Seminario de introducción al psicoanálisis La Pedofilia
Enviado por montano456 • 23 de Octubre de 2020 • Tesina • 2.843 Palabras (12 Páginas) • 110 Visitas
UNIVERSIDAD HUMÁNITAS
Seminario de introducción al psicoanálisis
La Pedofilia
Ejercitación para el Seminario
de Introducción al psicoanálisis presentada
al Psic. David Vargas por el estudiante
Noé MONTAÑO (2do. Seminario)
Cuernavaca, 27 Junio 2020
Introducción
Con el paso del tiempo, distintas escuelas psicológicas y enfoques clínicos han intentado dar una explicación sólida sobre las dinámicas del abuso sexual en general. Ciertamente, dada la complejidad del problema, estos análisis no han acertado a detallar el origen de la pedofilia, pero han elaborado diversos modelos a fin de comprender mejor esta patología. Es así que a lo largo de la historia de la investigación psicológica, no pocos autores se han abocado al tratamiento del tema, dando lugar a una gama de estudios que van desde el argumento mitológico al psiquiátrico y psicodinámico.
Sin embargo, ciertas teorías explicativas se han concentrado sólo en el aspecto genético del fenómeno. Se trata entonces, de una consideración parcial, resultante de una deficitaria comprensión antropológica de la cuestión que excluye la más amplia realidad de la relación intersubjetiva a la que el pedófilo da lugar. Por ello, además del origen del conflicto psíquico(aproximación genética), es necesario atender, también, la realidad dinámica y económica, tanto de la psicología del sujeto abusador como de la relación que establece con su víctima.
Por tanto, la aproximación genética, económica y dinámica conforman una visión metapsicológica más orgánica que, a su vez, exige entretejer dos fundamentales funcionamientos patológicos, a saber: el narcisismo patológico y la pedofilia. Cabe aclarar, ya desde ahora, que no todo narcisista patológico es pedófilo y no todo perverso tiene como su objeto de búsqueda a los menores.
La perversión sexual
Las personas con una estructura de narcisismo patológico presentan las tipologías más graves de perversión; aquellas que están caracterizadas por una agresividad egosintónica que pone en riesgo la vida y la integridad de la víctima. Se debe resaltar que el comportamiento sexual únicamente debe ser considerado patológico cuando la perversión es “permanente y predominante, imperativa, insistente e impropia”.[1]
Ya en su tiempo, las investigaciones del autor del psicoanálisis lo habían llevado a considerar que
[…] las perversiones son actividades sexuales que, o bien se extienden en un sentido anatómico, más allá de los órganos del cuerpo diseñadas para la unión sexual, o se dilatan en la relación inmediata con el objeto sexual, el cual normalmente debería ser cruzado rápidamente en el camino hacia el propósito sexual final.[2]
Actualmente, desde una perspectiva descriptiva, las perversiones pueden ser clasificadas teniendo en cuenta un continuo de gravedad, así como el grado en que la agresión domine la perversión y la conducta peligrosa ponga en riesgo la vida. Según este criterio, la perversión más regresiva se encontrará en la pedofilia, debido a que, entre otras cosas, el acto sexual es generado por una prevalente motivación agresiva que pone en peligro la vida del infante.[3]
Por tanto, por “perversión” puede entenderse aquella “práctica sexual que evoca ciertas formas de relación impuesta por un individuo a otro que no consiente o no es responsable”.[4] O también la perversión puede reconocerse, también, en aquellas relaciones en donde se utilicen métodos indirectos para alcanzar la descarga orgásmica, frente a la amenaza de miedos arrolladores.[5]
La anterior idea general de la perversión es más precisamente descrita por Kernberg, pues en su opinión:
las perversiones pueden ser definidas como las restricciones estables, crónicas y rígidas de la conducta sexual que se caracterizan por la expresión de una de las pulsiones parciales, infantiles polimorfas perversas, como precondición obligatoria e indispensable para lograr la excitación sexual y el orgasmo.[6]
La misma perversión sexual neutraliza la lucha de las fuerzas intrapsíquicas, de manera que estos individuos comúnmente no están impedidos para funcionar adecuadamente en la sociedad. Excepto por su transgresor ejercicio sexual, parecería, ante un examen superficial, que estos individuos no padecen patología alguna; esto sucede frecuentemente con la “pseudo-normalidad” del pedófilo.
Más aún, debe decirse que la historia del desarrollo de quienes padecen este tipo de perversiones, presentan conflictos de relación con el objeto. Tales dificultades implican una notable ansiedad en el acercamiento sexual a una persona del género contrario, además de una acusada confusión en la identidad sexual y un predominio de mecanismos mentales arcaicos y primitivos.[7]
Debe, pues, quedar claro que la patologización del narcisismo constituye la estructura personal sobre la que se asienta la perversión que, en cuanto anómalo funcionamiento de la sexualidad, es justamente lo que podría desencadenar las conductas pedófilas. Por ello, habrá que dar lugar a un tratamiento más pormenorizado de la pedofilia.
El fenómeno de la pedofilia
Una vez aclarado que la perversión es la plataforma psicológica propia para el desarrollo del comportamiento pedófilo, habrá que especificar ahora la consistencia de esta conducta.
En primer lugar, desde el punto de vista terminológico, conviene recordar que la palabra “pedofilia” está compuesta por dos vocablos griegos, a saber: el sustantivo παιζ que significa “niño”, y el verbo ϕιλεω que se traduce como amar.[8] Algunos autores hablan también de la voz ϕιλος que quiere decir “amigo”.[9] Literalmente, descontando este último sentido semántico, por “pedofilia” debería entenderse el “amor por los niños”. Sin embargo, el “amor” tendría aquí una connotación ambigua, de modo que el significado etimológico no es únicamente aceptado por todos. Esto explica por qué existe una polémica discusión respecto a cuál sería la acepción que correspondería más adecuadamente a la realidad patológica que se pretende sugerir con dicho término.
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