AUTOESTIMA Y RELIGIÓN
Enviado por JVI22 • 15 de Diciembre de 2012 • 1.189 Palabras (5 Páginas) • 1.095 Visitas
AUTOESTIMA Y RELIGIÓN
La autoestima es uno de los temas de moda en la psicología actual. A raíz de los estudios de Goleman, Gardner y otros que pusieron en tapete de estudio la vida afectiva como importante componente de la vida psíquica de las personas, las emociones, los sentimientos, la conducta social … se han convertido en asuntos de numerosas investigaciones. En los últimos años una lista bastante grande de estudios y obras abordan el tema de la autoestima como instancia comportamental que puede incidir en el éxito personal de los individuos, en cualquier ámbito de sus vidas y hasta en su salud mental. Los expertos sugieren que si se quiere conseguir adultos sanos, equilibrados y exitosos es imprescindible desarrollar la autoestima de los menores en la familia, en la escuela y en los ambientes donde crecen. Para ello, hace falta que padres, maestros y adultos demuestren actitudes de respeto, estímulo y buen concepto de ellos.
Ante estas exigencias es pertinente preguntar: ¿hasta qué punto las instancias sociales de nuestro medio contribuyen a desarrollar la autoestima de los niños y adolescentes? ¿Realmente las acciones de nuestros hogares, las escuelas y las estructuras jurídicas, militares, religiosas, culturales ... aportan a tal fin?
En este breve ensayo, nos proponemos reflexionar sobre una categoría superestructural como es la religión y su incidencia en la autoestima. La pregunta central sería: ¿la religión ha contribuido a potenciar la autoestima de nuestros menores?
Para tratar de formular una respuesta a esta crucial inquietud analicemos una experiencia que en todos los hogares hemos vivido.
Una familiar anuncia que su hija iba a realizar su “primera comunión” y que, para el efecto, debía confesar sus “pecados” ante un sacerdote. Por supuesto que para los padres de la niña, este natural acontecimiento no les causa casi ninguna inquietud y menos alguna reflexión. Pero, la verdad es que tras esta ceremonia se encierra todo un cúmulo de concepciones ideológicas, axiológicas y psicológicas que determinan el futuro de las personas que viven en la sociedad occidental. Veamos, en pocas palabras, los efectos de tal decisión.
Pocos podrán negar que la religión judeo-cristiana que domina nuestra sociedad se asienta sobre el concepto de naturaleza mala y pecaminosa del ser humano. Prueba de ello es que el “pecado original” es el primer dogma de la religión cristiana. Como sabemos, según este credo, todos los seres humanos nacemos con este estigma heredado de los primeros seres: Adán y Eva por su desobediencia a dios. A partir de esta mancha, la religión, con su larga lista de doctrinas y preceptos, concibe al hombre y a las mujeres como seres con innegables tendencias hacia el pecado, el mal, lo destructivo …
Toda la literatura religiosa que hemos asimilado a lo largo de nuestras vidas está profundamente atravesada con la concepción de la maldad innata del hombre. La filosofía implícita y explícita de la religión cristiana considera a los seres humanos como impulsivos, irracionales, agresivos y predispuestos a la inmoralidad. El problema es mayor cuando se refiere al sexo femenino, al que se le ha acusado, proverbialmente, como fuente de pecado, lascivia y perversión.
Con estas concepciones, se argumenta que uno de los principales propósitos de la religión, de la educación familiar, de las escuelas y de la instancias sociales es enseñar a los menores un progresivo control de esos impulsos pecaminosos. Para este control, se recurre al temor, al castigo, a las represalias
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