Fuerza actitudinal

El rol de las actitudes ha sido trascendental en la historia universal, estas características al parecer inamovibles han ido evolucionando y con esto surgido grandes modificaciones a nivel mundial, por ej.: pasar de una mentalidad racista de los años 50 a una más tolerante de los tiempos actuales.

El cambio de la actitud en estos casos y otros implicaría cambio en la conducta (ej.: alguien con actitud prejuiciosa tiene una conducta discriminadora).

Estudios de conducta han de mostrado que las actitudes pueden ser algo muy difícil de cambiar, consecuentes y bastante estables. (Horvland, 1959; Hyman y Sheatsley, 1947). Otros proponen que el curso de la vida puede lograr estos cambios actitudinales cuando son dirigidos con el fin de cambiar la conducta de la gente, por ej. en las campañas electorales.

LaPiere’s (1934) investigó en un hotel y restaurant donde se aceptaban clientes chinos, con esto demostró que la conducta a veces es escasamente asociada a la actitud. Además, en otros estudios se ve cuan fácil es cambiar las opiniones de las personas, como Philip Converse (1964) quien afirmó que hay gente que no tiene actitudes hacia algunas cosas lo que hace muy flexible su posición ante la misma.

En conclusión, existen variadas perspectivas en cuanto a la flexibilidad de las actitudes, las que nos dicen que existen algunas actitudes más relevantes y más estables, mientras existen otras más flexibles y menos relevantes. Esto nos lleva al foco de estudio de la fuerza de las actitudes.

Esta se define primeramente como el poder de resistir al “ataque, durabilidad, fuerza”, el poder de producir una reacción o efecto (Unabridge Webster). Esto se refiere a fuerzas de las personas para lograr ceder desde sus posturas.

Según la relación de las manifestaciones y su especificidad se pueden considerar dos opciones para definir la fuerza actitudinal, la 1ra como un constructo latente representado presumiblemente en nuestra memoria por varios atributos, entonces la durabilidad e impacto serían vistos como indicadores del efecto de una actitud fuerte (fuerte por su efecto en la conducta). Más bien (2da opción), se podría combinar los efectos de ambos atributos (durabilidad e impacto), como indicadores causales de la fuerza de actitud, considerada como variable fantasma, esta es una etiqueta heurística que adjuntamos a ciertas actitudes de forma eficiente notando que posee ciertas características. Ambas definiciones ceden un nivel total de la fuerza de la actitud a esta misma viéndola como una variable latente o “fantasma”.

Tratamos finalmente la fuerza de la actitud como una amplio al cual las actitudes manifiestan las calidades de durabilidad y efectividad. A dos manifestaciones de durabilidad se ha puesto atención, la 1ra de ellas a persistencia, o estabilidad, esta se refiere al grado en el cual a actitud se mantiene inmovible. El 2do es la resistencia, la cual se refiere a la habilidad de la actitud de resistir el ataque (que busca el cambio).

El impacto, o efectividad, también se ha enfocado en dos conceptos, el 1ro es que las actitudes pueden influenciar el proceso de información y juicios, en el sentido en que ellas probablemente pueden hacer más que ingresar información certera o decisiones certeras que serán hechas. Actitudes fuertes probablemente son más impartidas por influencias de información y juicios que las actitudes débiles. Las actitudes son guía de la conducta y si son fuertes son más probables de ejecutarse. Entonces nos referimos a 4 aspectado de fuerza de la actitud: la persistencia, la resistencia, influencia en la información y juicios y guiar la conducta. Se define entonces en un conjunto de características o consecuencias marcadoras, es decir la fuerza de la actitud es el grado en el que poseen estas características las actitudes.

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