El Paradigma De La Gestión De Recursos Humanos

El paradigma de la Gestión de Recursos Humanos.

El paradigma de la modernidad parece decir: la modernidad es el progreso y el progreso lo es todo. Sin embargo, el significado de progreso ha sido reinterpretado a través de las generaciones, dependiendo de los factores contextuales que privan en ellas. En este texto nos enfocamos al paradigma organizacional definido a partir del contexto de principios del siglo XX, hasta nuestros días, enfocándonos al advenimiento, desarrollo y cambio en las organizaciones como entes que forman y transforman la sociedad.

Teóricamente se ha subdividido el periodo antes mencionado en tres paradigmas principales, que han dado forma a la realidad social, individual y por lo tanto organizacional (por lo menos en el pensamiento occidental): el periodo de la Administración Científica, correspondiente a la intensificación del trabajo industrial y la disgregación del pensamiento colectivo (en lo que podría resumirse como la lucha inicial entre el sistema capitalista y el socialismo); en segunda instancia el desarrollo de las Relaciones Humanas, centradas en el condicionamiento del trabajador a través de la persuasión colectiva (o el triunfo rampante del sistema capitalista, servido de los beneficios comunistas); y por último el surgimiento de las Nuevas Relaciones Humanas, que se apropian de los conocimientos tácitos y la individualidad del trabajador, en un modelo “flexible” determinado por las grandes corporaciones transnacionales (Ibarra; 1994).

No es menester describir a profundidad cada una de las implicaciones y características de la taxonomía realizada por una gran cantidad de teóricos organizacionales y sociales, pero sí lo es reconocer que estas tres corrientes paradigmáticas obedecen, según nuestra concepción desde la perspectiva organizacional, a un mismo eje, situado éste en el ámbito de lo que ahora se denomina Gestión de Recursos Humanos.

Inicialmente se planteaba el concepto del progreso, pues bien, la noción de progreso se encuentra enraizada en el Iluminismo occidental del siglo XVII, donde se concede al raciocinio el predominio sobre todas las cuestiones humanas. Es este raciocinio proveniente del análisis empírico de los hechos, el que se exacerba en la visión capitalista del mundo, fraccionando al ser humano y eliminando todas las facetas del mismo que no tienden hacia él. El paradigma del último siglo ha sido entonces, en lo organizacional, solamente uno: que el hombre se organiza para satisfacer sus necesidades de sobrevivencia, desde las fisiológicas hasta las de autorrealización, haciendo del trabajo el medio, pero también el fin de la existencia humana y donde el lugar de la organización es la panacea que le permite alcanzar dicho fin.

La organización pasa a convertirse entonces en un sistema, cada vez más refinado, de instauración de orden para alcanzar el progreso, definido como el triunfo del raciocinio, traducido en ganancias de todo tipo, pero sobre todo económicas. Bajo este pensamiento, la razón es un símbolo que se traduce, cada vez más sutilmente, en una diferenciación entre pares; más beneficios, más progreso, pero siempre a costa de otros.

Las organizaciones entonces se perfilan como el instrumento que echa a andar el mecanismo valorativo que interpreta la realidad, no sólo en ámbito económico, sino en el educativo (preservando y promoviendo dicha interpretación de la realidad), social (pretendiendo minimizar la brecha de distinción), religioso (manteniendo el status quo de los sistemas de obediencia), y todos aquellos aspectos que moldean la percepción del individuo.

Para el funcionamiento de este paradigma, consideramos que son necesarias dos condiciones: la primera es la existencia de actores que se vean beneficiados por su existencia y la segunda son los mecanismos de control que estos

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