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Actitudes Y Valores


Enviado por   •  20 de Mayo de 2013  •  4.210 Palabras (17 Páginas)  •  440 Visitas

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Actitudes y valores: precisiones conceptuales para el trabajo didáctico

Dr. José Manuel Bautista Vallejo

Departamento de Educación

Facultad de Ciencias de la Educación

Universidad de Huelva

bautista@uh.es

1. Introducción

Fue en 1935 cuando Gordon Allport hizo notar que las actitudes se pueden medir mejor de lo que se las puede definir. Desde entonces, infinidad de estudios sobre este concepto no hacen más añadir mayor luz sobre lo mismo o acaso compartir las definiciones dadas para poder seguir adelante, todas ellas bañadas en la consideración de una variedad de elementos o componentes. Años más tarde -1975-, Robyn M. Dawes, de la Universidad de Oregón (EE.UU.), dirá que tal afirmación de Allport sigue siendo válida.

Muchos años antes, autores L. L. Thurstone (1928) afirmaban en el contexto concreto de sus investigaciones, para dar mayor contenido a esta idea, que «el concepto de actitud se usará aquí para denotar la suma total de ideas, temores y convicciones acerca de un asunto determinado. Aunque estos ejemplos no deben considerarse como una muestra representativa de las definiciones de actitud, en cambio indican la diversidad que presentaría una muestra verdaderamente tal» (Thurstone, 1928: 530).

Huelga decir que, sin embargo y a pesar de esta minúscula muestra, la dificultad definitoria del concepto de actitud no ha hecho más que empezar, más por la diversidad de elementos inclusivos en el propio concepto que por la escasez de una adecuada definición, aunque es aquello lo que provoca precisamente “inestabilidad” en las definiciones.

Para hacer frente a esta dificultad, autores como Gene F. Summers (1976) mencionan la conclusión que proviene del estudio de las actitudes, en donde se muestra que hay un acuerdo esencial en varias áreas en torno al significado de actitud.

Estas áreas, cuatro según Summers (1976), que resultan de recoger las aportaciones de muchos de los autores que intervienen en este tema para contribuir a su dilucidación, serían las siguientes:

Primera, la existencia de un consenso general de que una actitud es una predisposición a responder a un objeto, y no la conducta efectiva hacia él. La disposición a conducirse es una de las cualidades características de la actitud, por lo que se explica más por la vía procesual que por la vía del producto.

Una segunda área de acuerdo esencial es que la actitud es persistente, lo que no significa unívocamente que sea inmutable. Un gran número variado de estudios sobre las actitudes (Summers, 1976) indican con claridad que, aunque susceptibles al cambio, la alteración y cambio de las actitudes, especialmente de las que se mantienen con vigor, requiere una fuerte presión. Consecuentemente, la persistencia de las actitudes contribuye a la consistencia de la conducta, esto lo cual viene a constituir el tercer aspecto de concordancia.

Tercero, la actitud produce consistencia en las manifestaciones conductuales. Donald T. Campbell (1963: 96) afirma que «una actitud social del individuo es un síndrome de consistencia de respuestas hacia objetos sociales». Esta convicción nace de la consideración de que la actitud, como variable latente, da origen a la consistencia entre sus diferentes manifestaciones, que pueden tomar: la forma ya de verbalizaciones hacia el objeto, expresiones de sentimiento acerca del objeto ya de aproximación o evitación del objeto.

Y cuarto, la actitud tiene una cualidad direccional. Esta última área no implica tener en cuenta solamente la formación de rutinas de conducta en la forma de consistencia en las manifestaciones, sino que posee una característica motivacional. A este respecto, existe un acuerdo general de que la actitud connota preferencia con respecto a resultados que implican al objeto, que a evaluaciones del mismo o a impresiones positivas neutrales o negativas provocadas por aquél.

Una conclusión que puede obtenerse es que esta faceta de la actitud debe limitarse o restringirse a esta dimensión. Tal es su fuerza. Pero, ya sea que se apoye únicamente la restricción del concepto a la dimensión afectiva, o que se mantenga una concepción multifacética de la actitud, ha de reconocerse que lo afectivo es una dimensión importante de la actitud.

Si bien se han prediseñado las citadas áreas o dimensiones del concepto de actitud, tal vez en forma de pistas que ofrecen un poco de luz apriorísticamente, no deja de ser problemático el establecimiento de un concepto de actitud en donde se incluyan elementos o componentes que impriman seguridad al mismo.

2. Dificultades en la definición de actitud

A poco que se indaga en las investigaciones sobre “actitudes” y por la no menos necesaria aplicación del sentido común, comprobamos que desde que se iniciaron las primeras investigaciones sobre este campo, en época donde todavía permanecían poco dilucidados algunos componentes del concepto de actitud, lo cual no favorecía el establecimiento de una definición con más o menos seguridad, infinidad de definiciones se han intentado, apoyando su fuerza definitoria en componentes ora cognoscitivos, ora afectivos, ora conductuales -por seguir una trilogía dimensional que se acepta en la actualidad.

Si dedicamos un espacio a las aportaciones propias de la elucidación en este campo, así como a la clarificación de aquellos elementos que han intervenido para el establecimiento de una adecuada definición, ya sea porque debían estar, ya sea porque su exclusión prestaba mayor estabilidad a la misma, aparece dentro de una diversidad de conceptos que ha convenido precisar en su significado, el estudio del “valor” como concepto relacionado con el de actitud. Sin duda que este hecho presta componentes muy válidos para el trabajo con actitudes.

2.1. Dificultades para la definición

Previo a las dificultades que surgen propias de la posibilidad de trabajo con actitudes en cualquiera de los campos, están las que pueden, tal vez, ser consideradas como dificultades más importantes, esto es, las que provienen de la intención definitoria, porque aunque existe cierto consenso, como se manifestó de forma inicial, todavía las mismas definiciones plantean elementos no del todo semejantes en muchos casos.

Desde que a finales del siglo pasado H. Spencer usara por primera vez el término “actitud” en su obra Principios, las expectativas que se generaron en torno a este tema, del que se ha ido considerando con el paso de los años su paulatina y creciente importancia, no se han cumplido plenamente.

Sumariamente, la historia de las actitudes podría caracterizarse por dos indicaciones: un gran desarrollo de la investigación empírica en el terreno de la medición

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