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La Dimension Etica De La Direccion De Empresas


Enviado por   •  29 de Noviembre de 2012  •  1.869 Palabras (8 Páginas)  •  558 Visitas

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¿POR QUÉ ENSEÑAMOS ÉTICA?

LA DIMENSIÓN ÉTICA DE LA

DIRECCIÓN DE EMPRESAS

Prof. Antonio Argandoña, profesor del IESE, Economía

La ética debe estar en el corazón de la dirección de empresas y no

debe considerarse sólo como un añadido. Porque una empresa

que no tenga en cuenta los criterios éticos será una mala empresa,

aunque sus resultados económicos sean positivos.

IESE OCTUBRE - DICIEMBRE 2008 / Revista de Antiguos Alumnos

Desde cuándo se dan clases de ética o de responsabilidad

social en el IESE?, me preguntan a veces

algunos profesores de otras escuelas. Les suelo contestar

contándoles una vivencia personal. Hace más

de 30 años, Antonio Valero, que fue el primer director

del IESE y que dirigía el Departamento de Política

de Empresa, al que yo pertenecía entonces, me encargó

la docencia de un módulo en los programas de formación de

directivos: tres casos y una conferencia final. Me acuerdo aún

de algunos de aquellos casos, como el “Merck and Co. Inc.”

y el “Peter Paul Inc. en las Islas Filipinas”: se trataba de casos

de lo que ahora llamamos responsabilidad social corporativa o

ética de la empresa. Entonces no utilizábamos esos nombres,

sino que el módulo en cuestión formaba parte del curso de

Política de Empresa. Es decir, la dimensión ética no era un añadido,

sino que se integraba en el corazón de la ciencia de la

dirección, tal como se entendía en el IESE.

Yo no me inventé el contenido de aquel módulo, sino que lo

aprendí de mis colegas que lo venían enseñando desde antes

de que yo entrase en el IESE. Unos años después, Miguel Ángel

Gallo resumió lo que entonces sabíamos en un libro, “Responsabilidades

sociales de la empresa”, publicado en 1980 en la

colección de libros del IESE. Más tarde se crearon cursos específicos

de ética y responsabilidad social de la empresa, floreció la

investigación, se multiplicaron las publicaciones, se constituyó

el Departamento de Ética de la Empresa, y la Cátedra de Ética

y Economía, y la Cátedra “la Caixa” de Responsabilidad

Social de la Empresa y Gobierno Corporativo, y el Center

for Business in Society... Pero la dimensión ética ya estaba

en el núcleo mismo de la tarea de la escuela.

En efecto, en su declaración de misión, el IESE pone énfasis en

los valores humanos y éticos indispensables para el crecimiento

de las personas que participan en sus programas, para la sostenibilidad

de sus organizaciones y para el ejercicio de su responsabilidad

en la sociedad. Éste es un elemento diferencial de

nuestra escuela y, como he señalado antes, forma parte de su

concepción fundacional. En efecto, la indicación de San Josemaría

Escrivá que dio origen al IESE fue la de promover una

actividad que proporcionase a los empresarios una formación

profesional con sentido cristiano.

EL CENTRO: LA PERSONA

Esto implicaba una formación integral, dirigida a desarrollar

personas en todas sus dimensiones, para que viviesen

coherentemente sus deberes personales, familiares,

profesionales y sociales, promoviendo la mejora de sus organizaciones

y de las personas con las que se relacionaban en

ellas, y contribuyendo a una sociedad mejor. La ética y la

responsabilidad social de la empresa no eran, pues, elementos

añadidos, sino una parte central de la labor formativa

del IESE.

La centralidad de la persona, lo que llamamos ahora la dimensión

ética y humanística de la dirección de empresas, se recogía

ya en el primer folleto del IESE, publicado en noviembre de

1958, donde se afirmaba que todas las decisiones del directivo

«en último análisis (...) deberán ser realizadas a través de una

organización de hombres. La empresa, al fin y al cabo, no

es más que un equipo formado por personas (...) El IESE se

propone, pues, desarrollar en los alumnos (...) el deseo y la

capacidad de comprender a los hombres. Les habitúa a contar

siempre con el factor humano, como una constante básica y

fundamental en toda decisión de negocios».

Es interesante hacer notar cómo este elemento definitorio de

la misión del IESE no es independiente de los demás. El punto

de vista de alta dirección, por ejemplo, obliga a ver la empresa

desde el despacho del ejecutivo de mayor nivel, es decir,

considerando todas las dimensiones de los problemas, en el

corto y en el largo plazo, que son características del punto de

vista ético. También el uso del método del caso contribuyó a

facilitar el desarrollo de la visión ética de los problemas: más

allá de los contenidos científicos de las sesiones, la discusión

de situaciones reales obliga a tener en cuenta aquella pluralidad

de dimensiones que se dan en toda decisión, incluyendo

el impacto sobre las personas y las responsabilidades ante

la sociedad. Y el objetivo práctico de la formación en el IESE

–el desarrollo de las capacidades directivas de los participantes–

empuja a considerar la excelencia como el objetivo de la

formación del líder empresarial, con lo que esto supone de

reconocimiento de valores morales, como el respeto a las personas,

el espíritu de servicio y el sentido de responsabilidad en

todas sus actuaciones.

El contenido de las ciencias de la dirección en los años cincuenta

era, probablemente, más compatible con esa consideración

ética que el que se desarrolló a partir de los años

setenta, sobre todo por la influencia anglosajona. Pero esto

no significa que su mantenimiento y desarrollo fuesen tarea

fácil, sobre todo cuando proliferaban puntos de vista sobre la

empresa poco acordes con esa concepción moral de la actividad

de la organización y de la tarea de dirigirla. En todo caso,

la dimensión ética de la actividad del IESE debía ir mucho más

allá de ofrecer antídotos contra esas concepciones empresariales

de carácter materialista, relativista o individualista, ni

siquiera podía limitarse a un añadido moralizante a una formación

técnica más o menos aséptica.

Y tampoco se trataba, obviamente, de imponer una concepción

cristiana de la vida a personas

...

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