Administración y las organizaciones
edgarbuu18 de Septiembre de 2012
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LA ADMINISTRACIÓN SUBORDINA LA ORGANIZACIÓN
M. Sc. ROBERTO ZAPATA VILLEGAS
En este apartado se busca privilegiar una faceta crítica en la determinación del objeto de estudio de la Administración, disciplinarmente hablando. Es una perspectiva más ontológica, si se quiere. Autores y escuelas diversas se han ocupado de dilucidar el objeto de estudio de la Administración. En el periodo más contemporáneo ello ha dado lugar a la explicitación del papel que corresponde jugar a la dupla Administración y Organizaciones, a propósito de lo cual algunos autores han acentuado la importancia de la primera de ellas, en tanto otros han puesto de relieve a la segunda.
Johansen Bertoglio, en un célebre artículo, conocido porque allí el autor reconoce estar haciendo un replanteamiento a una posición propia expresada anteriormente, aborda con meridiana claridad este asunto. “Si se observa la literatura de Administración y de Organización, se puede percibir que muchos autores (incluido el que escribe este trabajo) piensan que el fenómeno de la organización social y el de la Administración son diferentes, aunque estrechamente relacionados. En (este…) trabajo se discute una hipótesis diversa. Ella señala que es el fenómeno de Administración el que estructura a la Organización Social; que la división del trabajo y la jerarquía de la autoridad no son características propias de la organización, sino que se desarrollan en ella como resultado de la estrategia seguida por la Administración para resolver su problema.
En otras palabras, “la variable independiente es la Administración y la variable dependiente es la Organización Social y sus características” (cursiva nuestra). Y continua afirmando lo siguiente: “El fenómeno de la Administración comprende también al de la Organización; las características que creemos observar en las organizaciones sociales no son independientes de la Administración de ellas”. O, para colocarlo en términos positivos, es el Administrador el que, buscando instrumentos para administrar esa totalidad, ha diseñado mecanismos tales como la División del Trabajo y la Jerarquía de la Autoridad, y por tanto, dichas características se originan en la Administración y no son intrínsecas de la Organización.
Este tipo de planteamientos proporciona elementos de juicio que son útiles por lo menos en dos sentidos. De una parte establece el verdadero orden causal en la dupla Administración-Organización y, de otro lado, arroja luces sobre el riesgo de suplantar el objeto de estudio de la Administración por el de otras disciplinas, por ejemplo la Sociología.
Una cosa es el reconocimiento según el cual, la historia contemporánea tiene como una de sus características el hecho de que las distintas dimensiones en las que se expresa el hombre se basen en organizaciones (Druker, 1993), y una muy distinta proponer que el estudio de tales organizaciones se constituya en el principal objeto de estudio de la Administración. Y no basta con invocar la interdisciplinariedad. Ha de admitirse que el estudio de las organizaciones como objeto de análisis relativamente autónomo, pertenece al dominio de la Sociología desde los años 60’s (Pfeffer, 1992).
En esa imprecisión del objeto de estudio incurren dos trabajos (López Gallego, 1999 y Jaimes, 2000). Por una parte, López Gallego afirma “A lo largo del presente escrito se ha aludido a la “organización” como el objeto de estudio de la disciplina conformada por el conocimiento administrativo, empero, las dificultades al respecto empiezan cuando intentamos definir ese concepto que, en la teoría, debe corresponder al fenómeno real de la organización”. Mientras que Jaimes sostiene lo siguiente, en un documento titulado Elementos para una reflexión sobre las ciencias de la Administración y su epistemología, “Este documento presenta una reflexión… de temas todos ellos complejos pero fundamentales para una mejor comprensión de uno de los fenómenos sociales que caracterizan nuestra época: las organizaciones y la dirección de las mismas”. Y más adelante parece ratificar la idea de la subordinación ejercida por la teoría organizacional hacia la teoría administrativa: “Los estudiosos de las teorías sobre las organizaciones –dentro de las cuales se enmarca la gestión administrativa propiamente dicha– han propuesto diferentes modelos para agrupar la gran variedad de teorías surgidas hasta el momento actual”.
En esta línea de pensamiento, López se apoya en una distinción, entre el planteamiento de Hayek y el de Drucker a propósito del término organización. Para el primero de ellos, una cosa son las organizaciones tipo Kosmos y otra las agrupaciones tipo Taxis. Estas últimas serían, propiamente, organizaciones de tipo artificial, esto es, han sido creadas por el hombre con el objeto de alcanzar un gran objetivo. Y en ese sentido, el hombre las “manipula” a fin de crear las mejores condiciones, las que le resultan más favorables, en el camino de tal objetivo. Se trata pues de “administrarlas”. Y siendo así el objeto es la concepción que subyace así como el conjunto de dispositivos que se ponen en marcha para tal administración. El objeto así administrado –esto es, la organización como tal– entra a ser un elemento, muy importante sí, pero adjetivo, dado que lo crucial es el conjunto conceptual y procedimental que configura el fenómeno de su administración.
Aunque la taxonomía que propone Hayek es adecuada en términos de diferenciar entre instituciones no creadas teleológicamente por el hombre y las organizaciones que sí lo son, surge un interrogante: ¿Por qué no podrían ser administradas también las primeras de ellas? En efecto, si a este tipo de instituciones pertenecen, entre otras, la familia –en las distintas versiones habidas a lo largo de la historia–, la sociedad, la moneda y el lenguaje, nada impide la aceptación de que este tipo de instituciones han sido y siguen siendo objeto de administración.
Vista de esa manera la situación, no puede ser cierta la afirmación de López cuando señala: “Haciendo una recapitulación de lo expuesto en este apartado, podríamos sentirnos autorizados a hacer una diferenciación entre el objeto de estudio de la Sociología y el objeto de estudio de la disciplina Administrativa.
Así pues, diríamos que la Sociología se ocupa del estudio de las instituciones sociales… orden espontáneo o Kosmos. De la disciplina que aquí hemos convenido en llamar “Administración”, habría que decir que se ocupa del estudio de las Organizaciones”, es decir, del estudio de las interacciones humanas entre individuos y grupos con las estructuras tecnoeconómicas, funcionales y de autoridad, en las que están dispuestos de manera previamente determinada para alcanzar fines concretos: Taxis. Como fenómeno sociológico, tal distinción es perfectamente legítima y válida. Como propósito de Administración, la distinción no aplica. ¿O acaso no tiene lugar el fenómeno de administrar la familia, el lenguaje o una nación?
Ahora bien, ¿Qué es lo que hace común a la relación que se establece entre la dupla Hombre – Organización (tanto la Kosmos como la Taxis)? Existe un elemento fundamental que media dicha relación. Se trata de recursos. Efectivamente, si se admite que para ambos tipos de agrupamiento, organizaciones e instituciones, los hombres enarbolan por lo menos un objetivo, es menester preguntarse con base en qué elemento mediador se torna posible su obtención. Ese elemento de apoyo mediador son los recursos. Tomados en su acepción más integral, es decir en la acepción de Ulrich como pléyade de dispositivos sociotécnicos. Lo cual involucra desde los recursos en su versión convencionalmente económicos (El capital, la tecnología, los recursos naturales) hasta el ser humano en todos sus múltiples despliegues (como talento, motivación de poder, solidaridad, entre otros).
El uso que hace el hombre de ese elemento mediador, los recursos concebidos en esa amplia acepción postulada en el párrafo anterior, no ha de ocurrir de cualquier manera. Es acá donde el objeto de la Administración debe responder a premisas normativas, prescripcionistas, como debe suceder con cualquiera otra disciplina, sea esta de carácter científico o no. Ese entramado normativo toma corporeidad en un concepto: El óptimo. Allí se manifiesta en todo su desafío y complejidad el reto de Administrar. Es decir, el evento administrativo comienza expresándose en el propósito como tal –qué se pretende con el agrupamiento– y cómo hacerlo. Ambas cosas remiten al tema de la optimización.
Si el gran propósito se quedara sólo en el qué –la determinación de los propósitos buscados para ese agrupamiento (empresa, organización, institución)– quedaría abierta la posibilidad de que su logro se obtuviese en las condiciones no ideales, esto es, subóptimas. Y en un mundo donde el administrador opera con restricciones cuantitativas y cualitativas (el fenómeno de la escasez), quedaría en entredicho la validez de todo el proceso. En esa perspectiva, podría afirmarse que el punto de partida al momento de dilucidar el objeto de la Administración “no son los hechos empresariales/organizacionales (datos, experimentos, observaciones) sino la construcción teórica que los antecede y que proporcionan discusión crítica sobre su verdad” (Salinas, 1997).
Las líneas hasta acá planteadas responden a una pregunta que se ubica en una perspectiva más ontológica: ¿Qué es lo que se conoce? Es decir, en su manifestación fenomenológica más inmediata a qué
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