Leo Gnocchi

La última década argentina ha vivido un período de crecimiento económico con altibajos propios de una economía dependiente de factores externos como precios internacionales y situaciones cambiarias externas que le otorgan competitividad, pero es indudable que luego de una de las peores crisis vividas en la historia del país en el año 2002, Argentina tuvo un sexenio de uno de los más rápidos crecimiento de PBI que existen desde que se registra dicho indicador, con un deterioro notable en los últimos 4 años producto de una pérdida de competitividad externa que se debe principalmente a factores internos, los déficits gemelos (fiscal y comercial) han desaparecido por lo que Argentina debe recurrir frecuentemente a una de las maneras más peligrosas que tiene un país de financiarse que es a través de la emisión de nuevo papel moneda.

Esto último, en conjunto con un conjunto de medidas que fueron parte del modelo Kirchnerista desde un principio, con medidas principalmente desarrollistas y el impulso del consumo interno como estandarte máximo, sumado a un descuido prácticamente absoluto por intentar solucionar éste gran mal que nos aqueja desde la década del 50, provocó un índice de inflación anual promedio de entre un 20 y 24 %, que si bien al principio podía pasar desapercibido por la gran competitividad que existía a nivel internacional gracias a un tipo de cambio favorable, hoy en día los costos han acortado enormemente esa brecha y atrasando el tipo de cambio real hasta el punto de perder competitividad internacional, sobre todo frente a nuestro principal socio externo que es Brasil.

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