Cuando Comer Es Un Infierno
Enviado por Maarilizz • 18 de Marzo de 2014 • 454 Palabras (2 Páginas) • 248 Visitas
Los antecedentes. Tengo un problema
Y la siguiente vez que te asalte el hambre, piensa:
La diferencia entre querer y necesitar es el autocontrol.
La mayor parte de las mujeres viven pasando hambre.
¿Por qué iba a ser yo diferente?
Es muy sencillo: cuando has decidido no volver a comer,
no es necesario tomar ninguna decisión más.
Para que te tengan en cuenta, debes ser alta y delgada;
y si no eres alta, lo menos que puedes hacer es mantener
tu peso por debajo de los cincuenta kilos.
No puedes pretender comértelo todo y seguir delgada.
Quiero ser la más guapa y la más delgada:
no siempre puedo ser k más guapa, pero sí la más delgada.
Soy todo lo que quiero ser, pero estoy enterrada
bajo una capa de grasa.
£1 hambre duele, pero ayunar funciona.
(Consignas extraídas de una web pro anorexia, mayo de 2001)
Nací en julio, un mal mes. Durante años envidié a
las niñas de invierno, las que organizaban cumpleaños
con veinte y veinticinco invitados, con regalos
repetidos y chocolate caliente para terminar la
fiesta. No resulta común recordar los cumpleaños
en verano, no es fácil reunir un grupo de amigas
que no marchen de vacaciones, no es sencillo
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planear un menú con golosinas. Hay que olvidarse
del chocolate y recurrir a la tarta helada, y lograr
que las amiguitas no pasen esos días en el pueblo,
que sus padres no decidan dedicar el fin de semana
a la playa, que el calor no sea tan sofocante que no
haya ganas de jugar, sino de tirarse bajo la sombra.
En mi colegio se acostumbraba a llevar caramelos
el día del cumpleaños. Los nacidos durante
el verano los repartíamos el último día de clase,
de modo que el resto de los niños regresaban a
casa con las notas y el bolsillo lleno de dulces,
encantados por la inesperada abundancia. Un
mes más tarde, cuando mi cumpleaños "llegaba,
los caramelos se habían derretido y las fechas se
habían olvidado.
Me acostumbré desde entonces a repartir más
de lo que recuperaría, a dar más regalos, a entregar
más caramelos de los que yo recibiría, a asistir
a cumpleaños multitudinarios y a encontrar un par
de amigas y unos cuantos primos en los míos; a
que esa situación fuera normal, a que yo tuviera
que dar más de lo que recibía por el simple hecho
de haber nacido en julio.
Aveces me sentía triste, a veces lloraba porque
nada me parecía suficiente: deseaba más amigas,
más regalos, más fiesta, más globos, más atención.
Luego recordaba a los niños africanos con sus tripas
hinchadas, a las niñas gitanas que cuidaban de sus
hermanitos y que yo veía los jueves
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