El cultivo de la caña de azúcar

El cultivo de la caña de azúcar

Con el arribo del General Porfirio Díaz a la presidencia, y su política dirigida hacia el orden y el progreso, el cultivo de la caña de azúcar y la producción azucarera cambiaron su rumbo hacia la modernización tecnológica.

La vida en las haciendas azucareras estaba regida por el ciclo vital de la caña. De enero a junio las jornadas transcurrían entre la zafra y las labores en la fábrica, mientras que de julio a diciembre la atención se dirigía a la agricultura de temporal. Los terrenos de labranza en las haciendas estaban divididos en parcelas para controlar las plantaciones y la distribución de recursos, como el agua de riego.

Así, antes de iniciar un periodo de siembra, los administradores decidían para que se ocuparía cada segmento de tierra. En Morelos, por ejemplo, un tercio de los campos descansaba y era preparado para la próxima temporada o bien se arrendaba para sembrar arroz y promover la recuperación de nutrientes; otro tercio estaba ocupado por la caña joven que se cortaría entre 14 y 18 meses después; el último tercio lo ocupaba la caña madura que alimentaría el ingenio por medio año.

Los terrenos que se preparaban para el siguiente periodo de labranza eran abonados con las cenizas resultantes de la quema de hierbas y restos de cañas de otras producciones, así como con las cenizas provenientes de las hornallas de los ingenios, los desechos orgánicos retirados del sistema hidráulico y el estiércol producido por los animales de la hacienda. Durante el Porfiriato no se incorporaron fertilizantes químicos al cultivo de la caña de azúcar.

En México, el interés por aumentar cuantitativamente (toneladas de azúcar por zafra o cosecha) y cualitativamente (calidad de la sacarosa) la producción de azúcar llevó a los productores a completar la formación de sus empleados de primer nivel con literatura especializada en el cultivo de la caña de azúcar. Además, se buscaron variedades de caña, como la habanera, y algunas hibridaciones para mejorar las plantaciones con variedades más resistentes y mejor adaptadas.

Gracias a la introducción de sofisticados sistemas de irrigación, y a la modernización tecnológica aplicada a los ingenios, la producción azucarera se incrementó en dos tercios durante las últimas dos décadas del siglo XIX y para finales del porfiriato se había triplicado.

Este aumento en la producción de azúcar fue más acelerado que el aumento del consumo, lo que generó, al principio, especulaciones y caídas en los precios del dulce, debido a un excedente en la oferta. Se experimentaron varias formas para intentar estabilizar los costos del producto, desde establecer un precio anual y buscar exportaciones, hasta lo que fue la solución definitiva: bajar los precios para el consumidor final a manera de que cada vez más personas consumieran

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