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Plasticos Miranda Datos


Enviado por   •  2 de Enero de 2017  •  Trabajo  •  1.928 Palabras (8 Páginas)  •  343 Visitas

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DISTRIBUIDORA DE PLASTICOS MIRANDA, S. A. [1] )

                A mediados de abril de 1994, Carlos Miranda, principal socio y gerente de la empresa Distribuidora de Plásticos Miranda, S.A (Displamsa), se enfrentaba al resto de determinar la política de crecimiento y la estrategia futura de la empresa. Carlos pensaba que el negocio estaba marchando razonablemente bien, pero no acababa de entender las razones de las tensiones financieras que estaban produciendo ni las implicaciones que todo ello pudiera tener en futuro.

                Carlos Miranda, recién acabados sus estudios, empezó a trabajar en el departamento comercial de un fabricante de placas de metacrilato de metilo. Al cabo de cinco años, y al vista de la difusión de este último producto, presente ya no tan sólo a nivel industrial sino también en la mayoría de los hogares, decidió instalarse por su cuenta. Así, en 1984, poco después de contraer matrimonio, con la participación económica de algunos familiares de su esposa, abrió un local comercial con objeto de vender al por menor las placas de metacrilato. El negocio, emplazado en uno de los barrios antiguos de Madrid, adoptó el nombre de Plásticos Miranda. Las buenas relaciones que mantenía con su anterior jefe le permitieron obtener todo el material necesario bajo muy buenas condiciones.

                El negocio funcionó bien desde el principio, de forma que, a finales de 1986, pudo cancelar el préstamo de 5 millones de pesetas que el Banco de Bilbao le había concedido para gastos de instalación y puesta en marcha. Poco después, el local ya se había quedado pequeño. En 1988 se asoció con Juan Pérez, quien acababa de liquidar su negocio al separarse de sus antiguos socios. Juan Pérez era propietario de un almacén en la zona de La Vaguada, en un área en clara expansión, lo cual prometía muy buenas expectativas comerciales. En su anterior negocio, Juan también se había dedicado a la distribución de plásticos, por lo que las instalaciones de su almacén no necesitaban ninguna remodelación. Además, había conservado buenos contactos con proveedores y algunos clientes de la zona.

        Así es como se fundó Distribuidora de Plásticos Miranda, S. A., con un capital inicial de 13 millones de pesetas. Carlos Miranda y sus socios aportaban a su negocio, valorado en 7.250.000 ptas. Juan Pérez aportaba su almacén, valorado en 19 millones de pesetas, sobre el cual pesaba una hipoteca de 15 millones, al 14%, de la que hizo cargo la nueva empresa. Las condiciones del préstamo hipotecario suponían un pago fijo trimestral de 702.409,23 ptas. Por último, Manuel Miranda, hermano de Carlos, aportaba 1.750.000 pesetas en metálico.

        Las actividades de la empresa se centran principalmente en la distribución de plásticos, más en concreto placas de metacrilato de metilo, que compran directamente al fabricante. Sus clientes son básicamente instaladores, reparadores, pequeños constructores y manipuladores. También, en menor escala, se compran bloques para vender a decoradores.

Durante los dos siguientes, Manuel se hizo cargo de la tienda, mientras que Carlos y Juan se pusieron manos a la obra para poner en marcha y sacar a delante su nueva empresa. A base de mucha dedicación personal y gran esfuerzo, el negocio fue prosperando. A principios de 1990 se dieron cuenta de que el almacén ofrecía muchas mas posibilidades de crecimiento que la tienda que llevaba Manuel, por lo que traspasaron el local y, con lo que obtuvieron por el traspaso, adquirieron sus propios medios de transporte e hicieron reformas en la planta baja del almacén, donde se instalaron las nuevas oficinas de atención al cliente. También invirtieron en una campaña de promoción para captar nuevos clientes.

        Las funciones se las repartieron los socios de la siguiente manera: Juan Pérez se encargo de la gestión de almacén y de las compras; Carlos Miranda asumió las funciones de relaciones públicas y promoción; y, por último, Carlos Miranda, junto con la gerencia se hizo cargo de la gestión de clientes. Además, contaba con una plantilla de 10 personas, tres de las cuales estaban en el almacén, dos en transportes y cinco en el servicio de atención al cliente y administración.

        A pesar de la caída en el volumen de la construcción, la empresa capeo muy bien la crisis de principios de los noventa, ya que su negocio se basaba principalmente en las reparaciones, renovaciones y nuevas instalaciones. La cifra de negocios siguió aumentando rápidamente, pasando de 85.040.000 ptas. En 1990, a más de 172 millones de pesetas en 1993, con una previsión de unos 230 millones de pesetas para 1994. Los beneficios también habían aumentado progresivamente. En 1992 se realizo una ampliación de capital de 5 millones de pesetas, con cargo a reservas, y desde final de aquel año se acordó distribuir anualmente un millón de pesetas en forma de dividendos, pensando fundamentalmente en los socios del primer negocio de Carlos Miranda, que eran accionistas de Displamsa pero no trabajaban en la empresa.

        En los últimos años también se había invertido en las ampliaciones y reformas del almacén que resultaron necesarias para hacer frente al creciente volumen de negocios. Displamsa había instalado con sus principales  clientes una red de información EDI, a través de la cual estos podían efectuar diariamente sus pedidos por ordenador, siéndoles servidos en 24 horas. En previsión a la necesidad de disponer de stock suficiente para hacer frente a estos pedidos, junto a la mayor diversificación de los mismos, Juan Pérez había considerado que era preciso mantener elevados niveles de existencias y realizar ampliaciones y reformas en el almacén.

        Pese a que en 1994, bajo los síntomas de recuperación económica del país, se preveía que las ventas sigan aumentando, Carlos Miranda estaba preocupado sin entender demasiado lo que pasaba. El negocio prosperaba, con un crecimiento notable, pero desde hacía varios meses sufría de un mal endémico de escasez de efectivo. Durante los últimos años se había alargado el plazo de cobro de los clientes y la empresa tenía cada vez más dificultades para hacer frente al pago de los proveedores. La línea de descuento que mantenía con la BBV había sobrepasado su límite máximo de 15 millones de pesetas.

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