Ciclo Vital De La Familia
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PALABRAS DE LA DRA. ROSAURA RUIZ GUTIÉRREZ, DURANTE LA CEREMONIA
POR EL 50 ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE LA ACADEMIA MEXICANA DE
CIENCIAS
México D.F., 1 de diciembre de 2009
Dr. José Narro Robles, Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México;
Dr. José Antonio de la Peña Mena, Director Adjunto de Desarrollo Científico y
Académico del CONACYT (En representación del Mtro. Juan Carlos Romero
Hicks, Director General del CONACYT);
Dr. Rodolfo Tuirán Gutiérrez, Subsecretario de Educación Superior de la
Secretaría de Educación Pública (En representación del Mtro. Alonso Lujambio,
Secretario de Educación);
Dr. René Asomoza Palacios, Director General del Centro de Investigación y de
Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional;
Dr. Luis Humberto Fabila Castillo, Coordinador General de Posgrado e
Investigación del Instituto Politécnico Nacional (En representación del Director
General del IPN, Dr. Enrique Villa Rivera);
Dr. Javier Garciadiego, Presidente de El Colegio de México;
Dra. Esther Orozco Orozco, Directora del Instituto de Ciencia y Tecnología del
Distrito Federal (En representación del Jefe de Gobierno del Distrito Federal,
Lic. Marcelo Ebrard);
Dr. Adolfo Martínez Palomo, Coordinador General del Consejo Consultivo de
Ciencias de la Presidencia de la República;
Dr. Juan Pedro Laclette San Román, Coordinador General del Foro Consultivo
Científico y Tecnológico;
Dr. Reyes Tamez Guerra, Presidente de la Comisión de Ciencia y Tecnología de
la Cámara de Diputados;
Señores ex Presidentes de la Academia Mexicana de Ciencias;
Distinguidos invitados e invitadas, amigos todos.
Introducción
Desde el año 1958, un reducido grupo de investigadores se planteó la
necesidad de organizar una academia de ciencias que agrupara a los más
destacados científicos mexicanos, con el propósito de crear un espacio de reflexión,
discusión y difusión de sus proyectos de investigación, y con el espíritu de preservar un
alto nivel científico. En enero de 1959, se llevó a cabo la primera reunión formal, con la
asistencia de los doctores Guillermo Haro, Alberto Sandoval, José Luis Mateos, Emilio Lluis,
Eugenio Mendoza, José Adem, Arcadio Poveda y Juan Manuel Lozano. En agosto de 1959
se firmó el acta constitutiva, dando lugar a la entonces Academia de la Investigación 2
Científica, con 54 distinguidos miembros fundadores, entre los que por cierto figuraban
destacados humanistas como Alfonso Reyes, Eli de Gortari, Eduardo García Máynez, y 4
mujeres, como la astrónoma Paris Pishmish.
Veinticinco años más tarde, en 1984 el doctor José Sarukhán, entonces presidente de
nuestra Academia, expresó:
“En el año 2009, al final de la primera década del siglo XXI, la Academia celebrará 50
años de vida. Confío que quien haga, en una ceremonia como ésta, la relación del estado
de cosas en el sistema científico de ese tiempo, lo encuentre, en comparación con el
actual, como un sistema mucho más robustecido, que ha desempeñado un papel central
en el desarrollo cultural y social del país, y que esté conformado en el esquema social y
productivo de México como una parte indisoluble de la vida diaria del país.”
Hoy nos corresponde responder objetiva y racionalmente a este vaticinio, tanto de manera
afirmativa como negativa. No, el sistema científico no desempeña todavía el papel central
en el desarrollo cultural y social del país, ni está conformado en el esquema social y
productivo de México, ni constituye aún una parte indisoluble de su vida diaria. Podemos
afirmar en cambio, con orgullo, que la ciencia mexicana sí es un sistema mucho más
robustecido, conformado por una comunidad pequeña pero de clase mundial, que se ha
enriquecido en sus contenidos y alcances, y se ha diversificado. Entre sus logros, que son
muchos, hay que destacar su contribución al aumento de la calidad de la educación
superior: no se entenderían los grandes avances de instituciones como la Universidad
Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional, Universidades como las de
Guadalajara y del Estado de México, los centros del Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología y demás instituciones públicas de investigación, sin sus contribuciones a la
ciencia, a las humanidades y a la tecnología.
Otro logro, es el avance de las mujeres en el trabajo académico. Por ejemplo, en los
inicios de nuestra agrupación, representaban el 8% de la membresía, mientras que hoy
asciende a casi 23%. Lo mismo ha ocurrido con el Sistema Nacional de Investigadores, y
hay también un mayor reconocimiento para sus actividades. Cada vez hay más premios
que valoran el trabajo de las investigadoras. En ese mismo sentido, la AMC ha impulsado
importantes programas con perspectiva de género, como son los Premios L’Oréal-UNESCO
y otro galardón que próximamente ofrecerá nuestra Academia junto con el Gobierno de la
Ciudad de México, a través de su Instituto de Ciencia y Tecnología.
Con sus logros y rezagos, el balance nos obliga a admitir hoy que el impacto de la
ciencia, las humanidades y la tecnología no es ni lejanamente lo que el México requiere. El
avance del conocimiento no es una prioridad nacional, la ciencia no cuenta cuando se
trata de resolver los grandes problemas del país, debido a la falta de una auténtica política
de Estado que valore el potencial de la ciencia y la ubique como una prioridad en su
agenda.
La evidencia más fehaciente es, a 150 años de la publicación de El Origen de las Especies,
y de la proclamación de las Leyes de Reforma, el avance del oscurantismo y el ataque a la
laicidad con la aprobación de leyes basadas en planteamientos religiosos, que definen
como humano, con todos sus derechos, a una célula, el cigoto. Con tal perspectiva, no 3
sólo se viola el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, sino que además se
prohíbe la investigación en células embrionarias, a pesar de la repercusión probada que
ésta tiene en beneficio de campos de atención prioritaria como el de la salud. Se trata,
además, de una visión absolutamente determinista, pues omite el papel del ambiente, de
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