TEMA DE LAS “FAMILIAS DIVIDIDAS EN CONFLICTOS DE JUZGADOS FAMILIARES”
Enviado por Danndlcruz • 14 de Mayo de 2017 • Práctica o problema • 2.874 Palabras (12 Páginas) • 163 Visitas
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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ZARAGOZA
CARRERA DE PSICOLOGÍA
EDUCACIÓN Y FAMILIA
“FAMILIAS DIVIDIDAS EN CONFLICTOS DE JUZGADOS FAMILIARES”
RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ CRISTINA MAGDALENA
DE LA CRUZ MERCADO DANIEL
16/MAYO/20017
Narrativa sobre una familia en duelo.
La familia que será observada, descrita y analizada en éste trabajo. Radicada en la zona metropolitana de la ciudad de México.
Lo anterior es de relevancia, pues es importante tener un contexto, dentro del cual la familia se desenvolverá. Por cuestiones éticas los nombres de los integrantes de la familia no serán revelados, solamente se utilizarán números, con la finalidad de conservar su anonimato.
Con el propósito de mostrar de manera gráfica la conformación y dinámica familiar se hará uso en primera instancia, de un genograma, la cual es una técnica de apoyo que nos permite representar de manera accesible la información vertida aquí.
La familia estudio se compone de 4 integrantes;
Un Hombre de mediana edad (Numero 1)
Una Mujer de mediana edad (Numero 2)
Un Niño de menor edad (Numero 3)
Una Niña de menor edad (Numero 4)
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Introducción
El duelo es una reacción normal y necesaria ante la pérdida de una persona querida y cumple una función adaptativa que es la de ayudar al doliente a aceptar y adaptarse a la pérdida, y reconstruir la vida cotidiana y los valores sin el ser querido. En definitiva, se trata de continuar viviendo sin esa persona significativa. El valor, la relevancia y el significado del proceso de duelo es tal que hay personas que tras una vivencia de duelo experimentan un crecimiento personal importante. Pese a su normalidad, el fallecimiento de un ser querido es un acontecimiento vital estresante de primer orden que a lo largo de nuestra vida podemos llegar a experimentar en más de una ocasión (La casta y Soler, 2004). En el caso de una enfermedad como el cáncer el proceso de aflicción para la familia empieza desde el momento del diagnóstico, evaluándose sólo como una amenaza en el caso de un pronóstico bueno o como el anuncio de una pérdida próxima en el caso de que la enfermedad esté avanzada. Esta pérdida, a pesar de estar anunciada conlleva, al igual que todas las pérdidas, sufrimiento y dolor para la familia que iniciará el proceso de elaboración, aceptación de la pérdida real y adaptación a la vida sin el ser querido desde el momento del fallecimiento de éste. No todos los duelos son iguales ni se resuelven del mismo modo. La intensidad, el ritmo y la duración del duelo en cada doliente depende de numerosas variables y de su interacción, la relación emocional y de dependencia con el fallecido, la edad del doliente y del fallecido, las circunstancias y momento en que se produce la pérdida, el tiempo de preparación para la pérdida, las creencias religiosas, y los problemas socioeconómicos ocasionados a raíz de la muerte o previos a ésta, entre otras cuestiones, son aspectos de suma importancia para predecir el desarrollo normal o no del duelo (Astudillo y Mendigueta, 1995). También van a ser fundamentales para un adecuado desarrollo del duelo los recursos de que disponen los sobrevivientes, tanto a nivel personal como familiar y social, su estado de salud y las respuestas experimentadas ante situaciones emocionales intensas previas. Por tanto, los factores que intervienen en el proceso de duelo son de tal magnitud y cuantía que su interacción ocasiona que algunas veces sea necesaria una intervención específica psicológica y/o médica para la persona en duelo, mientras que, en otras, las más numerosas, sólo es necesario informar, acompañar o asesorar puntualmente al doliente. En cualquier caso, duelo normal o patológico, el profesional va a prestar una atención especial a la persona que ha sufrido la pérdida y vigilará o supervisará dicho proceso con el objetivo de detectar alguna posible anomalía en el transcurso del mismo.
Narrativa
La siguiente narrativa trata de abrir las puertas a un análisis sobre la familia observada. Asimismo, aborda las problemáticas que pudieran haber surgido y la forma en la que éstas se solucionaron. Los nombres de los integrantes no serán proporcionados para conservar su identidad.
Muchos autores, entre los que destaca (Worden, 1997). consideran útil la distinción entre consejo o asesoramiento y terapia de duelo. El consejo es un tipo de intervención que podrían realizar los profesionales sanitarios que se relacionan con frecuencia con personas que sufren procesos de duelo (médicos, enfermeros y psicólogos) se desarrolla con personas que están atravesando un proceso de duelo normal. Se pone en práctica en el contexto habitual de trabajo del profesional y no requiere de un encuadre especial como ocurre en la terapia. Aunque es lícito pensar que lo más adecuado es ofrecer este asesoramiento a toda persona que esté enfrentándose a un proceso de duelo, la mayoría de los autores prefieren ofrecérsela sólo a aquellos dolientes que reúnan condiciones de alto riesgo, a aquellos que lo soliciten por iniciativa propia o a aquellos que presenten claras dificultades para realizar las tareas de afrontamiento del duelo que más adelante describiré. Por su parte, la terapia de duelo está indicada en los casos de duelo complicado, la realizan profesionales de salud mental y necesita de un encuadre concreto al igual que otras terapias psicológicas.
La atención a una familia en duelo supone multitud de acciones que van desde la comunicación del diagnóstico de enfermedad terminal hasta el tratamiento especializado del duelo patológico o complicado. Como ya he comentado, la elaboración del duelo comienza desde que se confirma el diagnóstico fatal de la enfermedad, por lo que la atención al duelo debe comenzar antes del fallecimiento del enfermo. En este sentido la familia durante el curso de la enfermedad oncológica permite a los profesionales que antes del fallecimiento del enfermo se pueda valorar y analizar la situación de un deudo con el objetivo de facilitar el proceso de duelo o detectar posibles factores de riesgo de duelo complicado. En relación a lo comentado esta familia considerando principalmente al matrimonio se dio a la tarea de tomar algunas estrategias de intervención previas al fallecimiento para facilitar un buen duelo, en estas mismas se aseguró un buen cuidado médico y emocional del paciente (hijo) y proporcionar un adecuado control de los síntomas, para que el sufrimiento que conlleva la enfermedad sea lo más tolerable posible para el deudo y no se convierta tras el fallecimiento del enfermo en un motivo de rabia o ira que perturbe el proceso de duelo. Se tuvo comunicación entre los futuros dolientes para que se ofrezcan apoyo mutuo y arreglen el mayor número de asuntos pendientes con el paciente (hijo). La tranquilidad de haberse despedido del ser querido con los temas que consideraban más importantes resueltos es vital para el familiar. Se propusieron a animar a la familia a organizarse y participar activamente en el cuidado y en la expresión de afecto hacia el paciente (hijo), dotando de significado y sentido su labor de cuidado y acompañamiento. De este modo, por un lado, un beneficio directo e inmediato tanto en el propio paciente que recibió con satisfacción dicha ayuda y apoyo en la familia que corre menos riesgo de claudicación emocional de algunos de sus miembros y, por otro lado, un beneficio tardío sobre la reacción del doliente tras el fallecimiento del paciente que experimenta el duelo con mayor serenidad debido a una menor carga de sentimientos de culpa. Se promovió, sin forzar o imponer, que se sigan ciertas actividades rituales tras el fallecimiento del ser querido (ver al fallecido, poder estar a solas para despedirse, realizar los cuidados post mortem, acudir al funeral, etc.) porque con ellas se crea un espacio donde socialmente está permitido expresar de manera abierta el llanto y otras muestras de dolor y de despedida que facilitan la elaboración del duelo y la aceptación de la muerte. Así como exponer las emociones negativas que hayan podido surgir a lo largo del proceso de la enfermedad con el personal sanitario, otras familiares, amigos, etc. Se detectaron las necesidades, dificultades, preocupaciones y miedos de esta familia para eliminarlos o suavizarlos mediante la información, aclarando dudas, reestructurando las distorsiones cognitivas, etc. No obstante, no debemos olvidar que la pérdida es, en sí misma, dolorosa, por lo que la familia afligida necesita un tiempo y un proceso para volver al equilibrio normal. Dentro de los aspectos que se tomaron en cuenta a la hora de dar soporte emocional a la familia en duelo, se tuvieron en cuenta estos puntos relacionados con los anteriores ya mencionados. Como familia se tuvo que desarrollar la capacidad de escucha empática, la cual constituyo en una actitud de escucha activa centrada en lo que decía el doliente y en identificar correctamente la emoción que se estaba expresando, así como dar a entender al mismo que sus sentimientos y que no se tenían que criticar o juzgar por ello. Como integrante se ayuda al doliente (Familia) a que exprese sus vivencias sobre: condiciones del fallecimiento de la persona querida (hijo), participación en los rituales funerarios, acompañamiento que ha recibido, etc. Y expongan sus emociones, incluso las más secretas y no satisfactorias si las hay, sobre el fallecido, su cuidado, familiares, acompañantes y sobre sí mismo. Hasta ahora se desarrolló una descripción breve sobre las actividades y un poco sobre la dinámica familiar que se tuvo al momento de la pérdida del familiar, cuando hubo la perdida para la familia fue difícil a pesar de las estrategias de ayuda, sobre llevar la perdida. Al enfrentar la pérdida, incluso cuando ésta es anunciada como en el caso del familiar, en la familia hubo un primer momento de shock y negación de la misma, una sensación de que eso “no ha pasado” o que ha sido un mal sueño por lo que la primera tarea de afrontamiento del duelo fue entender la muerte del otro, aceptar que no va a volver para poder reconocer la pérdida. Muestra de esta resistencia a aceptar lo evidente es la impresión de “ver al otro” en algún lugar, una calle, una cafetería, etc., para comprobar luego que se ha equivocado, que esa persona no va a volver. La negación de la familia acerca de la pérdida es un mecanismo de protección que se pone en evidencia, bien negando la realidad de la pérdida, bien, su significado o su irreversibilidad. Hablar sobre la pérdida ayudo a realizar esta tarea que no es sólo intelectual sino, sobre todo, emocional. La familia que atiende al doliente para facilitar el proceso puede preguntar sobre la forma en que sucedió la muerte, qué pensó, cómo se sintió, qué hizo, si estuvo en ese momento. También sobre si participó en los ritos funerarios, o si continúa visitando la tumba de la persona fallecida, etc. La pérdida del familiar despierta sentimientos de dolor, pena, sufrimiento, rabia, culpa e indefensión que la familia puede querer posponer para más adelante con la intención de protegerse. Pero, aunque en un principio parecía inofensiva esta estrategia de protección, el hecho de evitar o ignorar ciertas emociones podía perjudicar en un futuro a la familia afligida, prolongando el curso del duelo. Por tanto, se propusieron a identificar y aceptar las reacciones emocionales ante la pérdida para poder afrontarla. Pero algunas personas dentro de la familia que experimentan duelos se encontraban aisladas (hija). Los allegados a menudo no están a gusto frente a las emociones de la familia (sobre todo la tristeza y la rabia), se sienten impotentes y prefieren evitar encontrarse a los familiares y hablar sobre lo que estaban viviendo. Sin embargo, los integrantes de la familia que están pasando por un duelo tenían la necesidad de hablar y tener personas a su alrededor que les dieran apoyo y consuelo. Uno de los aspectos más importantes para esta familia era expresar las emociones con alguien que comprenda a los integrantes y le ofreciera su apoyo; de esta manera se podían prevenir intentos de negación del sufrimiento, donde la familia se va a resistir a sentir dolor (evitando pensamientos dolorosos del fallecido, cosas que le recuerdan a él, consumiendo alcohol o medicamentos, etc.) Dentro de las emociones que se asociaron durante el duelo, la tristeza fue la más y más aceptada socialmente; sin embargo, llorar era necesario, pero no suficiente, el paso siguiente en esta tarea era que familia se preguntará por el significado de sus lágrimas, significado que irá cambiando a lo largo del proceso de duelo pero que aliviará a cada integrante porque entenderá el motivo de sentirse de esa manera. Una de las tareas más importantes para esta familia era continuar con la ausencia del familiar perdido, sin embargo, se tenía que encontrar la forma para seguir con ese vacío. Esta tarea tenía como objetivo aprender a desenvolverse en una nueva vida, donde se renuncia a los vínculos que unían a la familia y fallecido para construir un nuevo mundo sin olvidar el antiguo, en el que se desarrollaban nuevas habilidades y asuman nuevas tareas que conduzcan a la familia a tener una vida plena. Con esta tarea se proponía a la familia afligida a enfrentarse a los problemas prácticos de la vida y a tomar decisiones sin el fallecido; en definitiva, a asumir las exigencias del medio. El esfuerzo que esta tarea suponía para la familia tenía una variable en función de la relación con los integrantes y con la persona fallecida y los papeles que éste desempeñaba. Así, cuando la persona fallecida es la principal fuente de alegría, consejo, compañía, etc. Sobrevivir suponía niveles de ansiedad, dolor y desesperanza muy grandes, ya que los recursos de la familia se veían reducidos mientras que sus necesidades siguen siendo las mismas pudiendo sentirse frustrado para satisfacer incluso las más básicas. Cuando esto ocurría, la familia se cuestionaba la eficacia de sus conductas, el control que se tenía sobre su vida y aumento la sensación de baja autoestima. Lo que seguía dentro de la dinámica familiar era continuar para no caer en la perdida y en el olvido de un recuerdo, pues este hacía esclavos a varios integrantes de la familia, tenían que salir de esta situación que poco a poco iba siendo un problema del pasado y no del presente, lo cual era de suma importancia para la reconstrucción de una familia integra sin dejar de recordar la perdida de uno de los integrantes. El objetivo de la familia es amar de nuevo, retirar la energía emocional del fallecido y reinvertirla en otras relaciones para sentir afecto pleno por los demás y ser capaz de preocuparse por ellos. Esta última actividad supone situar al ser querido en un lugar especial dentro del mundo interior de cada uno de los integrantes de forma que el recuerdo de la persona perdida se pueda activar sin exceso de emocionabilidad, de manera que facilite a la familia a sentir interés por otras personas o cosas. Por tanto, no significa olvidar ni sustituir al fallecido; de hecho se planteaba esa alternativa podía suponer un rechazo al fallecido, ya que puede dar lugar a despertar sentimientos de traición o desengaño por creer que el vínculo que existía entre el deudo y el fallecido no era lo suficientemente fuerte. Esta recolocación tampoco se tenía que confundir con el ansia de algunas familias de ocupar rápidamente el vacío que ha dejado el fallecido ya que esto no es más que un intento de evitar el dolor que genera la pérdida y sería una defensa que impediría completar la tarea (. El duelo termino sólo cuando estas tareas habían finalizado y no antes, siendo un buen indicador de que el duelo se había completado hablar de la persona fallecida sin dolor y de forma sosegada. En estas condiciones fue difícil estimar la duración del duelo aunque dos años pudieron ser el periodo que incluyo este año. No hay que olvidar que hay familias que nunca lo completan, reapareciendo el dolor y el sufrimiento por la persona querida a lo largo de su vida.
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