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La educación de las virtudes en la familia


Enviado por   •  1 de Diciembre de 2015  •  Resumen  •  5.826 Palabras (24 Páginas)  •  424 Visitas

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Mercedes Palet

Para Mercedes Palet sólo hay educación si es educación moral y por tanto se puede concretar la educación como la adquisición de las virtudes morales, según el esquema clásico de justicia, prudencia, fortaleza y templanza. El estudio de estas de estas virtudes siguiendo la riqueza de la tradición aristotélico-tomista vertebra el presente trabajo. Con toda seguridad el lector se verá sorprendido y admirado de la penetración psicológica que encontramos en la doctrina moral de Santo Tomás, y la adecuada y rigurosa utilización que hace Mercedes Palet para tomarlo como punto de partida para el análisis de todo el proceso educador realizado en el seno de familia» 
(José María Alsina Roca)

Todos coincidimos al afirmar que es en el seno de la familia donde debe iniciarse la educación y en el caso de no ser así las consecuencias pueden llegar a ser irreparables.

La familia, el útero espiritual donde el niño inicia su camino perfectivo hacia la felicidad, es la comunidad más connatural al ser humano. Si se ataca y se desestabiliza o se llega a destruir, enferma y olvida su función educativa, su misión fundamental de ser participativa de lo bueno y lo justo.

  1. Educación, virtud y familia: adquisición de la “segunda naturaleza”

El proceso de adquisición de la virtud no puede disociarse de la educación y ésta, a menos de ser ineficaz no puede ignorar todo el valor educativo de la virtud. Así pues, y entendida como la perfección que persigue la educación, la virtud es la fuerza y el complemento que da plenitud y perfecciona las potencias a fin de que estas puedan moverse y actuar de modo perfecto. Una perfección que se logra a través de su actividad personal.

Educar para la virtud significa aspirar a la felicidad mediante el ejercicio de una virtud perfecta.

El objetivo de la educación es facilitar al menor los medios para aprender a tomar decisiones que se dirijan a los bienes que convengan con la razón y den como consecuencia la felicidad. Esto medios vendrían a ser  los hábitos virtuosos.

El niño se inclina hacia el bien y la verdad a través de los “hábitos naturales”. Mediante la adquisición del hábito del hábito se podrá orientar, precisar y particularizar esta inclinación general del bien.

La virtud intelectual se desarrolla cuando la inteligencia pasa de un conocimiento general e impreciso a un conocimiento preciso de la realidad.

La virtud moral se desarrolla y diferencia desde la inclinación natural al bien hacia su concretización particular y distinta según las necesidades y circunstancias del ser humano.

Conforme estos dos requisitos para la adquisición de la virtud, se hace evidente que el educador ha de tener un gran conocimiento del sujeto que educa y sus diferencias y capacidades individuales.

La virtud y la educación persiguen facilitar al cuerpo y al alma todo el desarrollo perfectivo del que es posible y esto se consigue con el ejercicio, por la actividad de las potencias  de la persona que se educada.

Las virtudes, no suponen un añadido artificial al actuar humano si no que consiste en la perfección de las potencias humanas para sus actos correspondientes, como cualidad perfectiva  que va haciendo bueno al hombre.

Es solo mediante la intervención de la inteligencia y de la contemplación de la verdad que la educación puede cuidar y cultivar las facultades apetitivas del deseo, la voluntad y amor del niño y del adolecente y asistir el aprendizaje del autodominio de sus afectos, emociones y tendencias.

La adquisición de la virtud necesita la ordenación del deseo y la voluntad del ser humano para que éste desee, ame y se goce en lo bueno.

Habito, aquella cualidad del alma que actúa a modo de la segunda naturaleza.

La segunda naturaleza, es de una gran riqueza de contenidos y proporciona una claridad diáfana sobre la educación de la virtud.

La acción natural de la virtud apetitiva para que esta se de es necesario cierta inclinación hacia algo determinado. Sin embargo es necesario que esta siga la forma según la exigencia de aquella forma y permanezca tal inclinación sin inducirse a la inclinación contraria; sin embargo determinadas cosas se dan por el propio motor de algo y aparece una disposición hacia tal cosa  y se consolida en ellas, de tal forma de que esta inclinación sobreañadida es como cierta forma que tiende por su naturaleza a una sola cosa; más conocida como el habito, como segunda naturaleza.

 La potencia apetitiva está dispuesta hacía varias cosas, no tiende a una de ellas a no ser que sea determinada por la razón. Por tanto si se inclina hacia una cosa determinada crea una firme disposición a la única cosa a ala que está habituada conocida como el hábito de la virtud.

El hábito virtuoso, la virtud hace buenos a quienes lo poseen y a su comportamiento.

El proceso educativo de la adquisición de la virtud no puede disociarse de la acción educativa de la familia.

¿Cómo el podrá el niño adquirir un habito bueno, cuando no es aun capaz del descernimiento racional? Sino es guiado sabiamente por la existencia individual y personal en el seno de la familia.

La elección de la vida de familia, no solo se justifica por la necesidad humana de la convivencia y de la procreación, sino que también, por lo demás fines de la vida, el amor mutuo la ayuda recíproca y la difusión perspectiva del bien entre los espesos y desde los esposos para los hijos.; un lazo de unión entre los esposos por su naturaleza aumenta los vínculos entre los padres que aman a sus hijos por su propia naturaleza y utilidad que es capaz de generar, para los hijos los mayores bienes , esto es, la existencia, la crianza y la educación.

La familia y especialmente los padres son forjadores de la segunda naturaleza virtuosa del hijo, porque en su acción educativa satisfacen de forma natural los requisitos que exige el modo de ser virtuoso. Las exigencias de la  virtud para obrar bien, no solo se requiere la obra que se hace, sino también el modo de hacerlo esto es una recta elección, y no impulso o pasión. La rectitud de elección requiere dos cosas: el fin debido y el medio ordenado al fin debido. El primero exige que la persona elija un modo de comportarse de acuerdo con su fin.

El ejemplo que los padres dan en su obrar es aquello a cuya imitación se hace algo de tal manera que los hijos puedan obrar de modo que esta se asemeje a aquella.

Cuando la acción de los padres adquiere el rango de causa ejemplar para el hijo, mueve el comportamiento del hijo a modo de fin, influenciándolo y dándole forma.

El modo de la virtud consiste en tres cosas: La primera, en obrar conscientemente, esto es actuar sabiendo lo que se hace. La segunda, es que uno obre por voluntad propia y por elección. La tercera, es que uno obre con firmeza y constancia, esta firmeza es propia del hábito y uno obra en virtud al hábito radicado.

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