Dramatizando el Consumo, Tabaco en el Séptimo Arte
Enviado por Pablo Olave • 8 de Junio de 2017 • Informe • 4.332 Palabras (18 Páginas) • 342 Visitas
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Pablo Olave – Cesar Figueroa – Javier Acevedo – Esteban Silva | 2017 |
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DROGA I | Dramatización del consumo – tabaco en el séptimo arte |
Es más común de lo que parece, recordar a nuestras figuras dramáticas sosteniendo un cigarro, como signo de rudeza y rebeldía. Imaginamos, como cada “calada”, le otorga mayor valentía al personaje. Por ello, a la hora de formar una representaciones mental de James Dean, no podemos evitar imaginarlo sostener y balacear un cigarrillo con sus labios. Recrear la sensual escena de “Bajos Instintos” (1992), donde el personaje “Catherine Tramell”, interpretado por la actriz Sharon Stone; hace uso de la provocación de sus inquietas piernas, al mismo tiempo que disfruta de un cigarro. Al parecer, gozando incomodar al espectador.[pic 4][pic 5]
Y es que la relación del tabaco y el cine, siempre ha sido bastante intensa. Formando una estrategia comercial, entre el consumir y fomentar una cercanía con una estrella o ídolo.
Si retrocedemos en el tiempo, podríamos visualizar de otra manera el consumo de tabaco. A partir de los años 20, el uso de tabaco promocionaba características particulares de una personalidad que irradiaba glamour y sofisticación. Por ello, se utilizaba muy a menudo la aparición de famosas figuras del cine dentro de spot publicitarios. La persuasión mediada en aquellos tiempos, era a tal punto explicita, por falta de normativas y estudios correspondientes al daño por consumo de tabaco; que se podía llegar a recibir consejos de especialistas en el área de la salud, recomendando fumar. Anuncios de famosos promocionando cigarrillo, impulsando la idea de perder peso, ganar confianza y energía.
De hecho, a raíz de la explosión del cine, como nuevo medio comunicativo en el mundo, es que se llega a publicitar el uso de tabaco. Durante los años 30 y 40, las empresas tabacaleras, entran con fuerza en tierras originarias del cine popular y clásico. Hollywood, otorga una base sólida a los mensajes de uso y comercialización del producto. De forma que la época dorada, se caracterizaba por la utilización de escenas, donde el humo se conectaba con el ambiente, dando ese toque místico e intrigante.
En dichas escenas, podíamos ver como los personajes no dudaban un segundo en socorrer la trama, desenfundando una cajetilla, y por ende extrayendo un cigarrillo de su interior.
John Wayne, Gary Cooper, Rita Hayworth, Clark Gable, Humphrey Bogard, Lauren Bacall, Bette Davis, los inolvidables puros de Groucho Marx o la refinada boquilla de Audrey Hepburn, son solo algunos de los ejemplos de la influencia del tabaco, ayudado por la magia del cine Hollywoodense.
Películas clásicas, donde se mostraba al eterno galán rodeado de mujeres de gran belleza. Se representaba frecuentemente una trama similar; una relación entre un adulto con rasgos y personalidad inquietante, en conjunto con la figura femenina que durante el drama, se iría entrelazando entre romanticismo y seducción; todo esto mezclado en un ambiente puro en humo. Una mezcla peligrosa, que no ocasionaba problema alguno para el espectador.
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Dentro del universo Hollywoodense, se pudo identificar como la particular forma de fumar de Lauren Bacall, patento en las mujeres una oportunidad de notarse en una sociedad aun machista. La atrayente voz y sensual personalidad de Rita Hayworth, se maximizaba aún más cuando encendía un cigarro, dibujando con el humo mayor intriga a la trama.[pic 7]
El estereotipo formado en la época, de una mujer que ocupaba cigarrillos para llevar una vida refinada e igualada a la del hombre, llego a raíz de los conocimientos publicitarios del médico Austriaco Edward Bernays, inventor de la teoría de propaganda y relaciones públicas. El señor Bernays, fue contratado por la compañía tabacalera Chesterfield, para incorporar el consumo de tabaco en las mujeres de aquellos tiempos. Para llevarlo a cabo, se utilizó la herramienta novedosa e innovadora del momento, el cine. Con la ayuda de directores y guionistas, se incrementó el uso de tabaco en escenas donde las mujeres desempeñaban un papel fundamental para la película. Sin quedar fuera de importancia a la trama, se sumaban junto al protagonista principal; enlazando amoríos y humo. Este método de persuasión, llego a ser tan efectivo, que el número de mujeres que consumían cigarrillos hasta la fecha, incremento notablemente.
Este proceso de guiar a la gente hacia una idea o actitud, mediante significados racionales y simbólicos llevo por ende a la utilización de cigarrillos en la vida habitual; sumando lo significativo que podía ser vincular la vida personal, con la ficción expresada en el cine. El doctor en comunicaciones Richard Perloff, la define persuasión como “la actividad o proceso en el que un comunicador intenta inducir un cambio en las creencias, actitudes o conductas de otra persona a través de la transmisión de un mensaje”[1]. Podemos observar que desde la publicidad más básica, hasta la película más “taquillera”, logran dibujar una reflexión dentro de nosotros. En la búsqueda por auspiciar el tabaco dentro del cine, Perloff acierta. “se induce un cambio”.
En las década de los 60 y 70, el cine se mimetiza gradualmente con la sociedad. Evocando en sus tramas, asuntos propios del paradigma de aquel entonces. Los estereotipos de gente que fuma dentro de las escenas, cambian. Ya no prevalece en la pantalla la figura masculina y romántica. Más bien realza una nueva forma de observar la apariencia del hombre. Un personaje rebelde y honorable, alguien con agallas y valor ante una vida dura. El fumador ya no es el galan que corteja con sabiduría, es el cambio al rebelde sin causa aparente. El hombre anti normas, masculino y de fuerte carácter, es quien domina la atención del público. En un momento en que existe una gran presión social, el cigarro llega a formar en el espectador un lujo de libertad y tranquilidad. La exploración de su extremista búsqueda de desligue con la banal y consumista sociedad. La inolvidable Aparición de James Dean en “Gigante” (1956), sosteniendo con una poderosa rebeldía una pitilla de cigarro, o la ruda firmeza con la que Marlon Brandon en “Un tranvía llamado deseo”(1951), viciaba sus pulmones con unos cigarrillos; son la imagen de la desconexión con una comunidad moralista.
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