Lecciones de introducción al psicoanálisis

Osacar Masotta: Lecciones de introducción al psicoanálisis

Capítulo VI: resumen

El Edipo es el lugar donde se historiza la necesidad de un corte en la relación entre la madre y el hijo. Una función capaz de dinamizar, de hacer andar, el conflicto fundamental, evitar las fijaciones del sujeto a ese mal ligar. El sujeto se ve de entrada referido a los polos donde la relación se constituye: el padre, la madre. La función madre determina la historia del cuerpo erógeno, y la del padre tendrá que ver con el efecto del corte, con la perdida obligatoria del objeto primordial y sus secuelas. En los textos freudianos el padre en cuestión en el Edipo no es el padre real. Lacan habla de padre simbólico, de padre imaginario y de padre real. El padre real no se superpone a las funciones del padre. El padre es su función, lo que o depende de la representación de la imagen clásica de padre. No es seguro que un padre viril pueda llenar los requisitos de las funciones del padre. Se trata del padre como polo o lugar capaz de ejercer la función del corte, de asegurar una escisión, una superación.

Tótem y tabú, asegura en el grupo social la prohibición del incesto, no es sin el padre muerto. Las sociedades llamadas primitivas rigen mediante el totemismo el orden del parentesco, el sistema del parentesco. El problema freudiano pertenece al orden del discurso, y no al orden de los datos. La cuestión de la función del padre pertenece a un orden donde es necesario articular y superponer más de un discurso. Las observaciones de las fobias infantiles, dice, nos ha enseñado que el animal temido simboliza al padre. Freud opera superponiendo discursos que pertenecen a niveles distintos. Una vez muerto el padre, satisfechos los pensamientos hostiles y el odio, surge el amor. El resultado de esta ambivalencia posterior es el sentimiento de culpa. La culpa se alimenta de obediencia al padre después de la muerte del padre. Surge el concepto capaz de dar cuenta de la universalidad de la ley de la prohibición del incesto, es la “obediencia retrospectiva”. La muerte del padre reasegura, vía obediencia retrospectiva la normalidad social por antonomasia, la barrera que impide el acceso del individuo a la mujer del grupo. La prohibición de la mujer del endogrupo, y por lo mismo, abre al sujeto la puerta obligada, en material de goce sexual, hacia otros grupos sociales. Se ha echado mano de distintos tipos, de diferentes niveles, de discursos: el discurso de las inducciones antropológicas, el discurso de las comprobaciones teorico-practicas del psicoanálisis, el discurso de la observación etnográfica. El discurso freudiano no se mantiene, o bien, solo se sostiene a condición de saltar alegremente los escalones, de pasar sin aviso y sin transición de nivel a nivel.

No se puede hablar sobre función del padre manteniéndose en un solo nivel de discurso, dicha función remite a un campo cuya consistencia permanece a distancia de los objetos que en la vida de todos los días nos parecen meramente reales, sean éstos representaciones o imágenes. Para el psicoanálisis es una cuestión de discurso. La idea de una “obediencia retrospectiva” evoca dos momentos: el tiempo del asesinato,

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