Vinny

La mala fama de los juristas es moneda de cambio en la vox populi, por ejemplo, de ellos dice Víctor Hugo, cuando su célebre personaje Jean Valjean de la magna obra Los miserables arriba al Juzgado a confesar que él es un ex convicto Es cosa que oprime el corazón ver esos grupos de hombres vestidos de negro, que hablan en voz baja a la puerta de la sala del tribunal. Es muy raro encontrar caridad y compasión en sus palabras; en cambio se encuentran condenas anticipadas. Tales grupos se presentan al que los observa como sombrías colmenas, o como espíritus zumbantes que construyen en común toda clase de edificios tenebrosos. Violetta, el perverso y materialista personaje de la novela ganadora del premio Alfaguara 2003 Diablo Guardián de Xavier Velasco acota a uno de sus enamorados ¿No te da pena haber andado cacheteando el pavimento por una bruja ególatra y tramposa como yo? ¿No te dan ganas de aventarme un abogado, por ejemplo? Joaquín Sabina en Ruido (Esta boca es mía, 1994) una de sus más célebres y enérgicas canciones sobre los problemas de pareja, nos recuerda el papel que juegan los abogados en el fin del amor: Ruido de abogados, ruido compartido, ruido envenenado, demasiado ruido.

Sin embargo, el diario devenir tarde o temprano nos exigirá un abogado. Y el problema para el ciudadano de a pie es que muchas de las veces se topará con truhanes o embusteros, leguleyos o simples charlatanes que no sólo estafan al cliente, sino que además laceran al gremio y contribuyen a aumentar la diabólica popularidad y ampliar la legendaria maldición gitana: entre abogados te veas.

Siempre hay un abogado como Vinny, protagonista de la cinta Mi primo Vinny (1992), dirigida por Jonathan Lynn una muy común comedia de enredos norteamericana, sin mayor trascendencia que un Oscar a mejor actriz de reparto para Marisa Tomei y ser una de las últimas películas notables de Ralp Macchio, aquel actor que se volvió ícono de la cultura pop de los noventas por su papel siempre recordado de Daniel San en la saga Karate Kid, filmada entre 1984 y 1989. Dos jóvenes comunes y corrientes se aventuran a un viaje en vehículo por Estados Unidos de Norteamérica, una mala pasada del destino los inmiscuye en un homicidio del cual, pese a no haber cometido, se les acusa con pruebas circunstanciales suficientes para llevarlos a la pena de muerte. Cuando se ven en la necesidad de contratar un abogado, ninguno cuenta con los recursos para hacerlo. De ahí que recurren al pariente de uno de los ellos, al primo Vinny (Joe Pesci, un abogado sui generis que se aparta de los cánones más tradicionales de la abogacía, desde su atuendo informal (jeans, botas vaqueras, cadena al cuello y lentes Ray Band) su poca o nula preparación académica, hasta el auxiliar jurídico -su novia- una coqueta y superflua mujer, pelo y maquillaje impecables y juveniles, y por supuesto ropa ajustada, diminuta o llamativa.

El Juez de la causa increpará

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