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Evolucion De Economia


Enviado por   •  24 de Septiembre de 2013  •  1.789 Palabras (8 Páginas)  •  281 Visitas

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ECONOMIA AL RITMO DE BONO

Ensayo contra la pobreza

En el prólogo de este libro Bono reafirma sus ideas en torno a la igualdad y la justicia mundiales.

El fin de la pobreza (Debate, 2005) es el título del nuevo libro de Jeffrey Sachs, una de las mayores autoridades en economía y política sanitaria. En sus obras, y en ésta específicamente, el actual director del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia propone alternativas para transitar hacia una sociedad más justa, en la que la brecha entre países ricos y pobres no siga incrementándose de manera criminal. Discípulo de Sachs, en el prólogo de este libro Bono reafirma sus ideas en torno a la igualdad y la justicia mundiales, y al hacerlo continúa la tradición de las estrellas de rock comprometidas con causas humanitarias

Dos hombres duermen uno junto al otro durante un largo viaje a África, literalmente —y por suerte— por encima de los nubarrones. Uno va perfectamente afeitado y está rodeado de papeles desparramados por doquier; traje negro mate, ligeras ojeras por su falta de sueño, pensamientos demasiado grandes incluso para su gran cabeza. El otro es un personaje más desastrado y bohemio. Sin afeitar, descuidado, no es posible que lleve sólo unos días sin meterse en la cama: su rostro es juvenil, pero cualquiera diría que tiene más años; un claro ejemplo de por qué el exceso de viajes en avión puede ser malo para la salud. Cuando despierta, una azafata le pide un autógrafo. Confuso y divertido, él señala al tipejo de traje negro rodeado de papeles. Ése soy yo. Permítanme que me presente. Me llamo Bono y soy una estrella del rock convertida en estudiante. El hombre que me acompaña es Jeffrey D. Sachs, el gran economista y, desde hace unos años, mi profesor. Con el tiempo, su autógrafo tendrá mucho más valor que el mío.

Déjenme que les cuente cómo empezamos este viaje. Su origen se remonta a antes de que Jeff Sachs asumiera la dirección del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia; a antes de que se trasladara a Nueva York para convertirse en asesor especial del secretario general de la ONU, Kofi Annan. Se remonta al momento en que Jeff Sach me concedió un título de posgrado por la Escuela Kennedy de Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, en Cambridge (Massachusetts). Mi gran amigo Bobby Shriver me había aconsejado que me reuniera con él para que tuviera conocimiento de causa de lo que hablaba cuando acudiera al Capitolio con el fin de presionar en nombre de Jubileo 2000 a favor de la condonación de la deuda contraída por los PMD (países menos desarrollados) con los países ricos de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), como parte de las celebraciones del nuevo milenio. Entraría en el mundo de los acrónimos de la mano de un hombre que podría hacer una sopa de letras con ellos. Una sopa que apetece comer; una sopa que, si se ingiriera adecuadamente, permitiría que mucha más gente comiera mucha más sopa.

El hambre, las enfermedades y la pérdida de vidas que comporta la pobreza extrema son una afrenta para todos. Para Jeff se trata de una ecuación difícil pero que se puede resolver. Una ecuación que combina el capital humano con el financiero, los objetivos estratégicos del mundo rico con un nuevo tipo de planificación en el mundo pobre.

Soy un cantante con cierto oído para las melodías. Las grandes ideas tienen mucho en común con las grandes melodías: poseen cierta claridad e inevitabilidad, son pegadizas… No te las puedes quitar de la cabeza, te importunan constantemente… Las ideas de este libro no constituyen exactamente una sesión de canto a coro, pero poseen un gancho que ustedes no olvidarán: el fin de la pobreza. Se trata de un desafío difícil de ignorar. Jeff resulta difícil de ignorar. En charlas y conferencias he tenido que salir a escena después de él, y es como si los Monkees salieran después de los Beatles. Su voz es más sonora que cualquier guitarra eléctrica, más potente que el heavy metal. Posee una pasión operística, y físicamente tiene mucha presencia, es vigoroso. Su retórica no está exenta de desmesura, pero su lógica posee rigor. Quizá Dios le haya dado una voz con amplificador incorporado, pero lo que prevalece son los argumentos.

No sólo es vigoroso: está enfadado, porque sabe que muchas de las crisis del mundo en vías de desarrollo podrían evitarse. Ver a la gente haciendo cola para morir a razón de tres por cama —dos encima y uno debajo— en un hospital de las afueras de Lilongwe (Malawi), y saber que ello no tiene por qué ser así es demasiado para la mayoría de nosotros. Yo estoy abatido, pero él es creativo. Es un economista capaz de hacer cobrar vida a unas estadísticas que, al fin y al cabo, originalmente correspondían a vidas. Puede levantar la mirada de los números y ver rostros a través de las hojas de cálculo, familias como la suya que se mantienen unidas en penosas migraciones a los confines del mundo. Nos ayuda a comprender lo que significa realmente lo incomprensible: la muerte diaria de quince mil africanos, víctimas de enfermedades que se pueden prevenir y tratar —sida, malaria, tuberculosis—, por falta de unos medicamentos que nosotros tenemos asegurados.

Esa cifra por sí sola pone en ridículo la idea a la que muchos de nosotros nos aferramos con fuerza: la idea de la

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