Mercado Laboral
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MERCADO LABORAL Y DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO
MERCADO LABORAL
El mercado de trabajo es uno de los principales receptores de las transformaciones económicas con manifestaciones como la variación de las tasas de desempleo y ocupación o el incremento de los niveles de informalidad en el empleo y la precariedad de los ingresos. La búsqueda de la creación de empleos de manera perdurable y sostenible requiere de la implantación de políticas que propicien una alta dinámica de crecimiento en las diferentes ramas económicas, con programas focalizados que contribuyan a corregir algunos desequilibrios y situaciones críticas de empleo en los grupos más vulnerables de la población.
En el período comprendido entre 1980 y 1997, el empleo en Colombia tuvo una distribución relativamente homogénea en cuanto a la participación de las diferentes ramas de actividad en la composición del número total de ocupados. Así, según la Encuesta Nacional de Hogares -ENH- (33), los sectores con mayor peso relativo sobre el empleo son, en su orden: servicios que participaron en promedio con el 28.6% del empleo; comercio, restaurantes y hoteles con el 25% y la industria manufacturera con el 23.2%. Estas tres ramas de actividad presentaron oscilaciones bastante moderadas en su participación dentro de( total de empleo, conservando en 1996 una contribución similar a aquella ostentada en 1983 (Cuadro 1.4). A diferencia de los anteriores, el sector financiero participó, en promedio, con el 7.5% del empleo total, mostrando una tendencia ascendente al final de período.
Por otra parte el sector de servicios se destaca por ser indiscutiblemente el mayor generador de empleo en los últimos años (Cuadro 1.5 ). La industria manufacturera, con participaciones en la generación de empleo generalmente superiores al 10%, tuvo un comportamiento relativamente estable hasta 1994, año a partir del cual comenzó a destruir puestos de trabajo por la pérdida de dinamismo y ante cambios en la intensidad y composición del empleo industrial. El sector de la construcción como generador de empleo tiene un comportamiento acorde con su ciclo de actividad y, por tanto, presenta grandes oscilaciones. Es así como en el período 1992-1995 el sector de construcción fue uno de los principales generadores de empleo, lo cual coincide con el ciclo expansivo de esta actividad; en 1994 fue el segundo sector generador de empleo, participando con más del 40% de los nuevos puestos de trabajo, pero ya para 1996, el ciclo descendente de la construcción era notorio con su consecuente caída en contribución al incremento del desempleo.
Dos aspectos relevantes en el análisis sobre la evolución del empleo son los niveles de informalidad y de salarización. En la última década la tasa de salarización -porcentaje de obreros y empleados asalariados- creció moderadamente (Cuadro 1.6), pasando de representar el 62.9% de la población ocupada en 1986 al 64.5% en 1996, lo cual es un primer indicativo de que los niveles de informalidad han cedido parcialmente. Por su parte, la participación de la categoría de empleo denominada otros empleos, en la que se incluyen los trabajadores de servicio doméstico y los ayudantes familiares no remunerados, mostró una tendencia a la baja durante la década.
El Cuadro 1.7 complementa el panorama sobre la evolución de la informalidad del empleo en el país(34). En términos agregados ha venido perdiendo participación dentro del total del empleo, al pasar del 55.6% en 1984 al 53.6% en 1994; sin embargo, el nivel de informalidad del empleo sigue siendo muy elevado: 51.7% en las principales ciudades y 62.1% en las ciudades intermedias. Al desagregar las estadísticas para las diferentes zonas urbanas, se refleja una caída de los niveles de informalidad del empleo en las cuatro ciudades principales, pero un incremento de la informalidad en las seis ciudades intermedias.
A pesar de que en términos relativos el nivel de informalidad del empleo ha caído en la última década, especialmente a partir del período de apertura, dicha situación debe contrastarse con aspectos indicativos de la calidad del mismo. La participación de trabajadores que reciben como remuneración menos de un salario mínimo y la proporción de trabajadores que no están cobijados por el sistema de seguridad social son dos indicadores de la precariedad del empleo. En el primer caso, el Cuadro 1.8 muestra cómo se ha venido presentando una disminución progresiva del número de trabajadores que recibe menos de un salario mínimo, pasando de representar el 22.5% en 1984 al 17 .6% en 1994. Sin embargo, al considerar que los ingresos laborales menores a un salario mínimo no alcanzan a cubrir la canasta familiar básica, dicha participación, a pesar de estar cayendo, sigue indicando un alto grado de precariedad de buena parte del mercado laboral.
Con respecto a la porción de trabajadores que no están cubiertos por la seguridad social, se presenta una situación preocupante, pues a pesar de que se ha incrementado la cobertura en la última década, para 1994, el 48.6% de los trabajadores urbanos carecían aún de afiliación a la seguridad social.
En los últimos quince años en Colombia se han presentado dos períodos críticos en la generación de empleo. El primero de ellos se originó en la crisis del primer lustro de los ochenta, mientras que el segundo se relaciona, entre otros factores, con las medidas adoptadas en el proceso de apertura, siendo notorios sus efectos a partir de 1993.
Las variaciones del entorno macroeconómico en la primera mitad de los ochenta afectó la demanda laboral, particularmente por el descenso de la actividad productiva que generó una disminución en la demanda de empleo. La crisis de los sectores externo, financiero e industrial fueron las principales manifestaciones del componente cíclico del desempleo, que para 1985 alcanzólos mayores niveles históricos (35) (Gráfico 1.17).
Adicionalmente se presentaron distorsiones sobre el mercado de trabajo provenientes de factores determinantes de la oferta laboral, que a su vez propiciaron el desempleo estructural en el mercado de trabajo. Cabe mencionar los efectos tardíos de la transición demográfica y de la revolución educativa, la mayor urbanización de la población en el país y el incremento de la vinculación de la mujer al mercado de trabajo.
La estructura demográfica de la población para este período alcanzó una mayor participación de la población en edad de trabajar creando presiones sobre el mercado de trabajo. En efecto, el crecimiento acelerado de la población en las décadas anteriores, 3.2% anual entre 1951 y 1964 y 3% entre 1964 y 1973, condujo aun crecimiento importante de la población en edad de trabajar que aún se reflejaba a inicios de la década de los ochenta. Las consecuencias inmediatas de dicha situación
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