Alcances y obstaculos en el trabajo con Niños en un Centro de Dia

 Nosotros como Centro de Día tenemos como desafío  realizar un trabajo con cada una de las familias que contemple y tenga en cuenta aquello que la hace diferente de todas las otras. 

Orientarnos en esta posición nos permite tomar distancia de fórmulas y saberes consolidados e intentar nuevas respuestas ante aquello que pueda aparecer como imposible o inabordable.

Esa fue una de las primeras sensaciones que tuvimos al tomar contacto con la familia de la niña.

Recibíamos a una niña en muy malas condiciones de higiene, se presentaba angustiada. Lloraba constantemente incluso estando su abuela presente.

 A la abuela le era muy difícil separarse y dejarla en el Centro de Día. Intentaba quedarse con ella, cuando salía se quedaba parada detrás de la puerta, para volver a ingresar, interrumpiendo la actividad que se llevaba a cabo.

Rápidamente tuvimos que ubicar que el trabajo sería en este primer tiempo con ella presente en el espacio. Soportando esa tensión, comenzamos a trabajar junto con la abuela sobre pautas de aseo y de crianza. 

Resultaba difícil lograr que algunas de estas pautas o acciones se replicaran  en la casa.

Luego de un tiempo de trabajo surgió en el equipo la pregunta por el lugar de la mamá de la niña. Se había tomado de manera natural que quien apareciera como interlocutora posible desde un primer momento fuera la abuela.

Aun así desde la institución la joven fue convocada apostándose a que algo del orden de lo materno pudiera generarse.

Comenzamos entonces a invitar a la joven al espacio intentando facilitar momentos compartidos entre ella y la niña. Pensamos un espacio de juego y encuentro posible, pero fue muy poco lo que se pudo generar: no había mirada, ni voz ni palabras.

Si bien nuestras intervenciones no tenían el efecto que habíamos calculado (en tanto se apuntaban a que alguien asumiera funciones),  la presencia  de la abuela y la joven dentro del espacio sirvió para construir un vínculo con los coordinadores que facilitó el armado  de  un primer  espacio de confianza en el cual dejar a la niña.

Esto habilitó a brindarle un espacio de sostén y contención  ofertando un lugar posible de constitución subjetiva.

 Al poco tiempo la vimos desplegar un modo propio de estar en el espacio: buscando el contacto con los coordinadores del centro, eligiendo juegos y juguetes para jugar con otros niños, tomando herramientas que la habilitaron a un modo personal de expresión. Poco a poco la niña comenzó a ser una más participando en las actividades del centro.

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