El hombre que cambió su casa por un tulipan
Enviado por Darianilia • 22 de Agosto de 2018 • Reseña • 1.619 Palabras (7 Páginas) • 186 Visitas
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El hombre que cambió su casa por un tulipán | Por Diana Ruiz Avalos |
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EL HOMBRE QUE CAMBIÓ SU CASA POR UN TULIPÁN.
Este libro nos acerca al análisis de las burbujas especulativas de la economía, con la intención de que el lector pueda detectar las características de las euforias financieras que anteceden a una crisis y que, en el mejor de los casos, pueda contar con elementos para saber si invertirá sus ahorros en una de esas burbujas.
El fenómeno de las especulaciones financieras asocia a la economía con la política, la psicología y la sociología. Trias de Bes argumenta que sólo desde esa múltiple dimensión pueden explicarse especulaciones tan exageradas, y nos lleva por una viaje en la historia de las principales burbujas especulativas, las cuales tienen en común la necedad de las personas al confundir valor con precio. Se refiere a la necedad en términos no de descalificación, si no a ignorar algo que debía saberse o podía haberse sabido. El autor argumenta que la necedad no tiene nada que ver con la estupidez, sino con un exceso de presunción, bautizando a esto como el síndrome del necio.
La primera burbuja que ilustra es la de "La fiebre de los tulipanes" en 1636, cuando tener un tulipán en casa era símbolo de status y la fiebre se elevó tanto que se llegó a comercializar con los bulbos de la flor incluso antes de que brotaran. El precio llegó a ser tal que hubo gente que, con intenciones de hacer una reventa superior, pactó el pago de los bulbos con sus propiedades.
La segunda burbuja fue la de "Los mares del sur", en 1720, cuando el gobierno al no poder cumplir con sus obligaciones, ofreció letras del tesoro inglés en lugar de dinero a sus inversores, pero esa estrategia tampoco le funcionó, por lo que el Tesorero en turno tuvo la idea de crear una empresa y cubrir su deuda con acciones de dicha empresa. Con el tiempo la demanda creció muchísimo pero cuando la gente empezó a desconfiar, las acciones se derrumbaron.
La tercer burbuja fue el crac de la bolsa de Nueva York a finales de los 1920. Durante esa década, la economía creció tanto que las acciones de las empresas subieron a niveles descomunales. Los títulos se compraban a plazos con fianza, haciendo posible de obtener grandes ganancias con pocas aportaciones multiplicando hasta por diez el dinero. Los beneficios de comprar acciones sin desembolsarlas y recibir además un préstamo para cubrir la fianza provocaron una espiral especulativa sin precedentes en la Bolsa de Nueva York.
Por otro lado, los audaces norteamericanos crearon los trusts, empresas que se dedicaban a invertir en la bolsa y no hacían otra cosa que apalancar la compra y venta de acciones. Dicho efecto dio tan buenos resultados que cuando todo se desplomó, produjo las mismas pérdidas en sentido inverso, los trusts cayeron uno detrás de otro en una sucesión impresionante de quiebras y bancarrotas.
La cuarta burbuja fue la crisis de Japón en 1990. La expansión de los productos japoneses convirtió al país en la primera potencia mundial. Los superávits de dinero se dirigieron al sector inmobiliario provocando que particulares y empresas se endeudaran para hacerse de propiedades. La fuerte demanda de inmuebles hizo subir sus precios, por lo que las empresas registraban en su contabilidad la sobrevalorización de dichas propiedades, afectando al precio de sus acciones y como las empresas tenían más valor, los bancos les concedían más créditos que, a su vez, invertirían de nuevo en el mercado inmobiliario. Los precios de las tierras, locales y edificios volvían a aumentar, y así sucesivamente en una espiral sin fin hasta que la burbuja reventó.
La quinta y última burbuja de la que se habla en el libro es la de las hipotecas subprime. Después del atentado del 11 de septiembre de 2001, en Estados Unidos abundó el crédito fácil, los bancos hicieron préstamos de alto riesgo, con tipos de interés bajísimos, a personas de escasos recursos y con malos historiales crediticios. El financiamiento era íntegro y a plazos muy largos para facilitar las mensualidades. Como pasó en las otras especulaciones, la demanda de casas fue enorme, por lo que los precios subieron exorbitantemente. Los bancos comenzaron a vender las hipotecas a entidades financieras de otros países convirtiendo a las hipotecas en fondos de inversión. Esto se tradujo en el boom de la construcción, provocando eventualmente un excedente de viviendas vacías y sin vender. El stock de casas creció, hasta que alcanzó su límite y los precios comenzaron a bajar de forma progresiva. Algunas personas vendieron sus propiedades y muchas otras dejaron de pagar sus hipotecas. Las entidades financieras que invirtieron en fondos subprime, quebraron, La crisis financiera se propagó por todo el mundo, provocando una recesión a nivel global.
Todas esas burbujas tienen más de una cosa en común: ocurrieron en países prósperos y en época de crecimiento. Se hablaba de que jamás se volvería a pasar hambre. De repente, algún activo aumentó de precio y algún agente económico empezó a prestar dinero con un interés bajo. La gente tomó ese dinero y compró los activos, cuyo precio subía y subía. Se inventaron mecanismos para no tener que desembolsar el 100% de la compra (sólo una parte era suficiente) y la garantía de pago era el propio activo. Los precios subieron a niveles estratosféricos. Las personas se endeudaron más allá de lo razonable y la locura se desató. El precio de los activos dejó de ser congruente con su rendimiento y había una sensación de enriquecimiento fácil y rápido contagiando a unos y otros. Muchos dejaron sus empleos y se entregaron exclusivamente a la compraventa de ese activo. Los beneficios iniciales los llevaron a endeudarse cada vez más con una nula percepción de riesgo. Entonces los vendedores superaron a los compradores y el pánico se apoderó de todos. Las intenciones de venta se dispararon y los precios se derrumbaron en un abrir y cerrar de ojos. Muchos quedaron en la ruina. Quienes prestaron dinero no lo recuperaron.
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