CREACIÓN Y SALVACIÓN.
Enviado por Brenda Denisse Rodríguez • 14 de Septiembre de 2016 • Ensayo • 2.463 Palabras (10 Páginas) • 212 Visitas
CREACIÓN Y SALVACIÓN
Por: UNIVERSAL
¿Dónde estábamos cuando no existíamos? ¿Qué había antes de nosotros? ¿Crees en la existencia de otros mundos? Tantas hipótesis quieren responder estas preguntas, y si tú eres de los que las han pensado, esta historia te interesará, y si no, igual conócela tal vez te haga pensar. Y en una de esas creas una opinión, que nos lleve a la verdad de lo que pasó.
El comienzo de esta historia se remonta al inicio de todo. Anterior a la raza humana, incluso antes de que el tiempo se midiera; nuestro universo, infinito, majestuoso y lleno de secretos era sólo una pizarra negra, esperando a ser pintada con las mejores creaciones que pudiesen ser inventadas. Casi podemos decir era vacío pero esa era una falacia, pues en un rincón, un pequeño punto en la oscuridad se contemplaba.
Ahí yacía un diminuto mundo, bien parecía una hormiga en un estadio de fútbol, activo pero sombrío tenía vida en su interior. En él habitaba una especie muy semejante a nosotros. De miembros se constituía; brazos, piernas, cabeza y torso; en su biología sus sistemas se movían de forma similar, empero tenían una significante desigualdad.
En la parte media de su espalda figuraba un cable de infinita extensión, cada cual enchufado a un inmenso conector, este les suministraba energía para ejecutar todas sus labores, por eso nunca se debía apagar, pues eso traería la tragedia de a todos exterminar. Tanta importancia tenía su extremidad, que alertas siempre estaban de su espalda cuidar.
No accedían a avanzar y la interacción no estaba en sus planes, y es que nunca habían confiado en nadie. Ya que si se enredaban, lo que pasaba a menudo, en la locura caían y eso sucedió a más de uno. Además no contaban con la facultad de poderse curar, si se rompían era su final.
Más allá del físico, hubo algo que no teníamos en común, los cinco sentidos no los usaban aún. Se valían del tacto, oído y gusto para poder actuar, pero la visión y el habla aún no los habrían de manejar. Y es que no los conocían, no obstante eso no les prohibía pensar.
En sus pensamientos se congregaban ideas, sueños, opiniones, interrogantes, conjeturas y demás; pero ninguna se lograba concretar. El miedo y la inercia las juzgaban, y aprisionadas en la cárcel de la mente a cadena perpetua se les sentenciaba.
Algunas diferentes y otras consistentes, era una pena que no se pudieran hacer presentes, pues todas tenían un gran poder con el que a su pueblo harían trascender, la riqueza de una sociedad no viene de su dinero sino de sus gente, sus ideales y la iniciativa de hacerlo realidad.
Por su incapacidad de tener un autoconocimiento y de poder conocer su alrededor, nunca se percataron de su tenue resplandor. Eran como una bombilla, y el pensar era como apretar un interruptor, que del planeta sustraía la energía para encender la luz. Pero esa singularidad no servía de nada, a menos que la inercia olvidarán, todos vivían un ciclo, sin gracia y aburrido, que a la vida cada vez daba menos sentido.
Pareciese que todo seguiría igual, monótono y sombrío por la eternidad, pero entonces hubo alguien que no se resignó y generó la primera chispa de una revolución. Esa chiribita absorbió tanta potencia que una sobrecarga le llegó, y con una refulgencia estalló, y en una supernova al espacio se elevó, creándose el Sol.
Grande, fuerte y reluciente proporcionó a todos una luz, proveniente de la energía que el planeta le otorgó, siendo que tras los párpados, de quienes aún se alojaban ahí, la negrura se borró convirtiéndose en color. Ese inesperado cambio, molestia a algunos propició, pero para muchos otros, la inquietud, la intriga y la escondida fantasía al fin los despertó. Así todos por fuerza o por placer, dijeron adiós a la ceguera y abrieron sus ojos por primera vez. El mundo se extendía a su alrededor y la incentiva por explorarlo invadía su interior.
Así el sol dio verdadera vida y una nueva clase de calor, que más allá del clima entre los individuos se engendró. Los habitantes de ese modo se conocieron y lazos entablaron. Pero como en toda comunidad hay conflictos, y este no se tardó en exhibir. No todos eran conformes con la nueva situación, querían volver a la antigua tradición, uno de ellos otra colisión provocó, mas no fue luciente, y la Luna así nació.
Su superficie era dura y azabache como el carbón, con cráteres en toda su amplitud, marcas de la descarga pero sobre todo de su funesta depresión; de los cuales exhala ira y humo cuando la furia se excita en su interior.
Sobre el Sol tiró cenizas, y con furor izó la voz; y sin darse cuenta, el oído despertó, consecuentemente una forma de comunicación, y haciendo uso de ella al astro espetó que nadie le había permitido su presente distorsionar. Ante tal acusación el astro se disculpó por haberlos afectado, pero señalando que fue su decisión, declaró que ni por la discordia habría su luz de extinguir. El acusador sin argumentos se quedó, y con desdén al Sol la espalda le dio, mostrándole su lado oscuro y su mala educación.
Toda la controversia afloró reflexiones en cada ser, suscitando bandos o posturas diferentes que querían defender. Con esa ambición surgió Mercurio, chiquillo pero osado, quiso la empatía producir en cada ser, pero en su intentó un bombazo se escuchó, Marte había emanado y en él la destrucción.
Encarado y prepotente entre la Luna y Mercurio se instaló, y con un fin en mente la guerra promovió. Con fervor ardiente una pugna sugirió, decía que no había otra ruta más que una disputa. Lo que significaba estragos y eso alguien no soportó, y en un as de brillantina Venus afloró, y a todos el diálogo sugirió. Concordante a su idea otro más se despabiló, corpulento y sensato, Júpiter frente a la Luna se plantó y con palabras suaves pero con razón a esta convenció de que con su actitud nunca se llegaría a una decisión.
Todos en una reunión, por fin estuvieron de acuerdo en que la reprimenda ya no era una opción, cada uno tenía el derecho de sus ideales alcanzar. Sin embargo, aún no se resolvía el problema, ¿cómo saciar su libertad sin afectar a los demás? No querían una monarquía pero con libertinaje solo reinaría el caos. Con tal interrogante un doble estruendo suscitó, Urano y Neptuno se formaron y con ellos una solución.
Así se acordó que todos tendrían participación pero con el voto se crearía un control. De ese modo por el Sol optaron para a todos dirigir, y aunque a veces la Luna trata de eclipsarlo, parece ser que lo hace porque la divierte tanto. A pesar de ello no sería un dictador, las ideas de los planetas se tomarían en cuenta quienes las tomarían de los habitantes de su antigua casa, y girando alrededor del Sol se supervisaría su labor, buscando siempre alcanzar de cada uno su bienestar. Y para sellar el tratado Saturno emergió, y con sus anillos la alianza se firmó.
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