Decalogo de george.
Enviado por enriquediaz106 • 27 de Marzo de 2017 • Documentos de Investigación • 2.077 Palabras (9 Páginas) • 206 Visitas
Pecado de Sumisión
Siempre me ha llamado la atención que los profesores se resistan a cambiar sus sistemas de trabajo, bajo el pretexto de que no les alcanza el tiempo para “cubrir los programas”. Esta compulsión a cumplir con todo lo que se establece en los programas suele ser provocada por las exigencias de los directores de escuela, o incluso, de nuestra burocracia educativa. El caso es que tal celo se convierte con frecuencia en el cáncer de nuestra educación.
Pecado de Gula
Uno esperaría, luego de lo que acabo de señalar, que los profesores “abrumados por los programas” se limitaran entonces a cumplir exclusivamente con ellos. Por extraño que parezca esto no es así. A las numerosas exigencias académicas que deben atender profesores y alumnos, cada escuela agrega a la lista otros contenidos y actividades que consideran relevantes, cada una por diferentes razones.
Por ejemplo, hay quienes quieren mostrar que sus alumnos aprenden más y mejor que los estudiantes de las demás escuelas; tal es el caso de las instituciones que hacen hasta lo imposible por lograr que todos sus alumnos lean y escriban al finalizar el preescolar, o para que sean capaces de realizar los procesos aritméticos que en las otras escuelas aprenden en el grado subsiguiente. La conclusión errónea a la que llegan los promotores de estas absurdas exigencias y prematuros logros es que el nivel académico de sus instituciones es superior al que se alcanza en las demás. Otras instituciones por su parte roban una gran cantidad de horas educativas a preparar actividades extraescolares, festivales, clases públicas, actividades de culto, etcétera, que en nada o en muy poco ayudan a la formación del alumno.
Pecado de Ignorancia
No es inusual que los profesores ignoren cuáles son los propósitos que se persiguen cuando exigen a sus alumnos aprender determinados contenidos. Cuando he llegado a cuestionarlos acerca de las razones por las cuales sus alumnos deben estudiar tal o cual cosa, encuentro respuestas como las siguientes: “porque es un requisito de la Secretaría de Educación”, “porque si se va a estudiar a otra escuela, se lo van a preguntar en el examen de admisión”. Incluso hay quienes responden “por cultura general”. Este desconocimiento de los propósitos educativos de los programas escolares pone de manifiesto que no todos los profesores han logrado establecer vínculos claros entre el aprendizaje y el desarrollo, es decir, se encuentran más interesados en los beneficios a corto plazo (que, en algunos casos, podría ser aprobar un examen) que en las eventuales repercusiones que el aprendizaje podría tener a mediano y largo plazo sobre el desarrollo de sus alumnos en diferentes ámbitos: el cognoscitivo, el afectivo, el moral, etcétera.
Tal es el caso de ciertos profesores de matemáticas a nivel secundaria, que justifican que sus alumnos deben aprender trigonometría porque es un tema que aparece en el temario del examen de admisión de la mayoría de las preparatorias. Peor aún, el caso de algunos profesores universitarios que, intentando subrayar la importancia de cierto tema de estudio, anuncian que se trata de un tema de examen, en vez de explicarle a los alumnos por qué ese tema resulta relevante para su formación profesional.
Pecado de Miopía
Una de las consecuencias de la escasa comprensión de los contenidos, además de una base conceptual pobre acerca del aprendizaje y sus procesos, es que los profesores atomizan en forma desmedida los temas que son abordados por los alumnos cuando estudian las diferentes materias. Hasta ahora conozco pocos profesores que aprovechan una lección de ciencias naturales para provocar que los alumnos ejerciten o aprendan nuevos aspectos relacionados con las matemáticas, la historia, la geografía o el español. Incluso, les resulta difícil establecer conexiones entre los ejes que integran un área de conocimiento: así, darán una lección de gramática, y al día siguiente otra lección acerca de las partes de un texto, pero las actividades realizadas en una y otra lección no tendrán que ver nada entre sí, excepto por el hecho de que ambas se realizaron “a la hora de español”.
Recuerdo también el caso de ciertos profesores de ciencias que se negaban a señalar los errores ortográficos cometidos por sus alumnos cuando les revisaban las tareas y los exámenes, bajo el “argumento” de que ellos no eran profesores de español.
Pecado de Soberbia
Otra de las deficiencias del profesor tapatío, en todos sus niveles, está relacionada con la didáctica. La metodología para enseñar suele privilegiar el uso del discurso oral, pero no el de los alumnos –lo cual sería ya una ganancia– sino el del profesor. La planeación está centrada en lo que hará el profesor para enseñar, pero no en lo que harán los alumnos para aprender. Desconocen, por tanto, la importancia que tiene la acción por parte del alumno como requisito para el logro de aprendizajes genuinos. El acto del conocimiento es una experiencia directa, una iluminación privada, a la que no se puede más que inducir al alumno. El protagonismo del profesor omnisciente suele lograr lo contrario a lo que busca: inhibir los procesos de aprendizaje de sus alumnos (si bien puede elevar la autoestima del profesor).
Otra de las caras del Pecado de Soberbia es la falta casi total de autocrítica. Por ejemplo, cada vez son más los profesores que responsabilizan a los alumnos de los resultados deficientes que obtienen en las evaluaciones, pero son pocos los que asumen la parte de responsabilidad que les corresponde a ellos como profesionales de la educación. Afirman que los crecientes problemas de indisciplina dificultan cada vez más el trabajo que realizan dentro del aula, y en consecuencia, concentran sus energías para lograr instaurar sistemas de control eficientes y, de esa manera, establecer las condiciones que se requieren para aprender. Desde mi punto de vista, convierten el efecto en causa, olvidando que los alumnos suelen concentrarse cuando están interesados en aprender.
Pecado de sobreprotección (o subestimación)
Aún son pocos los profesores tapatíos que enfrentan a sus alumnos a situaciones o problemas de alto nivel, esos que demandan la realización de tareas complejas, que implican la integración de diferentes conceptos y habilidades, y que, precisamente por su nivel de complejidad, se resuelven a mediano plazo, no en el espacio de una clase. Pocas veces provocan que los alumnos echen mano de lo que han aprendido para enfrentar tareas que les representen verdaderos retos. Las actividades que los profesores planean suelen estar desvinculadas
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