Crisis Mundial
Enviado por nayoyona123 • 25 de Noviembre de 2012 • 1.570 Palabras (7 Páginas) • 415 Visitas
Introd ucción
Transcurridos dos años desde el comienzo de la crisis, las explicaciones
de lo ocurrido continúan hegemonizadas por un contrapunto entre
neoliberales y keynesianos. Los economistas ortodoxos cuestionan
la osadía de los banqueros, los desaciertos de los gobiernos y la irresponsabilidad
de los deudores. Los heterodoxos objetan el descontrol
oficial, la tolerancia de la especulación y la ausencia de regulaciones
financieras. Frente a esta argumentación comienza a ganar espacio
otra interpretación de raíz marxista, que atribuye la convulsión a desequilibrios
intrínsecos del capitalismo.
Apetenc ias e inter ferenc ias
Los neoliberales (Gary Becker, Alan Greenspan) repiten su libreto
cómo si nada hubiera ocurrido. Presentan la crisis como un accidente
pasajero, que no debería alterar el reinado de los financistas. Reconocen
que el terremoto obliga a reconsiderar las supervisiones oficiales
a los bancos, pero se oponen a eliminar las desregulaciones de los
últimos años.
* E conomista, investigador, profesor. Miembro de Economistas de Izquierda (EDI).
Su portal es: <www.lahaine.org/katz>.
La crisis capitalista mundial y América Latina
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Lo que no pueden explicar es su fervoroso apoyo al socorro estatal
que recibieron las entidades. Es evidente que ese auxilio contraría
todas las prédicas a favor de la competencia y el riesgo. A veces argumentan
que las instituciones financieras suministran dinero a toda la
sociedad y deben ser preservadas con los fondos públicos.
Pero si requieren ese sostén pierden validez todas las alabanzas
a la empresa privada. Los bancos constituyen el pilar de un sistema
que los neoliberales consideran virtuoso y autosuficiente. Con esas
cualidades deberían poder afrontar las situaciones críticas sin ningún
auxilio externo. En esas circunstancias y no durante el ciclo normal de
los negocios se pone a prueba la consistencia del capitalismo.
Los economistas ortodoxos eximen a los banqueros de toda responsabilidad.
Atribuyen la crisis a los efectos ocasionados por las políticas
oficiales de abaratamiento del crédito, que estimularon el otorgamiento
de préstamos a clientes insolventes. Pero en un contexto
de bajas tasas de interés, los financistas podrían haber orientado sus
colocaciones hacia otros destinos. No montaron la burbuja inmobiliaria
por presiones oficiales, sino por el alto rendimiento que prometía
ese negocio. Sólo reconocieron la existencia de un problema, cuándo
la morosidad de esos créditos desató el quebranto de los bancos.
Ahora convierten a las víctimas en culpables del desplome. Los pequeños
deudores que padecen el desalojo de sus viviendas son acusados
de comportamiento irresponsable. Los neoliberales encubren las estafas
cometidas por los banqueros, pero cuestionan a las familias empobrecidas
que tomaron préstamos por simple necesidad de alojamiento.
Esta acusación es coherente con su restrictivo análisis de la crisis,
en función de las conductas individuales. Utilizando ese parámetro
consideran que los banqueros actuaron con excesiva confianza y se
dejaron arrastrar por la codicia. No registran cuán absurdo es reclamar
moderación en la actividad más competitiva del capitalismo. Las
reglas de juego que rigen en ese ámbito habitualmente premian al
aventurero y castigan al cauteloso.
La propia dinámica de la concurrencia por manejar los nichos
más rentables del mercado empujó a los financistas a tomar los riesgos
que provocaron el colapso. Los neoliberales, que elogiaron a los
apostadores en el auge, despotrican ahora contra la desmesura.
En sus caracterizaciones de la crisis focalizan todos los inconvenientes
en la inclinación psicológica de los financistas a tomar riesgos
sin evaluar las consecuencias. Pero omiten el condicionamiento objetivo
de esta actitud, que impone la vigencia de ciclos ascendentes y
descendentes de los negocios. Siguiendo estas fluctuaciones los banqueros
están forzados a valorizar su inversión, con iniciativas que,
tarde o temprano, desembocan en un crack general.
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Claudio Katz
Las explicaciones neoliberales incurren en incontables contrasentidos.
Afirman que las señales de alarma fueron desoídas durante la
euforia irracional de los últimos años, y consideran que una retirada
a tiempo podría haber evitado el descalabro. Pero esa obviedad olvida
que los desmoronamientos no son acontecimientos arbitrarios o evitables.
Estos desplomes forman parte de la reorganización periódica
que rige al capitalismo.
Los ortodoxos se arrepienten por el deslumbramiento que tuvieron
con los sofisticados instrumentos de intermediación para evaluar
los riesgos financieros. Primero elogiaron la fiabilidad de estos mecanismos,
pero ahora estiman que los swaps, los derivados y los seguros
de cobertura convirtieron a la gestión del crédito en un laberinto
inmanejable.
Es evidente que estos complejos programas –diseñados en Wall
Street por expertos matemáticos– no permitieron ponderar de manera
efectiva el riesgo y se tornaron indescifrables para los propios
banqueros.
Pero el problema no radica en la falta de transparencia de la información
aportada por esas herramientas, sino en las decisiones que
adoptaron los financistas en un marco de concurrencia despiadada.
Aunque los banqueros perciban las señales de riesgo, no pueden valorarlas
en forma adecuada porque están inmersos en fuertes pugnas
por el manejo rentable de las carteras.
La regla del beneficio creciente les impide adoptar en el momento
adecuado la actitud conservadora que todos aplauden a posteriori. Lo
que parece racional luego del estallido fue desechado con antelación
para no perder oportunidades de ganancias.
Pero lo peor no es el reconocimiento de este desacierto, sino la decisión
de descargar las traumáticas consecuencias del desastre actual
sobre los trabajadores y los desocupados. La principal función de la
prédica neoliberal es justificar esta transferencia del costo de la crisis
a los desamparados. Sus teorías sólo apuntan a proteger los privilegios
de los acaudalados.
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