial (cantidad de páginas, tamaño de la tipografía, colores, espacios en blanco, extensión, cantidad de ilustraciones) pero la conclusión general era que resultaba muy difícil llegar a un acuerdo.
Cuando les pregunté en qué habían basado sus decisiones, surgieron los siguientes puntos de referencia:
1. Pienso en mi hermanito (o primo o vecino).
2. Recuerdo cuando yo tenía esa edad.
3. Lo puedo observar en los chicos de los otros grados que veo en la escuela.
En definitiva, se trataba de observaciones por aproximación y por deducción. Igualmente, no todas las opiniones coincidían, y hasta hubo “despachos paralelos”.
El resumen final lo dio una niña que afirmó: “Yo creo que no podemos elegir para los chicos menores que nosotros, porque somos mayores que ellos y los tiempos han cambiado tanto...”.
Las atinadas observaciones que surgieron de esta experiencia realizada con la literatura, apuntan a la clave de un dilema que también se presenta en el teatro para niños: entre los creadores y los receptores existe una distancia insuperable que solo puede rellenarse parcialmente con el recuerdo de la propia infancia y/o la observación de las generaciones actuales. Y es necesario remarcar lo de “parcialmente”,
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