La Ciencia
Enviado por birm • 14 de Enero de 2014 • 3.704 Palabras (15 Páginas) • 244 Visitas
A L. Rivas Lado, en un articulo publicado el año 2001 (revista Ágora), nos recordaba un fragmento archiconocido en la historia de la ciencia. “Laplace, ante la pregunta de Napoleón de porqué en su “Mecánica Celeste” no aparece el nombre de Dios: “Sire, je n’avais pas besoin de cette hypothèse”. Es decir en ciencia la causación divina es incuestionablemente “una hipótesis innecesaria”. El revuelo montado por los últimos comentarios vertidos en su nuevo libro por Stephen Hawking, resulta estúpido y contraproducente. Debemos recordar que una cuestión es la ciencia, otra la epistemología, otra la ontología y otra la teología (buscar en la RAE). Por tanto, si las dos primeras se encuentran relacionadas entre si, como también lo están la tercera y la cuarta”, generar controversias entre ambos planos del acervo cultural humano, actualmente inconmensurables, deviene en mezclar churras y merinas, como defienden ciertas autoridades eclesiásticas. De aquí que encabezar un post apelando a frases de la siguiente güisa: “Existencia de Dios en entredicho” se me antoja contraproducente para los intereses de la ciencia. !Tirar piedras contra tu propio tejado!. Y como esta vez sí, acertadamente apunta JAL en su blog: Su nuevo libro “The Grand Design” (El Gran Diseño, en cristiano, nunca mejor dicho), escrito junto al físico Leonard Mlodinow, y que saldrá al público en breve, no ha podido tener mejor pre-estreno que las polémicas declaraciones de los autores sobre la plausible NO existencia de Dios. Esto es publicidad gratuita y lo demás son tonterías…” Sin embargo, debemos discrepar de JAL en que Stephen Hawking ha cambiado de opinión. Del mismo modo no existe novedad alguna en las opiniones recientes de este físico, por cuanto son tan antiguas como la propia ciencia contemporánea (hablamos de Pierre Simon Laplace). Levantar polémicas de esta catadura, como estrategia de marketing, justamente días antes de que el máximo exponente de la Iglesia Católica viaje a Londres, parece a todas luces inoportuno. La prensa ha aportado su granito de arena con vistas a vender más ejemplares, generándose así un nuevo episodio de conflicto entre Iglesia y “ciertos sectores científicos” que, lo quieran o no, se desacreditan así mismos, a la hora de quejarse de los comportamientos “anticientíficos” de los representantes y creyentes de casi todas las religiones.
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Una Imagen del Cosmos desde el Telescopio Hubble
Vaya por delante que soy agnóstico (se me invitó “literalmente” a abandonar el seno de la Iglesia Católica por defender la interrupción del embarazo y el divorcio a mis 17 años, es decir allá por 1972), así como que detesto todos los fundamentalismos religiosos. Ahora bien: “no se puede ser más papista que el Papa”, ya que “el que siembra vientos cosecha tempestades”.
Y todo apunta que han sido justamente los responsables del marketing del nuevo libro, y la propia prensa los que han puesto tanto la mecha como el detonante, al que se han unido a la postre, con regocijo, ciertos científicos.
Desde que el hombre es hombre, ya sea por necesidad, angustia, o a saber….., todos los pueblos han erigido sus propias religiones y deidades. Mutatis mutandis, todo apunta a que se trata de una irrefrenable propensión inherente a la condición humana. Discrepe uno o no, “las creencias son creencias” y la ciencia es ciencia”. No son miscibles. Se trata de dos planos claramente diferenciados e inconexos del acervo cultural humano. Por lo tanto, estas guerras de guerrillas, no propician una cohabitación relativamente pacífica (siempre habrá disensiones), que resulta beneficiosa para la propia actividad investigadora. Y como se trata de dos aspectos que no se relacionan entre si por nexo lógico alguno, deviene ridículo que los muchos científicos entren al saco. Habría que recordar que muchos investigadores profesan su propia fe en alguna religión y están en todo su derecho. Por lo tanto, este tipo de altercados, les puede situar en posiciones muy incómodas en muchas culturas (incluso en la nuestra).
La ciencia se construye día a día, y por definición consiste en construir y corroborar teorías, que en su día serán refutadas y reemplazadas por otras con mayor poder predictivo. Por lo tanto, en términos generales, las verdades científicas son efímeras, ya que de no ser así su propia esencia se desvanecería, para convertirse en un nuevo tipo de religión (y algunos parecen haberse puesto tal meta). Por su parte, las creencias, colectivas o individuales, no son demostrables ni indemostrables, sino actos de fe. Para las religiones sus creencias son inmutables. Empero como hablamos de cosas distintas, jamás deberían mezclarse.
Es comprensible que ciertos científicos ateos o agnósticos, se encuentren crispados cuando, desde muchas religiones, se les criminaliza al entender sus seguidores que la investigación viola la voluntad de sus dioses (caso del uso de embriones humanos en biomedicina). Se trata de un tipo de debates agrios que, por su esencia resultan difíciles de soslayar. Empero si los investigadores hacen gala de su cacareado “espíritu” objetivo, deberían dar lecciones de tolerancia, no atizar la hoguera, es decir vestirse de fundamentalistas.
Ya que la religiosidad es inherente a la esencia humana (recordemos por ejemplo que aproximadamente el 50% de los senadores de USA se han declarado creacionistas) y difícilmente cambiarán las cosas (al menos a medio y largo plazo), enfurecer a personas en cuyos destinos recala o recalará (según países) la financiación científica, me parece una actitud poco inteligente. Del mismo modo, tan solo una pequeña parte de la población mundial entiende en que consiste la indagación científica, mientras que la inmensa mayoría profesan algún tipo de fe. Hablamos pues de mayorías y de minorías. ¿Nos entendemos? Que cada uno extraiga sus propias conclusiones.
Cuando Stephen Hawking intentó predecir el futuro de la física patinó estrepitosamente (la física tal cual la conocemos desaparecerá en el año 2000 tras explicar, todo lo explicable). Me reí mucho ya al leer sus devaneos como Nostradamus. Y esto a pesar de que los investigadores brillantes deben ser escuchados seriamente cuando hablan de sus respectivas disciplinas. Ahora bien, cuando se les interpela sobre otros aspectos de la cultura humana debe entenderse que sus posiciones no tienen la menor relevancia en la mayoría de los casos, por cuanto nos equivocamos con harta frecuencia. Y ahora, nuestro querido Stephen, también anda preocupado porque teme una actitud hostil de los posibles extraterrestres que “quizás algún día” aterricen
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